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Capítulo 1

Algunas personas dicen que la vida es como un vaso de agua, algunos la ven media llena y otros medio vacía, en lo particular no pienso mucho en ello, la vida es solo eso la vida, no es ni particularmente buena ni mala, todo depende de tu suerte y tu nacimiento.

Aquellos nacidos con una cuchara de oro y plata serán exitosos a menos de que su suerte se realmente mala. Para los mortales quienes nacimos entre la madera y el barro solo nos queda luchar por nuestra propia supervivencia, pero nuevamente todo se reduce a tu suerte antes y después de nacer.

Hay quienes aun siendo nacidos en el barro logran escalar al cielo con esfuerzo, trabajo duro, talento y suerte, siendo estas dos últimas lo único realmente importante.

Con suerte puedes encontrar las oportunidades correctas, con talento puedes atravesarlas, apoyado por ellas, el esfuerzo y trabajo duro pueden dar frutos increíbles y milagrosos.

En mi caso, nací con una cuchara de madera en la boca, ni rico ni pobre, ni guapo ni feo, ni inteligente no estúpido, simplemente normal, mediocre y estándar. En mi infancia, niñez, pubertad y adolescencia sacrifique todo por mis estudios buscando encontrar una salida del foso mediante la preparación y la academia, tristemente no puede lograrlo, carecía de suerte, talento y recursos, aun con todo el trabajo duro y esfuerzo simplemente no podía atravesar esas puertas.

Después de cerca de cinco años intentando avanzar, tratando de encontrar otro camino, de llenar el vacío con relaciones, alcohol y vicios, solo hizo crecer al mismo vacío, al final deje de intentar. Renuncie.

Abandone mi ciudad, mi familia y mi carrera, yéndome a otra ciudad, con mis pocas credenciales conseguí un pequeño empelo y un pequeño refugio, viviendo solo por vivir, sin metas u objetivos más allá de pasar al siguiente día y al siguiente después de ese.

¿Se puede llamar a eso vida?

¿No es preferible el suave consuelo de la muerte?

¿No es preferible confiar en la sabiduría del karma y apostar a la próxima vida?

Caminando entre las oscuras y destrozadas calles de la ciudad, evitando pisar tanto a la inmundicia como a los ebrios que yacen en el suelo, me dirigí a mi pequeño y frio hogar.

Dos años han pasado desde que renuncie a toda esperanza y opte por esperar a la muerte.

Pasando los días divagando entre recuerdos vagos y pensamientos e ideas suicidas, para mi mala suerte, soy un cobarde, tan cobarde que si bien me he planteado la idea de colgarme la soga al cuello carezco del valor para hacerlo, ya que renuncie a mi coraje hace mucho tiempo.

Las tenues luces de las lámparas iluminan la noche, los pocos y escasos autos que recorren las calles raramente entran en este lugar, caminando sin prisa, llegue a mi destino. Un pequeño edificio, viejo, antiguo, mohoso y casi en ruinas, palabras que podrían describir este lugar.

Pase el portón y la entrada, la pintura una vez blanca ahora era de un blanco sucio y grisáceo, el húmedo y decolorado papel tapiz floral se desprendía de las paredes del pasillo, el chirriar del piso maltrecho de madera daba cierta sensación de presencia, recordándome con su sonido que aún estoy presente en el mundo.

Subiendo las escaleras de hierro y latón oxidadas y porosas crujían con cada una de mis pasos, degustando el sentimiento lúgubre y frio del pasamanos y el ligero temor del posible colapso de estos viejos peldaños, tras unos cuantos pasos fuera de la escalera, un pasillo silente teñido de colores pasteles mustios y mohosos, arrastre mis pies hacia mi puerta.

A mi espalda una puerta se abrió y mi excéntrica vecina semi desnuda salió de la oscuridad. Una mujer de largos cabellos negro graso como la brea, piel pálida enfermiza, ojos oscuros y aterradores, una apariencia digna de un fantasma pero su cuerpo curvilíneo no se veía opacado por su tétrica apariencia y desaseo.

Su tersa y suave piel mínimamente cubierta por la tenue seda de transparencia con delicados y seductores encajes color rojo brillante.

--Buenas noches~ ¿Hoy fue un buen día o un mal día~?

--Buenas noches y no lo sé… solo otro día más… ¿Cómo estas Evelyn?

--Mejor, mejor… pero no me has visitado~ estoy muy solita~

Evelyn se acercó a mí y me abrazo, sus brazos rodearon mi cuello y sus piernas se entrelazaron con las mías, sus labios y los míos se superpusieron por unos instantes antes de separarse.

--No tengo dinero… lo siento Evelyn.

Separándose de mi la curiosa mujer suspiro y giro sobre sus talones descalzos.

--Solo vuelve a cocinar para mi~ y podemos volver a pasar un buen rato~ juntos~

--Tal vez otro día, Evelyn…

--Siempre es otro día contigo~ acaso no te gusto~

La mujer del bajo mundo sacudió sus caderas mostrando más de lo que debería antes de sonreír ya en su puerta.

--Sabes que no es eso, Evelyn…

--¡No lo digas! Vienes mañana en la noche y preparas mi cena sin chistear ¿Entendido?

Encogiéndome de hombros gire sobre mis talones dándole la espalda a la alegre mujer.

--De acuerdo, una cena… nos vemos mañana.

--Es una cita, no te escaparas Albert.

--Lo que digas Evelyn…

Cada uno entro a su respectivo recinto dejando el tétrico pasillo nuevamente en silencio.

Evelyn es un prostituta aunque debido a su apariencia tiene una clientela reducida pero constante, siendo la única otra persona en este piso nos vimos obligados a tener una relación amistosa, aunque una que otra vez nos hemos enredado en las sabanas, no hay muchos sentimientos en medio, solo nos usamos mutuamente para escapar de nuestros demonios.

Quitándome los zapatos en la entrada y colgando la chaqueta en la percha, camine hacia el decolorado y modesto sofá de cuero negro, el olor a humo de cigarrillo y humedad inundaba mi nariz.

--Humo…

Gire sobre mi espalda y extendí mi mano hacia la mesa de café frente al sofá, tomando un paquete de cigarrillos y un encendedor, tomando uno y encendiéndolo en el acto, una calada de humo, el ardiente y acre sabor del tabaco calmaba mi mente y despejaba mis pensamientos, observando el techo decolorado, contando las múltiples y diversas manchas de moho en el techo, termine un par de cigarrillos.

Una cena rápida y una ducha helada, desplomándome sobre el deshecho colchón de mi recamara me entregue a los brazos de Morfeo.

***

Amanecer, la tenue luz del sol se filtra por la ventana, el cielo purpura azulado se entreveía detrás de los múltiples edificios.

El decolorado reloj digital marcaba con luz roja la hora [05:45 a.m.] un cuarto para las seis, quince minutos antes de acenso del sol. Levante mi adormilado y entumecido cuerpo.

Siguiendo mi rutina diaria dirigiéndome a la cocina, tomando una olla desgastada, llenándola de agua, colocándola en el fuego de la hornilla y colocando dos porciones de café, esperando su hervor haciendo un pequeño set de abdominales y flexiones, unos minutos después el fragante olor del café colmaba la pequeña cocina.

--Café~ café~ tome~ café…

Sirviendo una taza del negro líquido y dándole un sorbo directo, el amargó e hirviente sabor despertó por completo mi cerebro y alejando el frio de mi cuerpo.

Colocando una sartén en el fuego y colocándole un poco de aceite, un huevo, dos trozos de tocino y dos rebanadas de pan ligeramente duro fueron fritos acompañados con un poco de sal y pimienta. Un desayuno rápido y económico.

Tras una ducha rápida y un cambio de ropa, me encontraba listo para otro día posiblemente igual al anterior.

Observando mí reflejo en el espejo manchado con el vapor y los restos de jabón, un rostro cansado, ligeramente angular, cejas gruesas y ceño fruncido, ojos marones bordeados de negro, labios delgados con una permanente media sonrisa que denota tanto incomodidad como cansancio, cabello semi largo peinado hacia atrás, dos líneas de canas blancas recorrían ambos lados de mi cabeza, simulando cuernos.

Un demonio cansado, bien podría ser mi definición, un pobre y cobarde diablo de 27 años que abandono todo tipo esperanza y solo se dedica a flotar con la corriente esperando el anhelado día del juicio.

Sacudiendo la cabeza con negación y despidiéndome de mi reflejo deje el baño y emprendí mi salida.

Al abrir mi puerta encontré algo que normalmente no debería estar aquí o siquiera tener algo que ver conmigo, un paquete, una caja de cartón envuelta en papel de embalar y marcado con una buena cantidad de timbres fiscales y estampillas, pero más sorprendente es que este paquete está claramente enviado a esta dirección.

--Raro…

No me he comunicado con nadie en dos años, nadie de mi familia o viejos conocidos sabe siquiera si estoy vivo así que…

--¿Quién o qué carajos envió esto?

Guiado por la curiosidad y un mal presentimiento arrastre la caja de 1m de alto y 60cm de ancho al interior de mi apartamento, su peso era considerable de al menos 50 kilogramos un poco más un poco menos, en fin arrastré y rodé la caja al interior dejando al lado del sofá, mirando el tiempo retome mi partida con el mismo caminar de todos los días.

***

El mismo pasillo mohoso, las mismas escaleras crepitantes, el mismo edificio decrepito y olvidado, caminado paso a paso por la acera los ebrios se levantan tambaleantes embarrados en su propia inmundicia, siguiendo mi camino, tomando el mismo autobús, bajándome en la misma parada, otro día igual a todos los anteriores.

¿Qué abra en la caja?... ¿Quién demonios la envió?... ¿Importara algo si la abro o no?... Varias preguntas giraron en mi mente, distrayéndome de la sobriedad y la apatía constante.

El sol iluminaba el gris y derruido concreto del edificio de oficinas, entrando por las puertas dobles, volví a mi rutina laboral como contador.

Revisar las cuentas, verificar los gastos, ingresos, egresos, saldos restantes y aportes bloqueados, tabla tras tabla de números interminables, entrando en una especie de trance, página tras página fueron revisadas, corregidas, selladas y archivadas.

Una hora, dos horas, tres, cuatro y cinco…

--¡Albert!

Deteniéndome por el grito del llamado a mi nombre deje los papeles y gire mi silla.

--¿Mel?

--¿Pollo o vegetales?

--Vegetales…

--Tenga~

Recibiendo un sándwich de vegetales de parte de la mujer correctamente rolliza "Mel" o Merrybell, una de las empleadas de esta sección, al igual que yo es contadora solo que ella posee un poco más de suerte, siendo la sobrina del jefe ostenta un cargo decorativo siendo solo un florero en la oficina, encargándose de tareas pequeñas y frugales, busca el almuerzo atiende a los visitantes, solo se linda y no entorpezcas a los demás.

Buen nacimiento pero falta de esfuerzo, talento o suerte para poder capitalizar su propia sangre.

--Albert… hay una fiesta este sábado~ ¿Por fin asistirás?

Mel se inclinaba coquetamente mostrando su relleno escote como sus gruesos muslos, dando un guiño y sonriendo, largas pestañas, ojos azul claro, cabello castaño teñido con toques naranjas, un ligero maquillaje y rubor cubren sus mejillas saludables así como sus labios rojo carmín. Su ajustado traje de oficina color gris verdoso gritaba con cada uno de sus movimientos, busto, cintura, muslos todas sus curvas luchaban contra su ropa dándole un aspecto tanto gracioso como seductor.

--No lo sé… ¿Tal vez?

Encogiéndome de hombros, di una mordida a mi almuerzo, el sabor refrescante de la lechuga y el frio y crocante regusto de los encurtidos así como el dulzor del tomate, una ligera sonrisa se formó en mi rostro por el sabor agridulce.

--Siempre dices eso~ Adam me odias~

--No es eso…

--Entonces temes a mi tío~

--Al igual que todos aquí…

Mire a mi alrededor y los otros miembros de la división escondieron sus cabezas chismosas cual avestruces.

--Ya hable con el~ no hará nada~ tampoco mi padre~

Sentándose provocativamente sobre mi escritorio, Mel estiro sus gruesas piernas mientras sonreía, la ceñida falda luchaba por contener la sana y redondeada anatomía, por mi parte fingí ignorancia y continúe mi almuerzo.

--Albert~ ven a mi fiesta~

--Tal vez…Merrybell…

--Bah~ es lo mejor que obtendré de ti~ nos vemos Adam~

Levantándose de mi escritorio y retorciendo su contundente y curvó cuerpo, el florero de la división dejo la sala.

Marcando el final del almuerzo.

***

Procesando siete horas adicionales de papeleo y cuentas, termine otro día más de trabajo en esta compañía negra. Regresando a mi hogar bajo la tenue luz de la luna y las turbias farolas.

Las nubes esporádicas y cubrían la luz plata rojiza de la luna trayendo una suave penumbra a la destartalada acera.

¿Tengo que cocinar para Evelyn, hoy?... ¿Cuándo fue la última vez que cocine para esa mujer?... ¿Qué ven Mel y Eve… en mí?... No soy guapo, no tengo dinero, mi trabajo es solo un asalariado normal del submundo económico, más que un asalariado normal pero menos que una persona realmente calificada.

Me detuve en una pequeña tienda de víveres y compre algunas cosas, tanto para la cena como para el resto de la semana. Cargando las bolsas regrese a mi lúgubre edificio.

La caja seguía allí.

***

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