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Aceptación.

Los tres bandidos de la calle pasaron la siguiente noche bajo las estrellas con una fogata y un caldo verde al cual Maldra llamaba cena. Aunque Lenet se negó comer junto a ellos, el olor lo convenció.

—¿Podría haber algo mejor? Nosotros tres compartiendo, bajo el cielo—. Dijo Lu antes de que Maldra le diera un bocado. 

—¿Mejor? —Reclamó Lenet— Mejor que no tener la llave, que Maldra no encontrara a su hijo o que tú, —no supo qué decir— tú no, tú estás bien, o yo que jamás voy a volver a poner un pie en el cielo. Sahidra de mi vida ¿qué más podría pedir?

Maldra regañó al niño por el tono de su respuesta. Él puso los pies del hombre de piel morena en la tierra. No le faltaba razón a sus palabras. 

—Algo se nos tiene que ocurrir. —Lenet se sentó decepcionado—. A el gran Maldra, conquistador de mundos siempre se le ocurría algo.

Enervada la niña preguntó por el significado del título. Lenet no lo podía creer. Ella desconocía las gestas del hereje mayor. Maldra aseguró que no era para tanto. Bli le recordó sus aventuras. Él estrelló un planeta contra el templo de Sacoida quien aún debía estárselo recordando a su tía, según sus palabras. 

—Niño, todos tenemos nuestros tiempos de gloria —. Dijo Maldra cuando recostó su cabeza en su carruaje y cruzó sus pies. 

Fascinada Lu preguntó por cómo él sabía esas historias. Avergonzado respondió: «Tía Sahidra me las pasaba contando todo el tiempo ¿y cómo no iba hacerlo? Si Maldra literalmente acechaba su cabeza. Como la vez que escapaste de las tinieblas». El niño se echó a reír. 

—Y yo pensando que era tu enemigo.

—Y lo fuiste, pero admitámoslo, fuiste el mejor contrincante que he tenido. Ni siquiera esto se le compara. Por eso se nos tiene que ocurrir algo.

Maldra no era tan optimista. Apeló a lo pasado de esas historias. Bli le dio la razón «¿Ahora qué pasará con nosotros?». 

—Casaré bestias hasta volverme muy rico y gozaré cada momento hasta que muera. 

Sorprendido, Bli le remarcó la horrible idea de entregar una vida a la vanidad. Maldra le aseguró tener sus razones. Debía disfrutar el ahora pues según su experiencia las tinieblas no era un lugar muy confortable.

—Tu por lo menos irás a algún lugar y no desaparecerás como si nada hubiese valido la pena

La niña estaba confundida. No tenía ni idea de dónde o qué eran esos lugares. Maldra tomó una rama y empezó a dibujar en el suelo para explicarle:

—Cuando las personas mueren dependiendo de cómo fueran en vida irán a un lugar diferente. Si eres bueno y agradas a los dioses como los montañeses que te encontraron irás al jardín donde serás feliz por siempre. Si eres malo como Saigona o no agradas a los dioses como yo vas a las tinieblas donde serás condenado a sentir que te quemas en el fuego de mil incendios pero no podrás gritar. 

—¿A dónde irá Lenet?

—Él es un caso especial. Los que no tienen alma

—Solo desaparecen —completó Bli. 

—Alma, ¿Qué es eso?

—Es lo que le da color a tus ojos y como ves yo no tengo eso. 

Lu lo lamentó. Ella tuvo una idea. Preguntó si había una forma según sus palabras: «De escapar de las tinieblas, pero al revés, pero con el jardín». «Si hay, pero es imposible» añadió Maldra. La niña de cabello blanco se negó a creer esa historia. Lenet la confirmó al decir «Fui yo quien lo detuvo». Ella se emocionó. Les señaló que ahora estaban en el mismo bando. Ahora era posible.

—Además de seguro estarás en el jardín cuando encuentres flores triangulares amarillas ¿acaso se han vuelto locos? Sahidra y Golowy nos esperarían en la puerta para darnos la paliza de nuestras vidas —. Dijo Maldra. 

—Tal vez Lu tenga razón —. Añadió sorprendido Bli.