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El diario de un Tirano

Si aún después de perderlo todo, la vida te da otra oportunidad de recobrarlo ¿La tomarías? O ¿La dejarías pasar? Nacido en un tiempo olvidado, de padres desconocidos y abandonado a su suerte en un lugar a lo que él llama: El laberinto. Años, talvez siglos de intentos por escapar han dado como resultado a una mente templada por la soledad, un cuerpo desarrollado para el combate, una agilidad inigualable, pero con una personalidad perversa. Luego de lograr escapar de su pesadilla, juró a los cielos vengarse de aquellos que lo encerraron en ese infernal lugar, con la única ayuda que logró hacerse en el laberinto: sus habilidades que desafían el equilibrio universal.

JFL · War
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147 Chs

Previsión a futuro

*JUAAAAAAARRR.

Fue tarde cuando reaccionó, no logrando bloquear las largas y filosas uñas de su oponente que descansaron con libertad en el centro de su pecho. Retrocedió en un instante, inspirando con suma dificultad, la pesadez de su cuerpo iba en aumento, defendiéndose con gran fervor de los incesantes ataques a su mente. Observó la gélida sonrisa de su oponente, acompañada de una mirada voraz y juguetona, declarando lo fácil que le resultaría matarlo. Claramente, le estaba permitiendo un momento de respiro, una acción que Orion le haría pagar con creces.

Apretó con fuerza la empuñadura, tratando de controlar la cólera que se estaba desatando desde el interior de su cuerpo. Intentó bloquear un súbito ataque con el plano de su espada, recibiendo un par de cortes ineficientes alrededor de su armadura, terminando con un fuerte puñetazo en su nariz que lo devolvió al suelo. Se preparó para colocarse de pie, pero la patada en su esternón fue más rápida, levantándolo del suelo por medio metro, y volviéndolo a arrojar con un poderoso golpe en su espalda. Probó la insípida tierra cubierta de sangre, rememorando su terrible vivencia en el laberinto, en específico con esos bastardos que se hacían llamar jefes de piso.

Escuchó un rugido cercano, que con prontitud se volvieron dos, cuatro, ocho, así hasta llegar a una cantidad de decenas. El primero en abalanzarse fue recibido con un certero y poderoso golpe de dedos, que atravesó su armadura y piel, llegando a un órgano vital que bombeaba sangre a todo su cuerpo. Lo arrancó, bañándose con la sangre de la alta criatura.

--¡¡Largo!! --Gritó Orion, enloquecido y con el orgullo destrozado, tal vez en el interior de su mente, donde habitaba la razón, ahora mismo se estaría dando de golpes contra el suelo, vociferando sobre que su mejor opción sería atacar con la compañía de todos los islos, sin embargo, por alguna razón, había decidido hacer lo opuesto, aunque eso conllevara el riesgo de su posible muerte.

No fue Orion quien tomó la decisión, fue la locura, su mente fragmentada del laberinto, la misma que le impidió rendirse incluso cuando tenía todo en contra, de retirarse cuando sus heridas eran mortales, de intentarlo una y otra vez, sabiendo el dolor que aquello le produciría. Ahora no era Orion, era el joven del laberinto, el feroz joven que no dudaría ni un instante en sacrificar su propio cuerpo si eso le concedía la victoria.

Mujina ordenó el retroceso con un bestial rugido, pero no abandonó a su señor, se mantuvo cerca, en espera por si debía intercambiar su vida por la de su soberano, por si debía tomar una decisión radical, por si debía hacer lo que debiese, se quedó, en alerta máxima.

∆∆∆

Los soldados vencidos continuaron arrodillados, ignorando que la cosa que combatía contra el hombre de la armadura negra era su aliado, pues muchos habían sucumbido ante la influencia de la energía maligna, agachando la cara, temblando de miedo y hasta prefiriendo un corte rápido en la yugular. La caballería del ejército de Orion continuó con el cerco, impidiendo que cualquier astuto escapara, o siquiera tuviera la idea de hacerlo, con la dificultad de tranquilizar en cada tanto a sus sementales igualmente influenciados por la energía maligna. Los soldados de Orion vacilaron, habían escuchado la orden de regreso, pero sabían que si se iban, los invasores podrían retomar su postura agresiva y atacarlos.

--El Barlok de Tanyer no lo ordenó --Dijo uno de los comandantes--, Las Espadas Hermanas se quedan aquí.

--Igual Los Sabuesos.

--¿Y si es algo importante? --Preguntó un soldado-- No podemos quedarnos, debemos de hacer algo, nuestras familias están ahí, maldición.

--Solo el Barlok se autorizó a sí mismo de dar órdenes con el cuerno, por lo que si alguien tuvo la audacia de ocuparlo, es porque algo malo ha ocurrido.

--Podemos permitirnos perder a cincuenta hombres de los sin escuadrón. --Dijo el comandante de Los Sabuesos, mientras analizaba la situación con mucha reserva, y rezaba por no equivocarse.

Los comandantes asintieron, pero nadie dio la orden, se sentían nerviosos, mucho más que cuando combatieron, algo externo los quería seducir, susurrando a sus ideas malintencionadas.

--¡Atención! --Gritó un soldado humano, con autoridad y buen porte, todo su cuerpo estaba cubierto de sangre, demostrando el mérito de la batalla-- ¡Yo, Barion de Luxto, me haré responsable de mis siguientes palabras! ¡Rompo filas y me dirijo devuelta a la fortaleza, por lo que necesito a treinta voluntarios que decidan acompañarme! ¡Repito, yo tomaré la responsabilidad de esta decisión!

Muchos dudaron, pero al ver el asentimiento de cabeza de sus comandantes, decidieron por obedecer a sus preocupaciones, rompiendo filas para acompañar al valeroso hombre, que probablemente estaría condenado a una muerte por traición.

∆∆∆

[Espadas danzantes]

Orion convocó cinco espadas ilusorias, que mantenía flotando en su espacio para hacer uso de ellas en el mejor momento. Dur absorbió nuevamente de los alrededores la totalidad de su poderosa energía, enfocándola en un solo lugar: al cuerpo de Orion.

Quiso gritar, desgarrarse con sus propias manos, arrancarse el cabello, perforarse una pierna, cualquier cosa para calmar el intenso dolor que experimentaba, pero no lo hizo, resistió la tentación, aunque su inestabilidad mental le impidió mantener el control de las cinco espadas flotantes, las cuales desaparecieron sin dejar rastro de su existencia.

--Arrodillate --Dijo al momento de aparecer frente al joven de armadura azabache--. Ja, ja, ja, ja, ja.

Golpeó su estómago al ver la retadora mirada de su adversario, sujetándolo del casco para forzarle a que lo viera a los ojos, esos hermosos ojos azules que congelarían al propio sol. Todo era un juego para él, pero la libertad de la que ahora gozaba lo estaba haciendo tan feliz que le había hecho cometer un grave error: el de no haber matado a Orion al instante.

Había sido un buen tiempo desde que lo había conseguido, tanto que hubo veces que si la interfaz no se lo recordaba ya lo hubiera olvidado. No dudó al ir a sus notificaciones, las mismas que había silenciado para evitar desconcentrarse, tocando una en específico: Punto de mejora. Fue rápida su decisión, al igual que los efectos que comenzaron a mostrarse en su cuerpo y pantalla.

*Punto de mejora: Potenciador de genes*

*La resistencia a la energía mágica ha aumentado en un 50%*

*La resistencia a los ataques de todos los elementos mágicos ha aumentado en un 50%*

*Tu afinidad con los elementos ha aumentado en un 50%*

*La velocidad de conjuración y encantamiento ha aumentado en un 100%*

*Has cumplido los requisitos de evolución de cuerpo especial ¿Aceptas evolucionar tu cuerpo especial?*

*SI/NO*

Accedió sin siquiera leer la pregunta.

*Tu cuerpo especial ha sufrido con éxito una metamorfosis*

*Tienes un incremento permanente del 100% en: velocidad, reacción, concentración, fuerza, poderío energético, recuperación, energía mágica, resistencia elemental, resistencia, resistencia a la energía mágica*

*Ahora puedes absorber la energía de tus alrededores*

*Has desbloqueado dos hechizos de rango: aleatorio*

[Aliento ígneo]

Las poderosas llamas exhaladas de su boca incineraron todo a su paso en una distancia cercana a los veinte metros, iluminando por completo la zona, pero sin rastro de su enemigo de nombre Dur. Atacó tan pronto como había sentido aminorar la influencia de la energía maligna en su cuerpo, sin siquiera esperarse a leer las cuantiosas notificaciones que se omitieron por si solas a una esquina de su campo de visión.

Alzó la mirada, en un punto en específico del cielo, ahora lo sentía, esa energía mágica de origen desconocido flotando en el aire. No sabía lo que era, ni como funcionaba, pero no le tomó ni un segundo decidir deshacerse de ella con la ayuda de su habilidad [Corte solar].

--Que te resistas solo lo hace más divertido.

Arremetió con un fuerte puñetazo a la altura de su hígado, que lo dobló si la posibilidad de defenderse. Sujetó de nueva cuenta su casco, pero la repentina intervención de una espada ilusoria al rasgar su túnica le forzó a retroceder, quedándose con el casco negro en su mano, mientras observaba la encolerizada expresión de su adversario.

--Parece bonito. --Se equipó el protector de cabeza, pero al notar la diferencia de tamaño lo desechó al suelo.

Se quedaron de pie, mirándose con las llamas iluminando sus rostros. Uno se mostraba con indiferencia, pero con una gran sonrisa pintada en su cara, mientras el otro temblaba de ira, con una mueca de depredador sanguinario.

[Grito de guerra]

*¡¡HIJO DE PUTA!!

*JUAAAAAAARRR.