1 Capítulo 1: Dejarlo todo

La vida era simple y tranquila en la ciudad. Él siempre estaba para mí. Podía correr a sus brazos cada que lo deseara. Era cálido, reconfortante y mío, era simplemente el amor en su máxima expresión. Hacía tanto qué estábamos juntos qué no recordaba mis mañanas sin él, era tan sencillo como empezar mis días a su lado y terminarlos de la misma forma. La rutina se volvía pas

ajera y cómoda, hasta qué él decidió romperla, para ambos.

—Jane, debemos separarnos.

Recordaba exactamente la forma de sus labios al sentenciar nuestra relación. ¿Cómo podría olvidarlo? De repente, mi mundo perfecto se vino abajo completamente.

—¿Qué? —respondí aturdida contemplando la idea— ¿De qué estás hablando Jackson?

—Ya no quiero estar contigo —pronunció lentamente.

—¡¿Qué?! —me alteré— ¡Llevamos 5 años juntos, Jack! ¡No puedes simplemente descartarlos así, vivimos juntos! ¡Por favor piénsalo!

—No hay nada qué pensar, Jane. Mi decisión es final —contestó fríamente.

—… —suspiré profundamente—. Eres un idiota.

Ya ni siquiera entendía lo qué le había dicho. Llevé mi mano a mi frente intentando asimilarlo. Inmediatamente saqué mi teléfono y le marqué a Nat.

—¿Puedes venir por mí? —sin esperar su confirmación corté la llamada.

—Puedes quedarte el mes completo, hasta qué consigas algo —comentó distante.

Era cómo si se hubiera trazado una brecha gigantesca. Yo ya no lo reconocía.

—Me iré hoy —respondí con mi voz quebradiza.

Sin tomarle importancia se levantó de su lugar y se fue a la cocina.

¿Cómo habíamos llegado a esto? ¿En qué momento? ¿Por qué? Estaba llena de dudas y sabía qué él no me las respondería.

Sin saber qué más hacer comencé a armar un pequeño bolso. Siquiera me atrevía a derramar una sola lágrima. De alguna manera temía qué él las viera, y de esa forma ganara definitivamente.

Me sacó de mis pensamientos la vibración de mi teléfono, rápidamente lo revisé. "Estoy abajo" era Nat. Sin pensarlo dos veces tomé la mochila y bajé. Al verle allí no pude mirarle a la cara y solo subí al auto. Él siguiendo mis movimientos también subió.

—¿Yeiny? —preguntó extrañado por mi actitud.

—Él me dejó, Nat —dije desmoronándome.

Las lágrimas inundaron mi rostro y lo abracé fuertemente. Lo necesitaba ahora más qué nunca.

—Oh… cariño —dijo entendiendo y posteriormente me rodeó con sus brazos cálidamente.

No podía dejar de llorar. El corazón me ardía, cómo si resintiera haberme metido en el mundo de Jackson. Me maldecía por haberlo conocido. Quería odiarlo.

—Quiero sepultarlo de mi vida, Nat. Para siempre. Quiero qué ya no duela —me sinceré entre sollozos.

—¿No crees qué es un poco pronto para eso, linda? —preguntó pacientemente.

—No. ¿Cómo hago para arrancármelo del corazón? —él me miró dudando— ¡¿Cómo, Nat?!

—Ya, ya, tranquila. No es fácil Jane.

—¿Cómo lo hiciste con tu ex? —pregunté de inmediato desesperada.

—No es lo mismo, estábamos por casarnos —explicó recordando.

—Dime —insistí colocando mí mano en su pierna para qué viera mi seriedad.

—Está bien —contestó nervioso—. Me llevó mucho tiempo, tuve qué pasar por mi proceso.

—Pero eso no me sirve, a este paso estaría como mínimo 6 meses para superarlo —dije frustrada.

—Es la forma correcta, Jane.

—Espera, ¿qué día es hoy?

—Sábado —contestó sin entender.

—Es hoy —lo miré sonriente.

Al principio me observó confundido y luego habiendo entendido, negó repetidas veces con su cabeza y habló.

—No, Jane.

—Nat… si en verdad la superaste no debería importarte —dije intentando convencerlo.

—¡Qué la haya superado no quiere decir qué vaya a ir a su boda, Jane! —dijo exaltado.

—Por favor, Nat. Necesito esto, necesito sacarlo de mi mente, al menos por unas hora. Ayúdame —rogué acercándome.

—No podría, ni siquiera tengo invitación —comentó mirando a otro lado.

Sabía qué mentía. No por nada teníamos 20 años de conocernos.

—Nat… —hablé seriamente.

—¡Bien, sí tengo! —se cruzó de brazos molesto.

—Por favor, no volveré a pedirte nada como esto Naty —rodeé su brazo con mis manos.

—¡Ahg! ¡Éstas son las reglas…! —comenzó a explicar cediendo— ¡Dirás qué vienes cómo mi pareja! ¡Y, debes comportarte! …Su familia es muy rica e influyente.

—¡Sí, sí! —acepté agradecida— Gracias Nat —intenté sonreírle y me acerqué para besar su mejilla.

—¿Qué te vas a poner? —preguntó viendo mi rimel corrido.

—Eh…

Éste terminó por exhalar frustradamente, concluyó por arrancar el auto.

—Iremos a ver a un amigo.

Avisó conduciendo pensativo. El resto del camino estuvimos en un silencio calmo, él estaba sumido en sus recuerdos y yo en los míos.

¿Por qué el corazón se aferra a aquellas personas qué más daño nos hicieron? Con una qué otra lágrima silenciosa apoyé mi cabeza en la ventana. Estaba cansada de pensar en Jackson, sin embargo, mí corazón no. Solo quería revivirlo una y otra vez, cuando nos conocimos, cuando empezamos a salir, cuando nos mudamos juntos. Imágenes acuñadas en mí corazón, imágenes dolorosas. Era como si el traicionero qué tenía por corazón me castigara por no haberlo amado más, por no disfrutar más de nuestro tiempo, por no decirle que lo amaba todos los días. Y a la vez mi mente me castigaba por escuchar a mi corazón irracional.

—Llegamos —dijo Nat salvándome de mis pensamientos, de nuevo.

Estacionó el auto y observé nuestro alrededor, era una tienda de ropa de alta costura.

—¿Nat, qué hacemos aquí?

—Tú querías ir a la boda de ricos de Verónica, debes vestirte como tal —terminó por bajarse del auto, sin siquiera dejarme protestar.

Rápidamente bajé y le seguí el paso. Él se veía tenso y muy pensativo. Creo que me había precipitado al decir qué la había superado completamente. Yo nunca había visto a Nat tan enamorado como cuándo estaba con ella. Por eso siempre temí conocerla, sentía qué ella sería demasiado y de alguna forma, terminaría por alejarlo de mi. Nat verdaderamente era lo único constante en mi vida. Sabía qué no era justo darle ese lugar pero, era mi verdad. Él era el único qué siempre había estado a mí lado, era por lo qué yo siempre estaría para lo qué necesitara. Se podría decir qué tenía cierta dependencia hacia él, pero mientras no lo supiera no pasaría a mayores.

—Jane, él es mi buen amigo Ernesto —presentó calmadamente—. Ernesto, necesito algo qué diga "Soy mejor qué tú".

—Uff. ¿A quién queremos molestar? —preguntó divertido.

—A su ex —contesté con sinceridad.

En respuesta Nat me fulminó con la mirada.

—Ya entendí. Creo qué tengo algo, amores.

Después de haberlo dicho, Ernesto se metió de lleno en la parte trasera del local. Tranquilamente Nat y yo tomamos asiento.

—¿Estás bien, Naty? —pregunté tiernamente, intentando interrumpir su nerviosismo por la boda.

—Sí. Yo solo… es qué ha pasado mucho tiempo —admitió haciendo cuentas.

Comprensiva recosté mi cabeza en su hombro, a modo de intento de reconfortarle.

—Todo estará bien, nos divertiremos ¿si? —intenté animar.

El mismo se esforzó por sonreír despreocupado y apoyó su cabeza junto a la mía por unos instantes, antes de qué apareciera Ernesto con un vestido rojo en sus manos.

—Sé qué te quedará increíble, cielo —sinrió convencido en mi dirección.

Insegura me levanté lentamente y me lo entregó, para que me lo probara. Acto seguido, me aproximé al probador de atrás y comencé a desvestirme. Algo bueno del vestido era qué su tela era muy suave y lo volvía cómodo, pero a su vez elegante. Asentaba perfectamente mis curvas y dejaba al descubierto una de mis piernas, por un corte atrevido. Era escotado sin llegar a ser vulgar. Aún así, me sentí poco convencida y salí hacia donde se encontraban los chicos. Allí visualicé a Nat, quién veía el suelo inmerso. Al escucharme aproximar levantó su mirada. Sus ojos viajaron sin pena alguna por todo el complejo de telas. Sin palabras se levantó y se acercó, observó detenidamente los detalles del vestido y la espalda de éste. Carraspeó su garganta y habló.

—Perfecto como siempre, Ernesto. Nos lo llevamos —dijo Nat, sacando su billetera.

—Nada de eso, Nathan. Ésta vez quiero qué esa bruja vea lo qué se perdió, si me permites también quiero regalarte un traje —aseguró Ernesto.

—No, no puedo aceptarlo —explicó Nat.

—Quiero ver cómo sigue esta telenovela —me señaló con él de lleno—. Déjame hacerlo, por favor.

El mencionado suspiró rendido y asintió abrazándolo agradecidamente.

—Volveremos pronto para ponerte al corriente —aseguré sonriéndole.

—Por supuesto, cielito. Serán siempre bienvenidos.

—Gracias Ernesto, otra vez —dijo Nat, sonriente.

—No es nada. Para la próxima quiero toda la historia con detalles.

Animadamente nos despidió y subimos al auto.

—Tienes amigos muy buenos —concluí mirándolo.

—Lo sé —me miró sugerente.

Una vez listos, arrancó. Rumbo a su casa prendimos la radio y escuchamos un par de canciones hasta llegar.

avataravatar
Next chapter