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Prologo: Curiosidad

La curiosidad…

Algo que inunda el cuerpo del ser humano sin importar su raza, edad, género e incluso el lugar donde se encuentra.

Por curiosidad los humanos han descubierto diferentes tipos de emociones en su ser, tanto buenas como malas, pero hay una que siempre habitará dentro de ellos, una emoción que existe desde que fueron creados, no importa si fue por la evolución o por un ser de poder mayor.

Y esa emoción es el miedo.

El miedo ha estado habitando dentro de los seres humanos desde que aprendieron a caminar, desde que descubrieron lo que era el fuego, el miedo a morir, el libre albedrío, y al miedo siempre lo acompañó la curiosidad, y de ambos nacieron muchas cosas, tanto buenas como malas, pero en su mayoría malas.

Por esas cosas, muchas historias fueron contadas para explicar lo que alguna vez fueron misterios, tales como:

¿Por qué caía la lluvia y los truenos?

¿Por qué hubo sequía?

¿Por qué las personas desaparecen de la nada?

¿Por qué existían estructuras naturales inexplicables?

Todas esas dudas se respondieron en sus tiempos con dos simples cosas, dos cosas que los humanos veneraron y temieron hace siglos, los dioses y los demonios.

Pero los humanos no saben que aquellos seres existían, creados a partir de la creencia de ellos, sobrevivieron durante siglos hasta que fueron olvidados por las arenas del tiempo, o al menos eso es lo que uno esperaría.

Ahora solo queda uno, uno que no es ni un dios ni un demonio, algo que es más antiguo que todo eso, algo que nació en cuanto el primer ser pensante experimentó el miedo, y que se hizo más fuerte cuando la curiosidad los guió a evolucionar.

El es una bestia, la curiosidad es su cebo y la desesperación su alimento, y ahora está hambriento, y necesita comer, comer hasta que ya no quede nada.

Y su presa ahora es la raza humana.