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Capítulo 1

Sumire

Querido Diario:

  Pronto será mi décimo octavo cumpleaños y mientras más se acerca la fecha son más seguidos los sueños extraños, se podría decir que son prácticamente pesadillas. Me cuesta dormir en las noches, me acobardo solo de pensar que puedan repetirse. ¿Será que me asusta cumplir años? No puede ser, o eso, o me estoy volviendo loca. La escuela sigue aburrida como siempre, hace poco que pasé al último año de preparatoria y no ha ocurrido nada emocionante aún. ¡Oh! Te escribo luego, llego tarde a clases.

    Cierro mi diario, cojo mi bolso y salgo a toda prisa por las escaleras.

-¿No vas a desayunar Sumire?

-No mamá, llego tarde a clases, lo haré luego.

    Dicho esto último me despido de ella y voy directo al coche.- ¡Maldición!-Digo en tono preocupante.-Química es mi primera clase. Con lo estricta que es la profesora Marta no perdonará una tardanza.

  

  Caminando rápido por el pasillo de la escuela tengo un mal presentimiento. Me siento igual que en mis sueños: pequeña, indefensa, y muy asustada. Me pongo en alerta, temiendo por lo que está por venir. No sucedió nada, la sensación de estar en peligro se desvaneció en el aire. Parezco una tonta parada en medio del pasillo. Demonios, olvidaba la clase.

   Camino aún más deprisa, pero,-siempre hay un pero en las situaciones más desesperantes- me gano uno de esos empujones de película y tanto los libros que sujetaba en las manos como yo, caemos al suelo sin remedio. Inmediatamente busco al zoquete que me ha tirado al suelo rudamente, pero menuda sorpresa que me llevo, me quedo sin habla. Nunca había visto a alguien tan... no encuentro palabras para describirlo. Su pelo oscuro como la noche se ve tan sedoso sin la necesidad de tocarlo. Sus ojos azules parecen ver a través de ti, casi como si pudieran descubrir tus secretos más íntimos. Esa parte no me gusta, me siento expuesta ante este desconocido. Tras su elegante ropa se esconde un cuerpo musculoso bien marcado. Por Dios, sí que está bueno.  

  Pero bueno Sumire, qué haces pensando estas cosas si ni siquiera le conoces, debes de tener cara de tonta, babeando por este chico.- Me amonesto mentalmente y decido encarar al final maleducado buenorro que tengo enfrente.

-¿Serías tan amable de ayudarme? Si no te es mucha molestia, por supuesto.- Digo un poco molesta, esperando la reacción de él.

-Lamento mucho tirarte querida- Dice el chico muy fresco mientras me ayuda a levantarme, en su tono había tal descaro y confianza que no pude evitar ruborizarme al instante.- ¿Te encuentras bien?

-Sí, estoy perfectamente, pero no soy tu querida.- Expreso mi disgusto.

-Tranquila fierecilla, solo bromeaba.

-No me gustan los apodos, y no nos conocemos para estar bromeando, si me disculpas, necesito irme.

   Acelero el paso lo más que puedo. Me he puesto muy nerviosa, ese chico me da mal rollo.

   Al llegar al aula me encuentro con la puerta cerrada. Genial, lo que me faltaba, una tardanza en Química. Toco la puerta y sale la profesora Marta. Me mira con desaprobación.

-¿Se puede saber por qué llega a esta hora cuando casi ha terminado la clase jovencita?- Que fatal, la profesora me mira con cara de pocos amigos.

-Siento mucho llegar tarde profesora, le prometo que no volverá a suceder.

-¿Y su justificación es?-¿Qué le respondo, que me levanté temprano pero se me fue la olla escribiendo en mi Diario? Me parece que no.

-No tengo ninguna.-Creí que la profesora me diría que esperara a que terminara la clase y luego me daría una buena reprimenda.

-Le dejaré entrar en el salón por su sinceridad, pero no habrá otra vez.

-Gracia, no volverá a suceder.- ¡Uf! Qué alivio, menos mal.

-Espero que así sea.

   En cuanto entro al salón todos se me quedan mirando. Como si nunca hubiesen visto a nadie llegar tarde. Fui directo a mi asiento, justo al lado de mi mejor amiga Isabel. Ya me imaginaba que Isa se burlaría de mí por llegar tarde, solo tenía la leve esperanza de que no fuera así. Y pensar que al principio no nos soportábamos la una a la otra.

   Isabel es una de esas chicas populares que parecen frívolas, con su pelo largo castaño, cutis perfecto, uñas bien cuidadas y por la que los chicos mueren y las chicas matan. Parecía el típico prototipo de chica fresa. Pero cuando la conoces te das cuenta de que todos tus prejuicios estaban equivocados.

-¿Y bien?-Me pregunta Isabel tranquilamente, como si con esa pregunta uno supiera qué quiere decir en realidad-¿Y bien? Estoy esperando Sumire.

-¿Esperando qué?-Digo en un susurro apenas audible.

-Tu explicación de qué hizo que la maniática del control llegara tarde.

    La mato, juro que la mato, pero paso de ir a prisión por despellejarla viva. Habría que contar hasta veinte para no armar un escándalo. Odio que Isabel me llame así. No soy una maniática del control, solo que me gusta ser responsable con mis cosas y más con los asuntos que implican el colegio.

-No soy una maniática Isabella- Digo su nombre completo en un tono duro. Ella odia que la llamen así porque le recuerda a la amargada de su abuela que lleva el mismo nombre. Pues que se joda, si ella me llama maniática yo la llamaré Isabella.

-No empieces, nadie me llama por mi nombre completo, lo odio.- Da un largo suspiro y cambia de tema ¿Qué te tiene tan malhumorara?

-Te cuento luego que la profesora Marta nos está mirando.

-Sumire e Isabel. ¿Quieren compartir con la clase lo que están hablando?- Nos dice la profesora en tono severo.

-Gracias por su amable oferta profesora, pero no -Responde Isa con una sonrisa en los labios.

   No puedo evitar soltar una risita, en qué cabeza cabe el descaro y el atrevimiento de Isa, yo nunca me atrevería a hacer algo semejante. Al instante la profesora Marta se pone seria.

-Podría esperármelo de Isabel, pero de usted Sumire, que es una alumna ejemplar no. Ya pasé por alto su llegada tarde, no haga que me arrepienta.

-Lo sentimos profesora.

  ¡Qué vergüenza! Es la segunda vez que me regañan en un día.

-Mejor que se mantengan calladas, tengo un anuncio importante que hacer. Escuchen todos. Hoy se incorpora un alumno nuevo a clase, su nombre es Adrien. Puedes pasar.-Dijo esto último un poco más alto.

  Siento el ruido de la puerta al abrirse, no presté atención al anuncio de la profesora porque agaché la cabeza. Al sentir los cuchicheos de asombro de las chicas y los improperios de los chicos, la curiosidad me pudo. No puedo creerlo, es el chico con el que me crucé en el pasillo. ¿Será el destino? Que estupidez, solo es casualidad que el primer día que llegas tarde a clase en años, te retrasaras aún más al ser tirada al suelo por el chico nuevo, que por cierto está muy bueno, y da la casualidad de que fue a parar en tu mismo grupo.

Tal vez la escuela se ponga interesante con la llegada de este chico. O tal vez solo sea otro dolor de cabeza.

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