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Capítulo 2

Adrien

Me despierto en medio de la noche, no puedo conciliar el sueño desde que recibí la misión de Gabriel. Tengo que vigilar y cuidar de una chica, sin tan siquiera saber de qué o de quién.

Gabriel fue muy misterioso, como siempre. Pero yo quiero algo más emocionante que cuidar de una niñita mimada. Odio estar cerca de tantas personas, me siento agobiado cada vez que se me acerca alguien, mi raza siempre ha sido rechazada, no espero que los humanos cambien ahora. Tengo que prepararme mentalmente, mañana comienzo con la misión.

De camino a la que será mi nueva escuela pienso en la conversación que tuve con Gabriel una semana atrás.

-¿A qué debo el honor de su inesperada visita?- Pregunto en tono condescendiente.

-No necesito esa amabilidad forzada, no pega contigo. He venido a encargarte una misión importante.

-¿Qué debo hacer ahora por su majestad?

-¡Adrien!- Rugió Gabriel.- Deja ya estas tonterías. Te guste o no estás bajo mi protección.

-¿Y se supone que debo agradeceros por tan desinteresada acción?

-Hemos hablado de esto millones de veces, solo llevemos la fiesta en paz- Dice agotado- Ahora escucha sin interrumpir. Tienes que vigilar a una chica.-Quise decir algo pero Gabriel me detuvo.- He dicho sin interrupciones. Dentro de una semana irás a una escuela donde tendrás que vigilar a esta chica, solo vigilar, no intervenir.

-¿Puedo saber al menos su nombre?

-Sumire

-¿No piensas darme más información?

-No necesitas saber nada más, cualquier cosa que suceda me informas.

Dicho esto la presencia de Gabriel se esfuma en el aire.

Perfecto, cuidar de una chica, no se me ocurre algo mejor en lo que invertir mi tiempo. Como si no fuera suficiente con mis propios problemas.

Deseo que esta estúpida misión termine pronto.

Llego a la Dirección del colegio donde me indican el que será mi salón por el resto del curso y las materias que tendré que estudiar, así como el protocolo del colegio y un montón de cosas más a las que no presto atención. Al terminar la tortura, salgo deprisa deseoso de escapar, sin darme cuenta de que he tirado a una chica.

La miró tendida en el suelo y es como si mi corazón hubiese dejado de latir, el tiempo parece estar detenido. Está allí tendida en el suelo, despeinada y sonrosada por el impacto. Nunca había visto en mis 150 años a criatura tan hermosa. Sus cabellos parecen hebras de oro, no, ese no es el color exacto, es una especie de dorado, sin duda hermoso. Sus facciones son incomparables, en sus ojos destaca un inusual color violeta, jamás he visto ojos iguales, su presencia se siente casi mágica. Ella me mira como si se hubiese encontrado con el tonto más grande del mundo. Después de mi penoso intento por disculparme y ayudarla a levantarse ella se muestra fría, como si yo fuese una enfermedad contagiosa de la cual ha de huir, mejor así. La veo alejarse por el pasillo y no puedo evitar desear ser un chico normal.

Esperando para ser presentado en mi nueva clase y descubrir quién es la chica a la que tengo que cuidar, me distraigo un poco pensando en la chica con la que tropecé hace un rato en el pasillo. Era sin duda hermosa, sus labios carnosos y rosados como las cerezas no se van de mi mente. Olvidándome de esa chica a la cual no debería volver a ver oigo la voz de la profesora invitándome a entrar.

Pues sí que es un salón grande, con muchas chicas guapas. Al menos no me aburriré, y de pronto, la veo. Ella alzó su cabeza majestuosamente para mirarme y nuestros ojos se encontraron. Otra vez se detuvo el tiempo, y en un segundo que me pareció eterno, solo estamos en el mundo ella y yo.

La profesora comienza a hablar, deshaciendo a su vez la ilusión en la que me encontraba. Me indica mi asiento que se encuentra en la fila de al lado de ella, justo dos asientos delante.

Durante el transcurso de la clase no puedo evitar mirarla. No me pierdo ningún detalle. Observo como ella se agarra un mechón de pelo que sobresale de su coleta y se lo enrosca en el dedo, agarra el lápiz y se mete la parte de atrás en la boca. Inmediatamente me imagino que es otra cosa la que se mete en la boca y mis pantalones se sienten como una tienda de campaña a punto de reventar por mis pensamientos. Estoy hipnotizado.

Al concluir las clases decido tomarme un descanso, tanto rato sentado me está sentando fatal, y al pararme, sin querer tiro los libros de alguien, hoy estoy muy torpe, algo inusual en mí. Al darme la vuelta para disculparme no pude creerlo, le he tirado otra vez los libros a la misma chica. Qué suerte la mía, parece que es mi gran momento.

-Hola preciosa, parece que nos volvemos a encontrar. Debe de ser el destino.- Trato de seducirla con mi mejor sonrisa, aunque no funciona.

-No creo en cosas como el destino, no es más que una simple casualidad.

-Querida, a cosas como estas yo las llamo destino.

-Creo haberte dicho anteriormente que no me llamaras querida. Ni siquiera nos conocemos bien, eres un poco descortés.-Dijo calmadamente.

Parece que no le afectan mis encantos. Sí que es rara esta chica, ningún humano puede resistírseme. ¿Está intentando ser indiferente para después caer rendida a mis pies? Interesante, yo también puedo jugar este juego.

-Guapa y con carácter, creo que deberíamos conocernos mejor.

-No lo creo chico nuevo.

-Me llamo Adrien, y deberías darme una oportunidad queri...- Me detengo antes de terminar la frase, esta chica me odiará- ¿Tú nombre es?

-Sumire, lo siento pero estoy retrasada, si me disculpas.

Me quedo abrumado por un momento, genial, qué casualidad. He aquí la chica de la misión. Ahora que lo pienso, ninguna chica me había rechazado antes. Recupero el habla antes de que ella hiciera ademán de marcharse.

-Últimamente se nos está haciendo tarde- Lo digo con una alucinante sonrisa, y las chicas del salón se quedan atontadas.

El comentario no le gustó nada, porque ni le prestó la más mínima atención y salió del salón.

Perfecto, pues sí que el destino insiste en ensañarse conmigo. La primera chica que me gusta en décadas y es la única que no puedo tocar por esta estúpida misión. Su nombre va muy bien con ella, con sus cautivadores ojos violeta.

-Sumire.- No puedo evitar susurrar su nombre.

¿Qué me sucede? Nunca he perdido la cabeza por una chica y no lo haré ahora. ¿Por qué Gabriel me mandaría a vigilarla? No debe tratarse de una chica ordinaria, desde luego que no. Bueno, sea lo que sea y quien sea, lo descubriré, tarde o temprano.

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