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La Legión 101

En un mundo sumido en el caos y la oscuridad, "La Legión 101" narra la épica lucha de un grupo de jóvenes supervivientes frente a un apocalipsis devastador causado por misteriosas fuerzas sobrenaturales. Liderados por Rayber, un decidido y valiente joven, el grupo debe enfrentarse a criaturas monstruosas y a la amenaza constante de la enfermedad APX-WET, que convierte a los humanos en zombis implacables. La historia comienza en la República Dominicana, cuando Rayber y sus amigos Rohwder, Henry y Axel se encuentran en medio de una jornada escolar normal que rápidamente se transforma en una pesadilla. Un ataque repentino dentro de su escuela marca el inicio de una serie de eventos que los lleva a luchar por su supervivencia y a buscar respuestas en un mundo que ha perdido toda cordura. Con la ciudad en caos, el grupo se embarca en un peligroso viaje hacia La Romana y más allá, encontrándose con otros supervivientes, enfrentando traiciones y formando alianzas inesperadas. A lo largo de su odisea, cada miembro de la Legión 101 desarrolla habilidades y poderes únicos y terminan enfrentando a sus propios demonios internos mientras trabajan juntos para desentrañar los misterios detrás del apocalipsis y encontrar un refugio seguro.

Rayber_Polanco · Action
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El Rey de los No Muertos

En el mundo de los No-Muertos, Manuel se reunía con sus comandantes en la sala de guerra. Las paredes de la sala estaban adornadas con oscuros tapices que narraban la historia de su sombrío reino, y la atmósfera estaba cargada con la energía de los preparativos para el "Primer Asalto".

Manuel, con su rostro deformado por las mutaciones, hablaba con voz rasposa y autoritaria:

—Necesitamos un infiltrado en la Tierra. Alguien que pueda moverse entre ellos sin ser detectado y reportar todos los avances de la Legión. Debemos estar siempre un paso adelante.

Frizt, quien había estado cuidando de Manuel durante sus transformaciones, asintió en silencio. Sabía que la estrategia era esencial si querían asegurar la victoria.

—Tengo a alguien en mente, mi señor —dijo Frizt—. Un espía entrenado en las artes del disfraz y la infiltración. Su lealtad está garantizada, y su habilidad para mezclarse entre los humanos es inigualable.

Kor, que había estado practicando su sed de sangre, intervino con un tono agresivo:

—¿Y cómo sabemos que no nos traicionará? Los humanos son débiles y propensos a la traición. Necesitamos asegurarnos de su lealtad absoluta.

Manuel miró a Kor con una sonrisa torcida:

—No te preocupes, Kor. Este infiltrado tiene razones personales para odiar a la Legión tanto como nosotros. Su lealtad no será un problema.

En una esquina oscura, Jotean observaba la discusión en silencio, su mente siempre calculando y esperando el momento adecuado para atacar. Autumn, por otro lado, estaba distraído, pero aún consciente de la gravedad de la situación.

Finalmente, Manuel se dirigió a Frizt:

—Haz los arreglos necesarios. Quiero que nuestro infiltrado esté en la Tierra lo antes posible. Debe ganarse la confianza de la Legión y reportar cada uno de sus movimientos.

Frizt asintió y se retiró para preparar al espía. Mientras tanto, Manuel se volvió hacia los demás comandantes:

—Nosotros continuaremos con nuestros planes. El "Primer Asalto" es solo el comienzo. No vamos a conquistar la Tierra de una vez, sino a través de varios asaltos. Debemos ser pacientes y metódicos.

Kor, con su sed de sangre aún ardiendo, asintió con entusiasmo:

—Que empiece la guerra. Estoy listo para destruir a nuestros enemigos.

Autumn, levantándose de su asiento, agregó con una sonrisa sarcástica:

—Será un placer verlos caer uno por uno.

Manuel, conocido ahora como "El Poder Fundador", había cambiado drásticamente. Su cuerpo mutado se retorcía en formas antinaturales, su piel se descomponía y su rostro, antaño humano, ahora mostraba una mueca grotesca con una sonrisa permanente que se extendía de oreja a oreja. Sus ojos, vacíos de humanidad, brillaban con una locura asesina.

Manuel caminaba por las calles oscuras del mundo de los no muertos, seguido de cerca por sus leales seguidores. Su paso era firme y seguro, su presencia imponía un terror absoluto. Los habitantes del mundo de los no muertos se apartaban a su paso, arrodillándose en señal de respeto y miedo.

Sin embargo, en un rincón oscuro, un niño pequeño, con los ojos llenos de inocencia y terror, se negó a arrodillarse. Observaba a Manuel con una mezcla de desafío y miedo, quizás demasiado joven para entender completamente el peligro que representaba.

Manuel se detuvo, su mirada se fijó en el niño. La multitud observó en silencio, conteniendo la respiración. El silencio era sepulcral, roto solo por los pasos lentos y metódicos de Manuel mientras se acercaba al niño.

—¿No sabes quién soy? —preguntó Manuel con una voz gutural y resonante, que parecía surgir de las profundidades del infierno.

El niño, temblando, no respondió. Manuel se inclinó, sus ojos locos clavados en los del niño, y repitió la pregunta:

—¿No sabes quién soy?

El niño, apenas capaz de hablar, murmuró:

—S-sí... lo sé.

Manuel sonrió, una sonrisa torcida y espantosa.

—Entonces, ¿por qué no te arrodillas?

El niño, en un acto de coraje insensato, dijo:

—No t-tengo miedo de ti.

La sonrisa de Manuel se ensanchó, transformándose en una mueca aún más grotesca. Con un movimiento rápido, agarró al niño por el cuello y lo levantó en el aire. El niño luchó, sus pequeñas manos intentando inútilmente aferrarse a los brazos de Manuel.

En ese momento, una mujer, la madre del niño, se lanzó hacia Manuel. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y terror.

—¡Por favor! ¡Por favor, déjalo ir! —suplicó ella, arrodillándose y estirando los brazos hacia su hijo—. ¡Arrodíllate, hijo! ¡Arrodíllate, por favor!

El niño, con lágrimas en los ojos, intentó obedecer, pero Manuel no mostró piedad. Exprimió el cuello del niño con una fuerza despiadada hasta que el cuerpo sin vida quedó colgando inerte. Luego, lo dejó caer al suelo como si fuera un juguete roto.

La mujer gritó y corrió hacia el cuerpo de su hijo, abrazándolo con desesperación.

—¡Maldito seas! —gritó, su voz llena de dolor y furia—. ¡Eres un monstruo!

Manuel se inclinó hacia la mujer, sus ojos brillando con una locura asesina.

—El miedo es lo único que mantiene el orden en este mundo —dijo Manuel, agarrando a la mujer por el cuello. La levantó en el aire con la misma facilidad con la que había levantado a su hijo.

—Por favor... —susurró ella, con los ojos llenos de lágrimas—. Por favor...

Manuel no mostró compasión. Con un giro brutal de su muñeca, rompió el cuello de la mujer, dejando su cuerpo caer junto al de su hijo.

La multitud observó con horror y silencio absoluto. Nadie se atrevió a moverse, nadie se atrevió a hacer un sonido. Manuel se enderezó, limpiándose la sangre de las manos y continuó su camino, dejando los cadáveres de la madre y el niño como un macabro recordatorio de su crueldad.

Frizt, observando desde las sombras, se acercó a Manuel y le susurró:

—Tu crueldad mantiene el control, pero también engendra rebelión. No debemos subestimar a nuestros enemigos.

Manuel se volvió hacia Frizt, su sonrisa aún en su rostro deformado.

—El miedo es nuestra mayor arma. Que lo recuerden bien. Ahora, ¿tenemos noticias del infiltrado?

Frizt asintió.

—Sí, el plan sigue en marcha. Nuestro espía se ha infiltrado en la Legión y nos mantendrá informados sobre sus movimientos.

Manuel asintió, satisfecho.

—Perfecto. La tierra no tendrá oportunidad. Vamos a darles una lección que nunca olvidarán.

Y con esa promesa, Manuel y su ejército de sombras continuaron preparándose para el Primer Asalto, dispuestos a llevar la guerra a la tierra y destruir a cualquiera que se interpusiera en su camino.