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LA ESPOSA PROMISCUA DEL CEO FRÍO

—Oooooooo... no... no lo hagas. —Bebé, tú lo deseas. Nancy quiere llorar sin lágrimas tumbada en la mesa, mirando al gran jefe detrás de ella seguir follándola sin descanso, la primera vez que se arrepiente de trabajar aquí. Día tras día era follada y le dolían la espalda y las piernas. ¡Solo era una pequeña secretaria que quería hacer bien su trabajo! ¿Cómo podía ser tan difícil? —Jefe tienes que trabajar en serio, no puedes entregarte al sexo femenino todo el día, tú... ah... —Nancy intentó razonar con el gran lobo gris detrás de ella, pero él no escuchaba en absoluto e incluso intensificaba su comportamiento. —No me entrego al sexo femenino, solo me entrego a ti. El hombre yacía detrás de su oreja, respirando pesadamente, extremadamente seductor. El aliento ardiente que exhalaba hacía que Nancy resistiera tensando su cuerpo. —Sssss... relájate... no... —No había vergüenza en la oficina, mientras que en un lugar distante, otra asistente miserable miraba al cielo sin palabras. ¡CEO y señora por favor déjenme ir, cambien a alguien para exprimirlo! ¿Por qué todos son subordinados del CEO, pero el asistente y la secretaria reciben un trato diferente?

Xiao_Yan_0938 · Urban
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Capítulo 14 Sexo continuo en la oficina

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—Se enderezó y rodeó con sus manos la cabeza de Michael, usando su fuerza, su coño de flor se alimentaba instintivamente en su boca.

—Michael la vio tomar la iniciativa así, pero se rió a carcajadas. La pequeña zorra de esta manera, temiendo que haya sido controlada por la lujuria, tan bien que olvide dónde están, solo quieren disfrutar del placer del coito que proporciona el cuerpo, ¿verdad?

—Su lengua empujaba más rápido, para hacerla más cómoda, la punta de su lengua a veces izquierda y derecha, a veces adelante y atrás lamiendo el núcleo de la flor, la frecuencia se hace más y más rápida.

—Toda la cara de Michael estaba enterrada en el centro de las piernas de Hana, tomando los labios de su flor, metiendo y sacando, cuidando también de su clítoris.

—Nancy nunca se había sentido tan bien, inclinó la cabeza hacia atrás y gritó aún más desenfrenadamente.

—¡Cariño! ¡Mi concha zorra está tan picante! —exclamó Nancy—. ¡Cariño, ayúdame!

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