34 El ritual

  --Baja el cuerpo al suelo y, quita todo lo que estorba, al menos déjame un espacio de dos pasos en cada punto ter.

  --¿Por qué? ¿Y qué mierda son los puntos ter?

  --Quieres que lo salve ¿Si o no? --Lo observó. Astra asintió, obedeciendo con su orden--. Se me olvidaba que estaba hablando con aldeanos.

  --Cuida tu lengua. --Le advirtió con una gélida mirada.

  --Lo siento, lo siento --No se atrevió a seguir actuando arrogante--. Para responder a tu pregunta de una manera resumida, los cuatro puntos ter son: Norte, Sur, Este y Oeste.

Astra asintió, entendiendo ahora a lo que se refería y, como un rayo quitó todo lo que obstruía y no era necesario.

  --Préstame tu cuchillo. --Abrió la palma.

  --Ni de broma.

  --No voy a lastimarlo --Le dijo con una mirada sincera--, en realidad es todo lo contrario, lo quiero para salvarlo.

  --Dime que es lo que harás y, yo lo haré.

  --Necesito sangre, sangre de un mago para ser específica.

Astra dudó por un momento, pero al final se decidió por aceptar, después de todo no era el único cuchillo con el que cargaba. Helda, con un poco de dificultad por las telas en su mano se cortó el dedo índice y, con la gota de su sangre dibujó un sello opaco. En total fueron doce sellos, tres de ellos por cada punto ter y, al terminar le devolvió el cuchillo.

  --Tu señor tiene suerte que no necesite conjuros para activarlos. --Dijo con una expresión complicada de descifrar, aún le dolían sus manos, pero más que eso, le dolía su orgullo de maga, pues al imposibilitarla para manipular la energía, le quitó prácticamente su vida. 

  --¿Qué es lo que harás?

  --Algo que me enseñó mi maestra. Y aunque, aún son solo teorías, se que funcionará. Así que, por favor váyanse.

  --Ni lo sueñes.

  --Bueno --Dijo con renuencia--, puedes quedarte, pero ese sangre sucia que se largue.

Astra volteó para mirar al sanador, asintiendo. El hombre de edad avanzada miró con frialdad a la dama, pero ahora ella tenía el poder de decisión al tener la oportunidad de salvar al señor de la aldea, por lo que no le quedó de otra que obedecer.

  --Estamos solos, has lo que tengas que hacer, pero sálvalo.

Helda suspiró, preparándose mentalmente, al llegar a una decisión consigo misma abrió los ojos, asintiendo con firmeza. Sin esperar nada comenzó a quitarle la ropa al joven.

  --Espera ¿Qué haces?

  --Esto no funcionará si esta vestido, así que observa lo que quieras, pero cállate, porque si no resulta, no será mi culpa si me sigues interrumpiendo.

  --Bien, continúa.

Helda regresó a lo suyo, quitándole la camisa sudada, luego los pantalones y, al final los zapatos, ella hizo lo mismo con su vestido sucio y, con la poca sangre de su dedo índice se dibujó un sello en su vientre, al igual que en el vientre del joven. Al quedar completamente desnuda se subió a él, moviéndose suavemente para levantar al pequeño dormido, Astra quiso refutar, no le agradaba la idea de que su señor fuera violado y, menos por una mujer sucia y, que odiaba, pero se abstuvo, lo principal era la salud de su señor y, por ello debía aguantar. Al notar que estaba preparado lo introdujo en su parte íntima, provocando que todos los sellos dibujados fueran encendidos con una luz roja fuego. Lentamente el sello de ambos vientres se iluminaron. La dama comenzó a mover sus caderas con más fervor, mientras sus dos gemelas rebotaban. Astra no se atrevió a desviar la mirada, no confiaba en la maga y, tenía la sensación de que si la dejaba a solas con el joven, ella lo mataría, o peor, escaparía.

Los gemidos llenaron la habitación, al igual que los sonidos húmedos, el calor era intenso, demasiado intenso, pero aunque ya llevaban algo de tiempo, la dama parecía no detenerse, su rostro sucio se tornó rojo, mostrando una belleza que muy pocas veces podía apreciarse.

  --Hermano, escuché que algo le pasó a nuestro señor, así que vine cuando antes... --Fira entró a la habitación con una expresión de preocupación, pero cuando vio la escena que su señor y la cautiva estaban teniendo, su rostro se tornó colorado y su tono de voz se fue apagando poco a poco.

Astra volteó, observando a la recién llegada, la hizo callar con su mirada, luego regresó la mirada al extraño ritual, donde Helda parecía estar en trance, ya que sus movimientos fluidos, sus gemidos sincronizados y sus ojos perdidos, no daban otra explicación, al menos que lo estuviera disfrutando demasiado, pero Astra sintió que ese no era el caso.

  --Hermano ¿Qué sucede? --Preguntó con un tono oscuro y, el ceño fruncido.

  --La maga hace lo posible para salvar a nuestro señor.

  --Pero ¿Por qué así?

  --No lo sé, son cosas de magos.

  --Pero ambos sabemos el gran odio que nuestro señor le tiene a esa maga.

  --Lo sé y, cuando esté sano y salvo, aceptaré las consecuencias de mi decisión, pero ahora lo más importante es que se recuperé.

  --Pero porque ella. --Susurró.

  --¿Qué dices hermana?

  --Nada. --Fira sonrió.

Después de otro largo rato Helda por fin cumplió con su objetivo y, al hacerlo cayó sobre el pecho del joven, completamente exhausta y, con una humedad no perteneciente a ella en su parte íntima. Los sellos se apagaron lentamente, mostrando que el ritual había llegado a su fin. El joven abrió los ojos con lentitud, sintiéndose desorientado, pero con mejor estado. La confusión llenó su rostro cuando miró la cara sucia de Helda, recostada sobre su pecho, pero antes de pensar que hacer, o porque estaba allí, volvió a caer desmayado.

∆∆∆

Tardó dos días enteros en volver a despertar, sentía su cuerpo rehabilitado, no solo eso, sentía una extraña energía emerger en su interior, aún pequeña y, por ello no podía contemplarla en su totalidad.

  --Señor, ha despertado, que alegría. --El joven que anteriormente había estado leyendo un libro comenzó a sonreír cuando notó los ojos abiertos de su señor.

  --Astra ¿Qué pasó? --Preguntó al ordenar un poco sus recuerdos.

  --¿No lo recuerda?

  --Solo un poco, aunque creo, que lo que recuerdo fue más un raro sueño y, lo extraño es que yo no sueño.

  --¿Por qué lo dice? --Preguntó, colocándose de pie.

  --Porque recuerdo haber visto a esa maga recostada en mi pecho. --Su tono no era para nada amistoso.

  --Señor --Tragó saliva--, usted no estaba soñando, la maga si estuvo recostada en su pecho. --Se le dificultó decirle la verdad.

  --¿Qué dices? --Levantó el torso-- ¿Por qué razón?

  --Señor, usted tuvo un pequeño percance hace unos días --Comenzó a explicar--, prácticamente estuvo en las puertas de la muerte, por suerte me enteré de la maga lo que usted estaba experimentando, al final no me quedó de otra que hacerle caso y permitirle salvarlo --Se arrodilló--. Sé de su odio hacia ella y, por ello le pido perdón.

  --¿Ella me salvó? --Preguntó.

Astra asintió, levantando la mirada para responder.

  --Sí, señor.

El joven hizo una mueca extraña, odiaba a la maga y, se amaba a sí mismo, por lo que estaba en un dilema sobre que debía hacer, pues prácticamente sin saberlo, aquella persona que tanto odiaba le había entregado la oportunidad de no tener que volver a cruzar por ese tormento y, eso lo apreciaba, sin embargo, también estaba el asunto con Nina.

*AAAAHHH.

Gritó para deshacerse de todos sus pensamientos, sentía que si lo seguía haciendo, le regresaría el dolor de cabeza.

  --¿Dónde está ella?

  --En una habitación de este pasillo. Señor, lo lamento, pero le prometí que si lo salvaba, le otorgaría una habitación cómoda, aunque si gusta la regreso al calabozo.

  --No es necesario, déjala estar ahí, yo después pensaré en que hacer con ella.

Capítulo dedicado con especial cariño a: Jose E.

Un saludo y, un fuerte abrazo.

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