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La despedida

— Huir así de su parte fue muy cruel, durante todos estos años no eh podido evitar sentir ese vacío en mi vida, sentimiento que hasta ese momento no había vuelto a sentir desde que mis padres emigraron, es como sentir que algo te falta pues un día simplemente estaba con nosotros en casa y al otro de la nada ya se había marchado sin decir adiós.

Respiré profundo pues sentí como mis emociones intentaban derrumbarme, pero a pesar de ello me contuve — aquel día Em, tras llegar de la escuela me llevé tremenda sorpresa para nada grata. Él ya se había marchado sin más, era como si la tierra se lo hubiese tragado y los abuelos no supieron explicarme que era lo que realmente había sucedido. Con los años una vez llegué a vivir a este país vi como su apellido comenzaba a ser eco por todos lados y salvaguardé algunas de mis dudas, pero aún hay algunas que quedan doliendo en el alma.

— Cuantos años tenías cuando despareció.

— Ocho años y aun lo recuerdo como si hubiera sido ayer, solo quiero verlo una vez más y así hablar con él, ya que tengo la gran duda de saber porque desapareció así sin dar respuesta alguna, luego ya seguiré mi vida con normalidad, lo prometo.

— Ojalá que así sea y cumplas tu palabra, así que una vez Milena y no más porque temo que puedas salir herida de alguna u otra manera con tal fama que se carga.

Durante algún tiempo más estuvimos conversando, los minutos con prisa avanzaron dejando bien en claro que no le importaba nada lo que tendríamos que hacer a lo largo de aquel día por lo que no se detendría para esperarnos.

Finalmente, Emely se percató de la hora eh indicando — se está haciendo tarde y aún quedan algunas cosas por resolver antes de que te vayas, así que lo mejor es regresar al apartamento — con calma asentí con la cabeza para hacerle entender que realmente había comprendido, así que nos pusimos de pie y nos alejamos del parque.

Ya en casa ambas tomamos rumbo a las habitaciones para asearnos, era lo que se suponía que yo debía igualmente hacer, pero, antes de, decidí empacar algunas cosas que me hacían falta por lo que me dirigí hasta el armario de donde saque una maleta de mano y deposite en el interior todo lo que necesitaba.

Estaba próxima a cerrar la puerta por lo que mi vista no se encontraba enfocada en lo que ocurría dentro de aquel espacio cuando de uno de los estantes superiores algo callo.

El sonido hueco de un objeto que impactaba contra el suelo se escuchó captando mi atención rápidamente, de inmediato gire mi cabeza hasta aquel punto encontrándome con la sorpresa de que un libro yacía en el suelo, este estaba abierto ya que algunas de sus páginas habían sido rotadas por el impacto y justo en el centro de tal división se encontraba una foto bastante vieja para ser sincera, en tanto agachándome sin dudarlo en mano la tome para contemplarla.

En ella nos encontrábamos Alexander y yo mostrando en nuestros rostros la sonrisa más enorme y cálida que se pueda alguien imaginar mientras nos encontrábamos sujetados de las manos sentados a orillas de una piscina y no cualquiera si no la misma que se encuentra en el lugar al cual me eh de dirigir, mi eterno amor Flor del Este el hogar que me vio crecer.

— Espero que por lo menos la vida te allá compensado por aquella carga que arrastrabas contigo aun siendo solo un niño.

Refute tras observar aquella imagen y recordar parte de aquellas tristes palabras dichas por tal pequeño la primera vez que se sinceró conmigo.

Mis ojos por algún tiempo se dedicaron a escudriñar los detalles contenidos en ella y tras abandonar una sonrisa al aire como cual tesoro la tome ocultándola de la vista intrusa de cualquier espectador dentro de aquel mismo libro el cual coloque nuevamente en su lugar.

Con sigilo entro al baño, abandono la ropa que llevo puesta, me ducho, lavo mi pelo y mis dientes, una vez salgo del cuarto de baño procuro el hecho de mantener un tanto la comodidad por lo que ciño en mi pecho un top en color azul junto a una sudadera del mismo color mientras que en la parte baje tras colocarme debidamente ropa interior acomodo a mi figura un jean en color negro junto a unos tenis.

Ya lista tomo en mano el morral donde eh guardado hacía un momento mis documentos junto a mi móvil mientras que en la otra cargo con el resto del equipaje, con una felicidad enorme salgo de mi habitación cerrando la puerta tras de mí para dirigirme hasta la cocina, en ella ya se encuentra Emely quien hacía unos minutos había empezado a armar todo el rollo del desayuno.

— ¿Quieres un poco de café? — recalco aquella tras verme aparecer.

— Sí, muchas gracias.

Emely con mucha amabilidad coloco aquella tasa sobre el mesón eh indicando que tomara asiento ambas nos acomodamos para disfrutar aquel momento.

El olor a café es único e inigualable y para las dos tal sustancia se ha convertido en el mejor deleite para nuestro paladar siendo lo que más rápido nos activa antes de iniciar con nuestro afamado día.

Una vez terminamos de desayunar tomamos las maletas, salimos del apartamento y bajando las escaleras nos dirigimos hasta el estacionamiento; una vez cargamos el equipaje y arribamos a aquellos asientos tomamos rumbo hasta ´´La Perl´´ una casa de moda de orientación italiana donde se venden en mayor medida vestidos de novia, cuestión curiosa pues todos los que allí laboramos estamos por demás decir con parejas casuales o solteros, pero para nada casados.

Tal icónico lugar es donde tanto Emely como yo trabajamos desde hace ya un año tras haber realizado nuestro cambio de ciudad; nuestro gran dilema de ese momento suscitaba en buscar a Jean Pierre el cual era nuestro jefe y gran amigo y quien se había ofrecido junto a Em para llevarme hasta el aeropuerto luego de arreglar algunas cosas en la oficina.

Una vez en su compañía emprendimos camino y para sorpresa de los tres fue algo relativamente corto debido a que había poco tráfico, aunque despedirme de ellos no fue nada fácil pues cuál de los dos sea más sensible cuando de decir adiós se tratase.

Los gritos de Jean Pierre dramático al fin relucían por sobre los ruidos que resonaban en aquel aeropuerto avergonzándonos evidentemente, mientras que Em se resinaba solamente a mostrar una expresión de tristeza.

— Nos vas a extrañar — recalco Jean Pierre tras secar sus lágrimas.

— Pero solo me iré unos pocos días, actúas como si me fuera a ir para no volver.

— No le quites la emoción al momento, déjame expresarme — replicó y volvió a lanzar un grito de cual llorona ante la lápida de su amante.

Miré a Em tras escucharlo y puede notar como aquella rodaba los ojos desconcertada ante tal escena pues no podía creer como aquel estaba actuando y recalqué.

— Saben perfectamente que sí les voy a extrañar.

Los abracé queriendo hacerles sentir tranquilidad, los estreche entre mis brazos con todo el amor que podía llegar a sentir hacia ellos a quienes considero mi familia y no muy bien lo hice desde los parlantes se escuchó por el personal como anunciaba que mi vuelo estaba próximo a partir, así que me apresuré de nuevo a estrecharles antes de dirigirme hasta migración.

Tras salir corriendo habiendo ya recorrido un poco del camino me di la vuelta y grite — los amo, tengan cuidado al volver y nada de peleas que los conozco — y elevando las manos al aire la agite diciendo finalmente adiós, recibiendo el mismo gesto de ellos con la frase que resonó a un lejos proveniente de aquellos dos.

— No te prometemos nada — y alejándome los perdí de vista.

Una vez allí con documentos en mano fue relativamente fácil abordar, todos los pasajeros arribamos y justo a las diez de la mañana mi vuelo había finalmente despegado.