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Capítulo 1

Quisiera que las personas fueran como la nieve.

Mientras cada copo de nieve cae al suelo, encaja con las demás perfectamente, juntándose y haciéndose más notarias y más fuertes. Pero desgraciadamente las personas no somos así, las personas se diferencian entre las "locas" y las "normales".

-Mi amor, sabes que es por tu bien, ¿Verdad? -me pregunta mi madre desde la puerta.

Asiento.

-Solo cuídate, madre.

Siento que se acerca y abrazo más mis piernas en mi pecho. Siento como su mano acaricia mi cabello y me separo sin pensarlo.

-Lo siento. -balbucea con los ojos cristalizados.

La observo hasta que sale por la puerta. Cierro los ojos y sigo viendo por la enorme ventana como la nieve cae sobre los pinos adornándolos con su color.

-¿Señorita, Alyssa? -una enfermera entra a la habitación. Asiento. -Soy la enfermera Nubia, y yo te daré el recorrido y te tomaré algunas pruebas de sangre para...

Deje de escucharla y seguía mirando la perfecta nieve envidiándola. Mientras sigo observando a través de la ventana, la enfermera empieza a picotear mi brazo sacándome sangre, estoy tan acostumbrada que no supe en que momento paso.

-Bien, ahora sígueme. -pide amable. -Tienes que portar siempre este uniforme...

Vuelvo a dejar de escucharla cuando salimos del cuarto. Caminamos por el pasillo donde todo, absolutamente todo es blanco, no hay nada de algún otro color que no sea blanco. Pasamos por el pasillo que estaba en completo silencio. Subimos unas escaleras donde también eran blancas.

Nunca había odiado un color en tan pocos minutos.

-...Hay cuatro pisos. Tu nivel es tranquilo, estás en el dos por lo que siempre el pasillo estará un poco más silencioso que este...

Sigue hablando mientras subimos y claramente sigo ignorándola. Al subir, me asombra escuchar muchos gritos. Muchos son muy altos y otros tan bajos que parecen ser de sufrimiento.

-Tienes suerte de estar en el piso dos. -se ríe y a mi que no me dan gracias sus chistes. -Bien, seguiremos con el último piso.

Seguimos subiendo y me ensordecen más los gritos que hay aquí arriba.

-¡Déjenme escapar! ¡Déjenme escapar! -Una chica con el cabello totalmente desordenado y con ojeras gigante se acerca gritando hasta nosotras.

Dos enfermeros se acercan a ponerle la camisa de fuerza y esta grita mirándome con los ojos inyectados de sangre.

-¡Sácame de aquí! ¡Sácame! -sigue gritándome.

Me abrazo a mi misma cuando ahora sus gritos son desgarradores. Hay una pequeña ventana en cada puerta dejando ver a todos. Cada que pasamos por una puerta veo a más personas en casi el mismo estado que la chica.

-Evita subir a este piso. Aparte de que esta totalmente prohibido.

¿Entonces por qué me trae?

Terminamos el pasillo y bajamos hasta la habitación en la que me voy a quedar, adorando el silencio en este pasillo.

-Hay horas especificas para comer, bañarse, tomarse su medicina. -sonríe mientras me adentra a la habitación cerrando la puerta. -Yo vendré por ti. Bienvenida al hospital psiquiátrico, Alyssa.

Me encojo más en la silla que esta pegada en la ventana. Siento mis ojos aguarse por lo que respiro hondo.

Algún día saldré de este lugar.

Me quedo hora sentada en la misma silla, en la misma posición observando como el sol va escondiéndose. La enfermera vuelve a entrar indicándome que es la hora de la cena.

-La cena va por pasillos ya que no podemos juntar a ningún pasillo. -me ofrece una silla. -Siéntete cómoda.

En la mesa hay muchas personas que me miran como si realmente estuviera loca.

Que irónico.

Me siento incómoda con todas las miradas y ponen un plato frente a mi. Me da asco ver esta comida por lo que solo me pongo a jugar con ella.

-¿Nueva? -me pregunta la chica del lado.

Me sobresalto y asiento. Sonríe y me mira de arriba abajo.

-Al parecer estamos aquí por razones totalmente distintas. -se ríe abiertamente dejándome más seria de lo que acostumbro estar. -Soy Daisy.

Se presenta y yo estoy que muero de nervios.

-Soy Alyssa.

Sonríe dejándome ver todos sus dientes y miro su cuerpo. Es una chica con bastante masa... bastante.

-¿Eres anoréxica? -pregunta sin despegar sus ojos de los míos mientras come sin parar.

Me asombra su sinceridad, asiento.

-¿Tú?

-Soy obesa tipo cuatro y ansiosa hasta el tope. -se ríe sola.

Alzo mis cejas ante tanta sinceridad. Vuelvo mi vista al plato donde la zanahoria esta picada de tanto que he clavado el tenedor.

-¿No te vas a comer eso? -pregunta atascándose el pedazo de pollo.

-No.

-¿Me lo das? -asiento y mira a todos lados.

Al ver que ningún enfermera la esta viendo cambia los platos dejándome el vacío y ella el lleno.

-Gracias. -sonríe enorme mientras come. -Siempre después de las comidas nos dan unas horas para juegos de mesa. ¿Quieres jugar conmigo mañana?

-Claro, no hay ningún problema.

Me vuelve a sonreír y me sorprende que sea tan alegre. Irradia mucha luz.

-Alyssa. -me llama la enfermera. Mira sorprendida mi plato. -Veo que comiste todo, eso esta excelente.

Finjo una sonrisa y Daisy aguanta la risa ahogándose con un pedazo de pollo.

-Por Dios, Daisy. -la regaña palmeándole la espalda. -Come tranquila.

Rueda los ojos.

-Bueno, Alyssa acompáñame, te enseñare el patio.

Me levanto dejándome guiar por la enfermera. Salimos y el aire helado me hace abrazarme a mi misma.

-Este es el patio. Hay una cierta hora donde los dejamos salir. -hace una pausa. -Bueno, siempre y cuando no este nevado.

Se ríe sola. Hago una mueca.

Nos quedamos unos segundos observando todo y miro como hay unas escaleras que dan hasta el techo del hospital. Mi curiosidad me hace caminar un poco mirando que el camino hasta las escaleras esta obstruido por rejas. Supongo que cuando salimos debe haber enfermeros vigilándonos.

-Bien, mucho por hoy. Ve a descansar, conoces el camino.

Sigo avanzando mientras veo como a todos los mandan a sus habitaciones y bajan los del tercer piso. Avanzo rápido y me tiro a la cama sin despegar la vista de la ventana. La curiosidad de como se verá el paisaje desde el techo me pica y sé que en algún momento lo haré.

La puerta se abre y entra la enfermera.

-Hora de dormir. -entra con una charola con un vaso de agua y una pastilla.

-¿Qué es eso? -me siento rápidamente.

-Es un calmante para que puedas dormir. -me ofrece la pastilla. Niego. -Mira niña que no tengo todo el tiempo.

-No ocupo calmantes.

-No importa, es de a fuerzas que tienes que tomarlas.

¿En qué clase de hospital psiquiátrico me ha metido mi madre?

Bufo agarrando la pastilla y pasándola con el agua que deja en mi mesita de noche. Me hace abrir la boca para comprobar que me trague la pastilla y se va cerrando la puerta.

Me vuelvo a acostar mirando por la ventana y mis ojos poco a poco se van cerrando.

Sus manos asquerosas van pasando por mi cuerpo. Siento como arranca mi ropa mientras empiezo a gritar desgarrándome la garganta.

-Te volveré hacer mía. -susurra asquerosamente en mi oreja.

-No, por favor. Duele mucho. -mis lloriqueos son en vano.

Quita mi pequeño short y agarra esa cosa larga y la mete dentro de mi haciendo que arda como la primera vez.

-¡No! -grito despertándome.

Estoy sudando excesivamente y veo como un enfermero entra.

-¿Todo bien?

Niego rápidamente queriendo que se vaya.

-Quiero a una enfermera. -abrazo mis piernas a mi pecho.

-En este turno no hay ninguna.

Se va acercándose asustándome más.

-¡No te me acerques! -frena en seco. -Quiero ir al baño sola.

-No puedes. -se cruza de hombros.

Por mis ojos empiezan a salir lagrimas y me abrazo más a mi.

-Quiero ir al baño sola. -susurro. -Quiero ir al baño.

Él rueda los ojos y asiente abriendo la puerta. Espero a que él salga primero y yo salgo a una distancia moderada. Hasta el final del pasillo se encuentran los baños y se queda en la puerta.

Mis lagrimas salen con más facilidad y no hay ningún espejo. Todo aquí también es blanco deprimiéndome más. Empiezo a lavarme mis manos con fuerza, paso por mis brazos, mis piernas, mis pechos y todo mi cuerpo arañándolo queriendo quitar esos asquerosos recuerdos.

Es tanto el asco que siento el vomito por mi laringe y expulsándolo dejando mi garganta adolorida.

Salgo dejando que el enfermero me haga guardia hasta mi cuarto y cierro la puerta en sus narices. Quiero salir de aquí, escapar de este lugar asqueroso. Espero unos segundos más y cuando siento que han pasado muchos minutos abro poco a poco la puerta.

Afuera dejo de nevar y las ganas de subir al techo se hacen cada vez más fuerte.

Él enfermero que me llevo hasta el baño esta en una silla apartado de mi habitación en su celular. Poco a poco abro la puerta tratando de hacer el menor ruido. Cuando por fin esta toda abierta, decido ponerme en cuclillas y bajar hasta el primer piso.

Fue fácil escapar de ese estúpido enfermero.

Al parecer hay un enfermero en cada pasillo ya que en el primero también hay otro que con mucho trabajo y paciencia logro escabullirme de él.

Salgo con la respiración acelerada por la adrenalina y el viento cala mis huesos dejándome una sonrisa en el rostro.

Miro hacia el techo y veo a un chico sentado en la orilla. Mi curiosidad incrementa y empiezo a escalar las rejas con cuidado. A veces soy muy ágil pero esto también es de fuerza y de fuerza no tengo nada.

Duro unos cuantos minutos en escalar la reja y veo que capto la atención de el chico que esta arriba del techo. Empiezo a trepar las escaleras.

-¡Señorita! -gritan asustándome. -¡No puede subir ahí!

Fue tanto el susto que me caigo desde los pocos escalones que llevaba. Mi cabeza choca con el suelo y miro a un señor de seguridad con su linterna aluzándome la cara.

-Mire señorita le voy a dar una oportunidad. -habla ayudándome a levantarme pero lo aparto de golpe. -Se irá a su habitación y yo olvidaré lo que trato de hacer para que no la regañen.

Lo miro sin creerlo y asiento rápidamente.

-Bien... gracias. -susurro.

-Solo por el golpe que se dio por mi culpa. -me señala acusatorio.

Asiento y decido irme de nuevo a la habitación. Antes de entrar volteo a ver donde estaba el chico y no veo a nadie más.

(...)

Despierto por la enfermera que entra. Al parecer cambian de enfermeros a cada nada.

-Hora de desayunar. -entra con la misma charola de ayer con una pastilla y otro vaso de agua.

-¿Qué es eso?

-Vitaminas. -me entrega la pastilla casi aventándomela y no tengo de otra más que tragármela.

Salimos a desayunar y la chica de ayer me hace señas emocionada para que me siente a su lado. Voy hasta ella pero tengo la mirada hacia abajo sin ver hacia enfrente chocando un un fuerte pecho.

-¡Auch! -me quejo.

Levanto la mirada y me quedo como piedra al ver su rostro.

-Deberías dejar de ser menos torpe y ser más sigilosa, por eso te atraparon ayer. -su voz hace que algo dentro de mi pecho vibre.

Frunzo el ceño al no entender sus palabras. Se va sin volver a decir nada y sale hasta el patio. Volteo a ver a Daisy que me mira con la boca abierta. Me siento al lado de ella que no deja de verme sorprendida.

-¿De verdad te hablo?

Frunzo el ceño al no entender nada y asiento.

-Si. ¿Qué tiene de malo?

-¡Nadie lo ha escuchado hablar! -se exalta y yo ruedo los ojos.

-Oh, que privilegio.

Se suelta hablando de no sé que y yo me quedo pensando en el chico...

¡Pero claro esta que soy una idiota!

Es el chico que estaba ayer en el techo, por eso supo. Mi mente se queda con la imagen de él y debo admitir que no es feo. Su cabello medio largo color castaño me hace querer pasar mis dedos por esa mata.

Mi estomago ruje y sé que esta vez si tengo que comer. Miro mi plato con mucho asco.

-¿Otra vez no comerás? -me pregunta incrédula.

-Si comeré.

Las enfermeras están rondando por las mesas y siento que mi cuerpo ya no quiere más.

-Daisy. Ten. -cambiamos platos rápidamente.

-Dijiste que esta vez si comerías.

-Comí.

-El plato esta completo. -lo señala como si fuera idiota.

-Me llene.

Me hace una mueca y espero a que termine para dirigirnos a una sala donde hay muchas sillas en forma de circulo.

-¿Y esto que es? -me pregunto cuando nos sentamos.

Las demás personas van llegando y se sientan.

-Oh, esta es una de mi parte favorita del día. -anuncia contenta. -Cada quien cuenta sus problemas o como se van sintiendo con la doctora, ella nos hace preguntas y nos da unos consejos geniales.

Acaricio mi sien cansada.

-Creo que me harte de este lugar.

-Oh, no te preocupes, con el tiempo se vuelve divertido. -sonríe y me mira fijamente.

Que miedo.

-¿Cuánto tiempo tienes aquí?

-Dos años. -dice orgullosa. Abro mi boca sorprendida. -Antes estaba mucho más gordita.

Se remueve en su silla con una sonrisa enorme y se queda quieta por muchos minutos asustándome más. La tal doctora entra con su respectivo uniforme blanco y estoy que no aguanto del blanco.

Nada, de verdad absolutamente nada es de otro color. El baño es blanco, las paredes son blancas, las puertas son blancas, incluso el jodido patio es blanco y las rejas que escale también son blancas.

Harta del puto color blanco.

-Buenos días. -la doctora entra sonriente sentándose. -Por si no sabían hoy tenemos una nueva compañera.

Me mira sonriente y cierro los ojos para poder calmarme, esto es un asco.

-¿Podrías presentarte? -me pregunta amable y no tengo de otra más que hablar.

-Me llamo Alyssa.

Toda la atención la tengo y eso hace que empiece a pellizcarme el brazo de los nervios.

-Mucho gusto, Alyssa. ¿Nos puedes contar el porqué estas aquí?

-Soy anoréxica, ansiosa y depresiva.

Escucho como un chico se ríe a carcajadas.

-¿Solo por eso? -se sigue riendo. -Que ridícula.

-Recuerden que estamos aquí y no criticamos a nadie, así que por favor Pablo, discúlpate.

El tal Pablo rueda los ojos.

-Una disculpa, anoréxica. -se ríe y varios lo acompañan.

-Cállate maldito esquizofrénico de mierda. -suelta Daisy.

Siento la bilis quemar mi garganta y corro hasta el baño con una enfermera pisándome los pasos. Expulso todo el desayuno en el baño y me siento en el suelo para poder recuperarme.

-Aparte de torpe, también saliste sensible. -me sobresalto al escuchar esa voz gruesa.

Volteo rápidamente y me encuentro al chico del techo.

-¿Qué haces aquí? -me encojo abrazándome.

-Vengo a darte un consejo. -se pone en cuclillas dejándome detallar más de cerca su rostros. -Cuando vayas a subir al techo trata de ir por la escalera que esta del otro lado. A la que subiste esta oxidada y suena mucho.

Se levanta sin dejarme de ver y me quedo hechizada con el brillo de sus ojos. Sale por la puerta y quedo más confundida de lo que estaba.

¿Quién es este chico?

-Alyssa. -me llama la enfermera desde afuera.

¿Cómo entro si la enfermera esta afuera?

Me limpio la boca y salgo topándome con la enfermera.

-¿Todo bien?

Asiento y vuelve a llevarme a la sala. Iba a negarme a volver a ir a esa "terapia" tan estúpida pero sigo pensando en ese chico. Mi mente solo viaja en él y en esos ojos brillosos.

Todos guardan silencio cuando entramos y el chico que Daisy le hablo por Pablo, se levanta y se acerca ofreciéndome su mano.

-Lo siento. -me mira esperando que acepte su mano.

Por más que quisiera aceptar su mano no puedo. Odio el contacto físico, tanto que ni la mano puedo dar.

-Acepto tus disculpas.

Baja la mano y se va hasta su silla. Ahora todos y cada uno empieza a decir porqué están aquí, como era de esperase no preste atención a nadie, no me importa el porqué están aquí si soy sincera.

Sigo pensando en el chico del techo y estoy ansiosa por volver esta noche.

La terapia se acaba y nos mandan a dar un baño que es por turnos. Mientras que Daisy y yo esperamos nos sentamos a jugar damas chinas.

-Quiero agradecerte. -sonrío un poco. -Fueron palabras muy lindas hacia Pablo.

Trata de no sonreír pero termina riéndose.

-Para eso están las amigas. -se encoje de hombros mientras mueve su pieza.

Amigas.

Es lo que suena en mi cabeza. Solo llevamos un día de conocernos y ya me llama amiga. Me siento feliz porque por primera vez alguien me llama amiga.

Nuestro turno llega y nos duchamos para tomarnos mil pastillas que nos hacen dormir. Me despiertan para ir a comer, juego con Daisy hasta que se llega la hora de la cena y estoy nerviosa por escaparme esta noche.

Es algo idiota decir que me "escapare" cuando lo real es que solo iré al techo.

-¿Qué es lo que te tiene tan inquieta? -me pregunta Daisy mirándome con los ojos entrecerrados.

Espero a que acabe de comer para cambiar los platos y no sé si deba decirle.

-Nada, solo tengo sueño.

Cada quien se va a su habitación y cuando la enfermera me da la pastilla y se va empiezo a caminar de un lado a otro. Espero como unas dos horas a que todo este tranquilo y el sueño esta venciéndome por lo que decido salir ya.

Espero unos minutos y el enfermero se mete al baño. Agradezco al de arriba por esta oportunidad, ahora solo queda uno. Bajo hasta el primer piso y esta dando rondín caminando por todo el pasillo, espero hasta que se vaya al final para salir de puntitas.

Salgo sintiendo como el aire golpea mi rostro y empiezo a escalar la reja con mucho cuidado a no hacer ruido. Al pasarlo empiezo a buscar la escalera que el chico me dijo, empiezo a desesperarme al no encontrarla. Volteo a todas partes hasta que choco con algo que me hace caer sentada.

Miro que fue lo que me tiro y una sonrisa se dibuja en mi rostro al ver la escalera.

-¡Si! -susurro emocionada.

Subo poco a poco cansándome a la mitad. El edificio es enorme y mi condición claramente no es la mejor.

Al subir quedo embelesada ante la vista. Miles de árboles adornan todo, hay unas pequeñas montañas a lo lejos que siguen cubiertas por la nieve de ayer.

Voy caminando por el techo que asquerosamente también es blanco y en la orilla puedo ver al chico.

-Seguiste mi consejo. -dice sin voltearme a ver.

Me acerco y me siento a su lado. Mis pies quedan colgando y el paisaje sigue siendo maravilloso.

-Lo seguí.

Me abrazo ante la pequeña brisa que hay. Sonrío porqué me gusta la vista, me gusta esté lugar... bueno, solo el paisaje.

Miro al chico de mi lado que su mirada esta en el paisaje.

-¿Siempre te escapas? -pregunto sin dejarlo de ver.

-Si. -response serio sin verme.

-¿Nunca te han atrapado?

-No.

-Bien. -muevo mis piernas incómoda. -¿Cómo te llamas?

-Que te importa.

-Bien. -empiezo a jugar con mis manos. -Chico serio.

Por primera vez me interesa saber la historia de alguien. Siempre las personas me han importado un rábano, pero siento que quiero descubrir que hay detrás de este chico serio y misterioso.

-¿Por qué estas aquí?

-¿No te puedes callar? -me mira casi irritado y yo volteo a otro lado.

-Bien.

Pasan minutos en silencio y empiezo a moverme inquieta. No soy amante de hablar con personas pero quiero hablar con él y él hace de todo para no hablar, solo se queda callado mirando como el viento mueve los árboles que desde aquí arriba se ven pequeños.

-¿Puedes dejar de moverte? Desesperas.

Me levanto enojada.

-No me voy a dejar de mover hasta que mínimo me digas tu nombre. -me cruzo de brazos mientras me gano su mirada. -¿Puedo saber en que pisos estás por lo menos?

Se levanta sacudiendo su uniforme blanco.

-No sé porqué eres tan confianzuda. -se acerca. -¿Que haces aquí con un loco? Claramente puedo aventarte y puedes morir en cuestión de segundos.

Sus palabras me dejan reflexionando.

¿Qué mierda hago aquí?

-Soy del piso cuatro.