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Una noche.

Después de haber dedicado una cantidad mayor de tiempo del que normalmente solía acostumbrar, ello con la finalidad de poder terminar de atender ciertas naturales necesidades de características fisiológicas que la larga espera precedente forzosamente la habían obligado a tener que saber aguardar, finalmente Asuka Langley Shikinami logró ser capaz de aprovechar aquella ocasión para tomar una ducha. Ello no tan solo con la finalidad de asearse y de reanimarse un poco luego de haber estado obligada a aguardar durante interminables horas sumergida en el denso LCL que rellenaba todo el interior de la cápsula tipo "Entry Plug" de su unidad Evangelion número 02; sino que también quería así aprovechar de ordenar, aunque fuera un poco, todo aquel incesante tren de pensamientos que la habían acompañado desde que se había visto forzada a dar inicio a aquella jornada de una manera mucho más brusca y anticipada de lo que ella hubiera deseado o siquiera imaginado.

Luego de ese fuerte golpe inicial de agua bien fría que bruscamente recayó sobre su desnudo cuerpo, el que definitivamente la terminaría de hacer reaccionar por completo, mientras le hacía a la vez rememorar porque el más que anticuado sistema de calderas de aquella nave siempre resultaba ser todo un suplicio cada vez que era utilizado fuera del horario reglamentario de diana; Asuka sintió como, a medida que el agua lentamente comenzaba a temperarse, también comenzaba a clarificarse su mente y así podía comenzar a llevar a cabo una mejor recapitulación acerca de todo lo que había ocurrido desde el inicio de aquella jornada que en esos momentos se encontraba a punto de expirar. Oportunidad desde la cual habían dejado de navegar por aquel inmenso océano para terminar estacionados en medio de aquel perdido lugar de alta mar, y todo ello a la espera de una señal.

Efectivamente, y por increíble que pudiera parecer a oídos extraños, toda aquella travesía cuidadosamente planificada durante largo tiempo y que se había llevado a cabo durante múltiples semanas que llegaron a parecer interminables se había realizado únicamente en pos de poder escuchar y corroborar por si mismos el lejano eco de una débil señal.

-La señal del contendor del Eva 01-. Susurraría débilmente ella mientras cortaba el tosco y más que avejentado grifo de aquella ducha para luego tomar aquel frasco de champú a medio llenar con el fin de lavar su cabeza.

-El Eva de Shinji-. Volvería a musitar ella después de un prolongado tiempo de indefinición, ello antes de soltar un ahogado gruñido y retomar con algo de molestia aquel mecánico proceder de depositar el champú en sus manos para así limpiar con mayor fuerza de la acostumbrada aquella larga y rojiza cabellera.

Y mientras masajeaba sus sienes para así limpiar su cabellera, la persona quien había sido en algún pretérito momento conocida como la "Segunda Elegida" no podía dejar de pensar que todo lo que había sucedido era única y exclusivamente culpa de aquel muchacho. Y motivaciones no le faltaban para razonar de tamaña manera. Después de todo, toda la avanzada de WILLE de la cual ella formaba parte integrante había emprendido aquella arriesgada y enorme travesía de cruzar de manera sigilosa el océano más grande del planeta tan solo para lograr esperar captar la señal de aquella estúpida unidad Evangelion que, hasta ese minuto, había sido considerada no solo como inalcanzable, sino que también como irremediablemente perdida. La misma unidad que, en conjunto con su piloto, hacían ya más de 14 años atrás habían estado en su momento al borde de desencadenar un verdadero Armagedón. El cual tan solo a último momento había logrado ser providencialmente cancelado; todo ello gracias a la acometida de una inesperada intervención caída del cielo, literalmente.

Pero contra lo que pudiera haberse esperado, tamaña intervención providencial no solo había terminado resultando incapaz de transmutar lo que parecía ser una inminente desgracia en dichosa ventura; sino que, en vez de haberles sentenciado a un único y definitorio juicio final, tanto ella, así como todo el resto de los miembros que conformaban la organización WILLE habían sido en su lugar condenados a malvivir día tras día atrapados en un eterno purgatorio consistente en una guerra incesante y sin cuartel contra los mismos quienes hasta hacia poco tiempo atrás habían servido creyendo en su primigenio compromiso de proteger y salvar a la humanidad por la que ellos antes habían luchado. Un batallar constante que les había obligado a aprender a sobrevivir en base a soportar un perpetuo desarraigo; completamente desprovista de cualquier lugar al que ella pudiera denominar verdaderamente como un hogar. Ello mientras pasaba a formar parte de aquella pequeña tropa de sempiternos ambulantes que tan solo podían permanecer aferrados ante la cada vez más utópica esperanza de que algún día culminara aquel éxodo forzoso que les había hecho deambular a través de todo lo ancho y largo del mundo. Un feble halo de esperanza que, con todo, había sido capaz de hacerles soportar todo el peso de aquel interminable peregrinar sin rumbo que, si llegaba a tener razón Ritsuko, bien podría encontrarse finalmente a las puertas de finalizar.

Y sin embargo, y mientras procedía a jabonar ahora el resto de su cuerpo, la mente de Asuka no lograba evitar regresar una vez más hacia esa duda corrosiva que, a estas alturas, ya debería haber aprendido a abandonar por su propio bienestar. Pero que aun así no podía dejar de merodear en su cabeza.

La maldita pregunta del porqué.

Pero cuando Asuka se cuestionaba con particular dureza la interrogante acerca del porqué, no lo hacía en pos de buscar el esclarecimiento de las razones estratégicas o militares por las cuales debía prestarse gran importancia tanto al seguimiento de aquella extraviada unidad Evangelion que ahora sabían bien que estaba allí arriba en el espacio lejano orbitando por encima de sus cabezas; como bien pudo enterarse durante el transcurso de aquella jornada durante la cual ella había terminado aguardando pacientemente durante varias horas que parecieron tornarse interminables en el interior de su unidad Evangelion en preparación ante la expectativa de ingresar en la traba de una posible contienda que, al final, nunca llego a acontecer. Todas esas razones ella las conocía muy bien, demasiado bien. Más que mal, pocos como ella conocían de primera mano y mejor que nadie cual era el verdadero potencial que podían desplegar las unidades Evangelion y hasta donde estas podían ser capaces de ser llevadas de resultar necesario. De hecho, absolutamente todo en ella misma no era ahora más que un perfecto y perpetuo recordatorio de aquello.

Y eso último disgusto bastante a la pelirroja, quien con rabia contenida volvió a abrir el grifo de la ducha para que el agua otra vez fría golpeara y mojara aquel cuerpo menudo, mientras que con idéntico ímpetu procedía a sacarse rápidamente los remanentes de jabón que todavía quedaban, ello aún sin esperar que el agua lograra caldearse aunque fuera tan solo un poco. Todo ello mientras trataba de concientizarse a sí misma en que este no era el tiempo ni el momento para andar desperdiciándolo en reflexionar tantas y tamañas tonterías. Por lo que debía volver en sí y regresar su atención al aquí y el ahora.

Pero no obstante lo anterior, todas sus pretensiones terminarían desvaneciéndose raudamente cuando al salir de aquella ducha, y mientras tomaba una toalla para secar su cuerpo, no pudo evitar al mirarse en aquel espejo ligeramente empañado detenerse un poco para contemplarse con algo más de detenimiento a sí misma. Oportunidad en la cual, por más que lo intentó, no fue capaz de evitar que su mente otra vez regresara a extraviarse en sus cavilaciones.

Frente a ella podía encontrarse reflejado el cuerpo de alguien que, a pesar de sus apariencias todavía extremadamente lozanas y juveniles que la hacían aparentar muchísimos menos años de los que realmente contaba, hacía demasiado tiempo que ya había dejado de corresponder al de aquella jovencita adolescente quinceañera que solía pilotear su unidad Evangelion porque sentía que ese era su deber y su propósito, por lo que acometía la tarea de procurar ser siempre la mejor en ello como su mayor y única preocupación en la vida. Ahora frente a ella, y a pesar de la difusión del vapor que aún no se retiraba totalmente de aquel cuarto de baño, este proyectaba la imagen de una verdadera mujer con todas sus letras. Una que dentro de muy escasas semanas cumpliría ya los treinta años de edad, y que ahora asumía deberes y responsabilidades tales que, pilotear el Evangelion había pasado ahora a devenir tan solo en otra labor más de todas aquellas que se adicionaban a su ya nada despreciable catálogo de deberes.

Y sin embargo, muy prontamente una mueca triste asomaría por el rostro de aquella fémina al repasar su cuerpo que, a pesar de su artificiosa e irreal jovialidad, resultaba prodigioso en exhibir marcas de laceraciones y cicatrices producidas por causa de tantas y tan complejas batallas que durante todos aquellos años habían sido capaces de mancillar no tan solo su cuerpo, sino que también habían hecho lo propio con lo más profundo de su ser; hasta el punto que su privilegiadísima juventud que, en alguna otra era debería haberle representado toda una bendición, no hacía mas que enmascarar exactamente lo contrario; una maldición de la cual Asuka nunca jamás se podría liberar. Ni siquiera aún si por esas eventualidades del destino ellos lograran ser capaces de conquistar el triunfo absoluto.

De ahí esa duda corrosiva que de un tiempo a esta parte Shikinami trataba de ahogar. Misma interrogante que, de desde un tiempo a esta parte, se le estaba tornando cada vez más dificultosa de superar. Si todos los planes lograban salir bien, esta incesante guerra insana bien podría llegar a su final y así todo el mundo podría finalmente conquistar la tan anhelada paz en la tierra. Pero, ¿Cómo podría ella lograr conquistar la paz de su propio interior?

-¿Cómo hacerlo?- Se susurraría mientras otra vez volvería a cuestionarse tenuemente para sí misma, todo ello a la vez que su observar fue poco a poco ascendiendo para posarse en esta ocasión sobre sus propios ojos. Pero en realidad no transcurría demasiado tiempo para que la atención de estos prontamente pasaran a centrarse de manera más específica en su ojo izquierdo, ese que de manera permanente solía permanecer bien tapado por un oscuro parche al estilo pirata. Ocultamiento que hacia no solo a fin de intimidar a cualquiera que pretendiera acercarse o permanecer demasiado tiempo cerca de ella, sino que, en realidad, lo hacía para que nadie pudiera ser capaz de detenerse a contemplar aquel mirar que alguna vez había llegado a ser vivido y fulgurante ante la maravillosa expectativa de contar con toda una vida por delante para desarrollar, pero que ahora era absolutamente incapaz de devolver a quien posara su mirada en ellos otra cosa que no fuera la triste desolación de un mirar completamente inerte que, mientras ella viviera, no solo nunca mas podría ser capaz de volver a brillar, sino que nunca más debería volver a hacerlo.

Abrumada ante tantas y tan complejas cavilaciones, la pelirroja opto por ya no continuar perdiendo más el tiempo y, en su lugar procedió a secar rápidamente y con brusquedad su cabellera y, luego, todo el resto de su cuerpo. Ello para luego coger el parche y de manera brusca ponérselo en su cara a fin de tapar la visión de aquel ojo muerto; todo esto, antes de ponerse las bragas mientras abría la puerta para salir de aquel cuarto de baño privado con el que contaba su camarote. Una salida donde, por cierto, muy prontamente aquella fémina descubriría que, contra lo que ella podía presumir, no se encontraría sola.

Ello porque en frente suyo se encontraba nada más y nada menos que Mari Makinami; una mujer con la cual no solo compartía edades análogas; sino que también era su compañera piloto responsable de manejar el Evangelion unidad octava.

Pero el verdadero estupor que invadía en esos momentos a la pelirroja no radicaba tan solo en que su colega estuviera ahí en su habitación; sino en que ella estuviera aguardándole coquetamente mientras se hallaba tendida sobre el camarote de aquel cuarto haciendo descarada gala de toda su voluptuosidad, lo que quedaba todavía más en evidencia al verla desprovista de cualquier otra vestidura a excepción de un delicado y suave babydoll rosado; corta y escotada prenda etérea la cual se ceñía fácilmente a su muy bien formado y gracioso cuerpo de exuberantes y lozanas características. Todo ello mientras su finísima transparencia permitía fácilmente apreciar que por debajo de aquella prenda su acompañante tan solo utilizaba un conjunto de levísima lencería transparente fabricada de sensual encaje también rosado que apenas resultaba capaz de cubrir un poco más allá aparte de lo estrictamente indispensable. Todo un atrevido conjunto que, claramente, más que para ser utilizado, claramente estaba hecho para provocar que prontamente dejara de ser empleado por su portadora. Y prontamente así pareció quedar en evidencia las intenciones de esa colega piloto, cuyo rostro pareció de pronto iluminarse vívidamente al vislumbrar a aquella pelirroja salir de aquel cuarto de baño desprovista de cualquier otra prenda que no fueran unas bragas rosadas algo más comunes y toscas que su portadora no esperaba utilizar con la finalidad de atraer o seducir a nadie, sino que simplemente para ser prácticas y cómodas para el uso.

-Te ves preciosa-. Le señalo sin demora y con gran beneplácito en su sensual voz aquella otra joven mujer quien con profundo desparpajo estaba ocupando su cama.

-¿Ah?-. Fue la más parca reacción de Asuka ante esta afirmación tan sorprendente como la repentina presencia de su compañera.

-De hecho, déjame decirte que ahora mismo te ves encantadoramente sensual-. Agregaría Mari con aún más emoción y excitación en su tonalidad de voz al vislumbrar a su casi desnuda compañera iluminada de frente con el desfalleciente sol del atardecer que se colaba por la ventanilla del camarote y que daba directamente en su cuerpo, imprimiéndole a este una vívida tonalidad de majestuoso arrebol que la bañaba y que permitían resaltar las levísimas gotas de humedad que todavía quedaban en ese normalmente pálido cuerpo y que, gracias a la refracción de los vívidos rayos del ocaso, le hacían ver ante los ojos de su dichosa compañera simplemente radiante, como si de una majestuosa visión celestial se tratara. Todo un parabién que, sin embargo, encontraría de parte de esa otra mujer una respuesta algo más brusca y muchísimo menos halagüeña.

-Déjame adivinar. Fuiste a bañarte en el baño de tu camarote y después viniste a esperarme acá durante todo este tiempo. ¿No es así?

-Mmm… ¿Acaso estas sentida conmigo porque querías que nos bañáramos juntas?-. Sería la contra pregunta formulada por su colega con una suspicacia sensualmente fingida. Interrogante ante la cual Asuka simplemente tan solo pudo responder levantando ligeramente la mirada hacia el metálico techo de su cuarto, ello mientras suspiraba con un ligero dejo de resignación ante tamaña ocurrencia.

-¡Vamos! Sé que querías tanto entrar en combate. Pero dado que en medio de este punto de la nada tan solo tuvimos la aburrida calma de la espera ¿Por qué mejor no te sacas las ganas haciendo en su lugar nuestra propia versión de combate "cuerpo a cuerpo" aquí mismo?, ¿Qué te parece?-. Le inquiriría de manera provocadoramente sugestiva Makinami. Sugerencia a la cual la aludida piloto pelirroja tan solo pudo atinar a responder de una manera algo desganada.

-Mari. Hoy no me siento de humor para tus jueguitos.

-Tanto mejor. Si quieres, podemos aprovechar que todavía es temprano y podemos pasar tu y yo un buen rato mientras liberamos tensiones y así nos ponemos de mejor humor ¿Qué te parece?-. Termino preguntando con picardía maliciosa. Una pregunta a la cual Asuka le brindaría de manera prácticamente tajante una pronta e inmediata respuesta.

-No.

-Eres muy cruel conmigo-. Le diría con artificiosa voz triste y melosa aquella otra piloto. Reacción que solo consiguió que Shikinami rodara los ojos para otra vez elevar su mirar hacia ese metálico techo gris. Contemplación que, en todo caso, no demoró demasiado; antes que su compañera le hiciera regresar su atención al sonido de una exclamación.

-¡Ya entiendo! Entonces, el día de hoy no quieres ser ruda. Lo que tú en verdad pretendes es que esta vez hagamos algo un poco más reposado, ¿no es así?-. Le cuestionaría entonces falsamente aquella mujer de anteojos mientras ágilmente procedía a incorporarse cual verdadera felina desde el lecho de aquella cama para así dirigir unos cortos y sensuales pasos hacia donde se encontraba la dueña de aquel camarote no sin antes rodearla un poco, lo suficiente para que de espaldas Asuka se diera vuelta y diera unos pasos hacia atrás hasta que no pudo retroceder a causa del tope impuesto por su camarote. Ello mientras Mari se acercaba todavía mas, posicionándose sin demora en frente de ella, tan cerca hasta el punto en que, a causa de su generoso busto, sus ligeros ropajes íntimos rozaron el desnudo pecho mas plano y delicado de la pelirroja.

Ante tan abrupta irrupción, Asuka no pudo evitar sentirse extrañamente turbada por los ribetes que estaba adquiriendo la situación. Y ello no se debía a que ella fuera ignorante o estuviera incapacitada de comprender el significado de lo que allí estaba sucediendo. Después de todo, no solo no resultaba esta la vez primera que Mari irrumpía en su cuarto de esa manera y con tales intencionalidades, sino que, de hecho, solía hacerlo prácticamente bastante a menudo desde hacía ya un buen tiempo hasta esta parte. Pero lejos de resultarle aquello una situación molesta o desagradable, últimamente aquellas intromisiones le terminaban resultando profundamente agradables.

Y no era para menos. Porque no obstante que su comportamiento pudiera parecer o incluso efectivamente llegara a resultarle algo desatinado, cuando no, derechamente inmaduro; quizás, demasiado inmaduro en demasiadas ocasiones; sabía bien que frente a ella tenía a la única persona que durante buena parte de todos estos años había sido capaz de poder prodigarle todos esos momentos de confort y placer de los cuales su vida normalmente carecía. La única que sabía cómo poder proporcionarle a esa parca monotonía propia de la vida del eterno combatiente alguna emoción gozosa que le permitiera abandonar la normal agitación y frenesí propios de la lucha por la supervivencia. Ello, aun cuando aquellos esporádicos disfrutes frugales tan solo lograban ser posibles gracias a la trémula excitación de la carne, estremecimiento provocado a costa de recurrir a la exaltación de los placeres mas bajos y primarios. Una apelación hacia los instintos más básico a los cuales una parte de ella todavía sentía que no debería ceder ni caer por resultar estos tan burdos y muy poco dignos de alguien como ella.

Pero no obstante todos esos resquemores y resistencias que habían sido producto de su rígida formación, incluso alguien como Asuka Langley no podía dejar de padecer la permanente necesidad de esa impertinente compañera para así lograr satisfacer a plenitud todo ese terrenal imperativo de placer que le permitía evadirse, aunque fuera de manera temporal, de todo el pesado yugo del tedio y la eterna marcha incesante de la monotonía que jornada a jornada le imponía aquella guerra interminable que a estas alturas ya tanto estaba empezando a odiar con todas las fuerzas de su alma. Tedio que al final tan solo conseguía tornarse en pesada amargura que normalmente solía invadir todo su ser y que únicamente parecía terminar cuando aquella fémina llegaba a aparecer en instancias como estas, tan siempre presta y dispuesta para brindarle placer de una manera que tan solo ella podía hacerlo. Y vaya si que sabía ella como hacerlo.

Y ello bien pudo percibirlo con facilidad Makinami, al inmediatamente percibir como toda aquella ansiedad comenzar a recorrer el cada vez más tembloroso cuerpo de Shikinami haciéndola estremecerse de manera tal que provocaba que la totalidad de su piel se erizara, pudiendo sentir el ardor de aquella piel a través de sus finísimos y etéreos ropajes, los que no fueron obstáculo alguno para que a través de ellos pudiera percibir como la excitación de esa aparentemente arisca chica se tornaba ya en indisimulable al sentir esos cada vez mas tensos pechos exigiendo calor y satisfacción. Sensación la cual hizo sonreír gozosamente a esa mujer. Jubilo que se acrecentaría al sentir como el porte hasta entonces tan desafiante de Asuka parecía comenzar a desmoronarse mientras su voz comenzaba a temblar mientras realizaba ingentes esfuerzos mientras trataba de aparentar la mantención de firmeza cuando realizó una solicitación que resulto para los oídos de la aludida mucho menos extraña de lo que a primera podría parecer.

-Dame placer.

-Conque ahora quieres hacerte la chica ruda conmigo, ¿no es así?-. Inquirió Mari mientras meneaba sus pechos, para que el roce de estos estimularan los de su compañera. Cometido que no demoro demasiado en develarse como prontamente efectivo, al sentir como sus pezones se erguían, estimulando de paso aún mas los suyos.

-¿Ya comienzas a gozar princesa?-. Requirió Makinami, mientras incrementaba la velocidad de su juego.

-Todavía no-. Trato de responder al desafío Asuka con voz aún menos firme de lo que esperaba. Reto al cual Mari se enfrentó quitándose el babydoll mientras su pecho cubierto por ese sostén de finísima tela se ganaba aún mas cerca de ella para así sentir mejor contacto. Ello, mientras su mano derecha recorría suavemente ese cuerpo húmedo y ahora estremecido de la pelirroja hasta llegar a donde estaban las bragas de aquella desafiante mujer que ahora parecía abrirse tímidamente. Acariciando esa entrepierna cubierta por aquella tela que prontamente parecía tornársele en molestosa para esa piloto, como pudo comprobarlo al observar ese rostro que, sin necesidad de decir nada, demandaba a gritos cada vez mas y mas placer. Fue entonces como Mari sin aviso deslizo sus dedos al interior de esa prenda buscando hasta encontrar sin dificultad alguna aquella cavernosa gruta donde se encontraba la fuente del placer que tanto demandaba esa otra fémina.

-¿Acaso era esto lo que querías?-. Preguntaría la desafiada ante una piloto que ya debía empezar a esforzarse en mantenerse de pie mientras inconscientemente aflojaba la cerrazón de sus piernas para así permitir que esa otra fémina comenzara a explorarla.

-No, no es suficiente.

Ante esta respuesta de su colega no se requirieron ya de más palabras. Con una ligera sonrisa de satisfacción enmarcando su rostro, Mari prontamente dibujo y recorrió con sus dedos el suave contorno de aquella entrada. Provocando con ello que el rostro de la colorina comenzara a relajarse en pos de la espera de un placer que no demoro demasiado en acrecentarse cuando los hábiles y traviesos dedos de su compañera se atrevieron a adentrarse cada vez mas hondo en esa suave cavernosidad, mientras estos buscaban con frenesí maniaco el punto exacto que le permitiría encender el éxtasis por todo el cuerpo de su compañera.

Y esto último no le resulto demasiado difícil. Ya que después de tantos años Mari sabía perfectamente bien como debía abordar a su compañera. Labor que resultaba mucho más fácil al haber aprendido a sentir e interpretar todas las señales que Asuka estaba brindando con cada vez mas generosa y evidente claridad. Sabía que si perseveraba tan solo un poco más, podría ella encontrar su recompensa. Cosa que logro fácilmente al sentir por medio de sus dedos el estremecimiento de la pelirroja cuando finalmente pudo dar con su objetivo. Por lo que ahora tan solo debía permanecer brindándole vívido estimulo hasta que su compañera alcanzara la fruición. Complacencia que aquella mano maestra prontamente supo brindar frotando y estimulándole con esos dedos prestamente bañados por la esencia que su compañera poco a poco iba inconscientemente liberando de su ser mientras experimentaba ella una cada vez más gratificante sensación que poco a poco iba apoderándose de todo el cuerpo de esa otra piloto y que podía reflejarse en ese rostro que a esas alturas ya había abandonado por completo la habitual circunspección que parecía perpetuamente gobernarle.

-¿Esto era lo que querías?-. Demando saber Mari con una voz propia de quien ya se sabe dominadora de la situación.

-Si-. Respondió débilmente la interrogada.

Ante esta respuesta, y de manera muy discreta, Mari sonrió. Adoraba ver cuando las facciones de Asuka abandonaban la amargura mientras sus últimas resistencias finalmente se derrumbaban a la vez que finalmente se permitía entregarse abiertamente al placer. Lo que hacía que ella misma también deseara dentro de su alma permitirse sucumbir abiertamente y sin tapujos a todo ese placer. El anhelo de compartir ese gozo hizo que Mari se abocara su cometido con todavía mucho más ahínco, agilizando a marcha forzada el actuar de sus dedos, lo que se evidenció en ese porte tembloroso magnificado por la respiración cada vez más jadeante de la pelirroja, quien ya parecía absolutamente incapaz de seguir ahí de pie conteniéndose durante mucho mas tiempo, mientras imploraba que esa bendita tortura acabara prontamente al tenor de una gozosa suplicación cada vez mas poderosa.

-Hazlo. Hazlo.

-¿Qué quieres que haga?-. Pregunto Mari mientras, contrariando los deseos de la aludida, iba poco a poco aligerando la intensidad.

-¡No te detengas! ¡Dámelo, dámelo!

-¿Quieres acabar, verdad?

-Sí, acaba con esto.

-Si acabo con esto, ¿me darás luego lo que quiero?

-Si, te daré lo que quieras.

-¿De verdad?

-Sí, te daré todo lo que quieras. Pero por favor, acaba con esto.

Ante esta promesa, la respuesta de Mari fue adentrarse más en la cálida y húmeda intimidad de esa solicitante decidida a darle lo que ella tanto quería. Frotando con quemante fiereza aquel punto que la haría nuevamente perderse hasta finalmente llegar a desfallecer cuando todas las fuentes internas del placer estallaron, dejando a Asuka debilitada hasta caer jadeante y sin demora en aquella litera, desarmada y desprovista de otro ropaje que no fueran aquellas bragas que ahora lucían visiblemente empapadas.

Ante esta visión, Mari degusto con complacencia la esencia de su compañera que todavía permanecía generosa en sus dedos. Saboreando a fondo todo el gusto de esa mujer que estaba ahí expectante. A la espera de que ella supiera prontamente merecidamente retribuirle aquello que tanto esperaba.

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Continuará…

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