49 Justificación

El frío de la madrugada advertía a cualquiera que debían ocupar ropa abrigada para así evitar una fastidiosa enfermedad, o una consecuencia en sus huesos, seres lamentables si ignoraban la advertencia. En el horizonte, se escapaban unos pequeños claros, pero la oscuridad todavía predominaba en Tanyer.

Abrió los ojos suavemente como todas las mañanas, despertando con un largo y reparador bostezo, para luego levantar el torso, enviando las sábanas que protegían su piel de porcelana a un lado. Masajeó su rostro con la ayuda de sus manos, sintiendo un ligero frío por el repentino aire que había entrado por la abertura de la habitación, no teniendo más opción que colocarse de pie y desnudarse para vestir su atuendo de trabajo. Sus senos rebotaron lentamente al colocarse el pantalón de cuero, para después vendarse el pecho. Vistió una camisa de mangas largas, un abrigo de piel plano que a simple vista parecía no cumplir con su cometido, sin embargo, la dama en posesión proclamaba lo contrario. Se puso los guantes de tela y encima otros de cuero, terminando el proceso al colocarse sus botas endurecidas y, una túnica cerrada.

Al salir de su habitación cerró la puerta con lentitud, haciendo el menos ruido posible. El pasillo estaba tenuemente iluminado, observando que algunas antorchas ya habían fallecido. Bajó los escalones e inmediatamente se dirigió a la salida del castillo por la entrada trasera, siendo saludada por el esclavo que sin una orden directa se decidió por abrirla. El frío aire golpeó su cara y, al exhalar liberó una ilusoria estela de vapor. Escuchó los lejanos gritos de los escuadrones en entrenamiento, así como golpes de madera constantes. Su atención fue dirigida a otro sector de los alrededores, acercándose con una mirada serena y una sonrisa tranquila.

--¿Señor? --Dijo sumamente sorprendida al ver la alta silueta vestida con una hermosa túnica de cuero color negro.

--Hola, Fira --La recibió con una sonrisa y, una expresión acalorada por el ejercicio al que anteriormente estuvo expuesto--. ¿Dormiste bien?

Fira hizo un ligero puchero por la repentina broma de su señor, teniendo que guardar silencio, mostrando una sonrisa avergonzada.

--¿Espada o lanza? --Preguntó una voz femenina a sus espaldas, acompañada por ambas armas anteriormente nombradas.

--Lanza. --Respondió con calma al voltear.

Mujina asintió, arrojándole el arma solicitada. Al sostenerla en sus manos comenzó a hacer movimientos de precalentamiento, para luego ejecutar movimientos más avanzados.

--Sin habilidades. --Les advirtió con una mirada dura, como cada día lo hacía desde el inicio de los entrenamientos.

Ambas damas asintieron, se saludaron con cortesía, mostrando el respeto por un digno rival, para finalizar con una postura de ataque.

Orion cerró de vuelta los ojos y comenzó a meditar de pie, no sabía porque, pero esa extraña energía en su interior se hacía más manejable al principio del alba, permitiéndole aprender de ella y, así descubrir de una vez por todas que era en realidad. Al terminar con su contemplación abrió nuevamente los ojos, observando la finalización de la batalla y, como en las últimas diez veces, Mujina fue la ganadora, no obstante, se podía notar que cada día se le hacía más difícil vencer a la hermosa ayudante de su señor, demostrando así el monstruoso prodigio que era.

--Gracias. --Dijo con su respiración agotada y el sudor recorriendo cada parte de su cuerpo y rostro.

La capitana de la guardia personal de Orion asintió, para luego arrojar la espada al suelo y ordenarle con la mirada al esclavo que recogiera ambas armas para regresarlas de vuelta a la armería, acción que cumplió de inmediato, pero no antes de regresarle el cinturón con su preciada espada envainada. Mujina abrochó el cinturón en su cintura, sintiéndose completa nuevamente.

--Señor Orion ¿Puede decir algo de mi progreso? --Preguntó con una ligera sonrisa, en espera por un halago.

--Constante y firme. --Fue lo único que se le pudo ocurrir y, aunque Fira no entendió la profundidad de las palabras, si es que la tenían, no dudó en sonreír complacida.

--Sí, Trela D'icaya me permite hablar --Orion asintió--. Gracias, me gustaría decirle a la niña Fira que su talento nato con las armas es sobresaliente, si no hubiera sido testigo de nuestro primer duelo, diría que habías sido adiestrada desde pequeña en el ámbito y, por eso quiero darte un consejo. Presta atención a tus alrededores, no te distraigas y, lee a tu contrincante, sé que apenas has comenzado y te falta experiencia, pero si te enfocas en mejorar esos puntos, tu poder en combate se duplicará al menos dos veces y, ni siquiera yo estoy segura de que pueda vencerte sin la ayuda de las habilidades de mi raza si eso sucede.

--Gracias, capitana Mujina. --Dijo con una mirada agradecida, había muy pocas personas que respetaba en el castillo, pero sin duda, la guardiana de su señor pertenecía a esa corta lista.

∆∆∆

Su caminar delataba impaciencia, con grandes toques de enojo, apenas si podía controlarse, pero lo que más sufría era su corazón. Trató de respirar profundamente más de una vez, pero el desánimo y, la incontrolable necesidad de gritar le impedían hacerlo.

--Estela --Dijo, suprimiendo sin éxito el enojo en el tono de su voz. La dama de nombre Estela que caminaba con prisa se detuvo, volteando al instante y frunciendo el ceño al encontrarse con la mirada del joven muchacho-- ¿Por qué me evades? ¿Acaso no puedes verme a la cara después de lo que hiciste?

--¿Lo que hice? --Se acercó, sus ojos soltaban chispas del enfado supremo que sentía, teniendo que apretar los puños para no golpear al joven de pie-- Deberías mostrar vergüenza por lo que tú hiciste.

--Yo no hice nada. --Dijo, casi escupiéndole en la cara.

--Esa esclava tuya no creo que opine igual.

--¿De verdad? --Le miró, alzando ambas cejas, mientras sonreía sin emoción.

--Sí. --Ella asintió, mostrando que el joven no la intimidaba.

--¿Crees que yo te haría algo que te hiciera daño? ¿En verdad lo piensas?

--Sí.

--Eres --Se tragó la maldición que estaba por soltar--... Lo que sea que hayas creído que hice no te da justificación para haberte acostado con ese pobre bastardo.

--¿Y qué sí lo hice? --Levantó la voz-- Tú lo hiciste primero.

Astra negó con la cabeza, apretando los labios para evitar derramar una lágrima, pero al final no logró ese cometido, liberando una cristalina gota de dolor.

--Jamás hice algo que pudiera interpretarse como una ofensa hacia ti. Respeté tu cuerpo como un tesoro raro, al igual que nuestra relación y, aun así, tú... En verdad lamento haberme enamorado de ti --Negó con cabeza, mientras sus ojos se tornaban rojos por las lágrimas que querían salir--. No lo merecías.

--Di lo que quieras, sé muy bien que tú me engañaste primero.

--¡Jamás te engañé! --Le gritó con todas sus fuerzas y, por consecuencia liberó de su cuerpo una volátil energía de guerrero.

Estela retrocedió un paso por puro instinto, tragando saliva al pensar que algo malo iba a sucederle, en ningún momento había creído que aquel gentil muchacho ocultaba dentro suyo tan poderosas ganas de matar.

--¿Qué sucede aquí?

Ese tono fue como un balde de agua fría para ambos individuos. Estela cayó de rodillas inmediatamente al ver al señor de Tanyer, no dispuesta a levantar el rostro por miedo a insultarlo, Astra por el contrario, solo bajó la cabeza. Fira apretó los dientes, todo había sido muy rápido, pero notó las lágrimas en el rostro de su hermano, así como su expresión de extremo dolor y, aunque no entendía por completo lo que había sucedido, intuía quién lo había causado.

--Les hice una pregunta. --Dijo Orion.

--Lamento que me haya visto así, señor --Levantó el rostro, ocultando con poca eficacia los fuertes sentimientos que su corazón estaba sintiendo--, en verdad discúlpeme. Me he equivocado al tratar asuntos personales en tiempo de trabajo.

Orion se le quedó mirando por un momento, había mejorado leyendo a las personas, pero todavía había momentos donde no sabía interpretar con certeza lo que estaban pasando por dentro, teniendo muchas veces que ignorarlas y dejarles hacer lo suyo, pero de algo si estaba seguro, su fiel subordinado no quería hablar de lo ocurrido.

--Y tú --Dejó caer su mirada sobre la dama arrodillada-- ¿Qué puedes decirme?

Estela temblaba, su corazón palpitaba a una velocidad monstruosa y, todo porque alguien estaba dirigiéndole toda su intención de matar. Alzó la mirada al escuchar las palabras del señor de Tanyer, pero, aunque quiso responder, las muy malditas no quisieron salir de su boca.

--Déjeme encargarme, señor Orion. --Dijo Fira con un tono gélido, dando un paso al frente e incrementando su intención de asesinar.

--Fira, por favor. --Dijo Astra con seriedad, advirtiéndole a su hermana que calmara sus ímpetus.

--Largo. --Ordenó Orion.

Estela asintió un par de veces, se colocó de pie con rapidez y, así como lo hizo corrió de vuelta a la cocina del castillo, no atreviéndose a quedarse.

--Tenemos que hablar.

Comenzó a caminar con dirección a su oficina personal. Astra afirmó con la cabeza, colocándose al lado de su hermana, pero, aunque ambos quisieron hablar, nadie lo hizo.

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