1 Prólogo venganza

- Otra vez nos toca montar guardia mientras todos se divierten- murmuró el soldado apoyándose en su escudo antes de mirar a las tinieblas del camino.

-Sí, no sé para qué necesitamos hacerlo. Las bestias no se acercan donde hay humanos y en cuanto a las brujas, están demasiado ocupadas huyendo para salvar la vida- le comentó su compañero apoyándose en la pared.

-¡Ayuda,...!- un grito agudo resonó en las tinieblas del bosque antes de que una chica encapuchada saliera de la espesura y se derrumbara a unos pocos metros de los guardias. Ambos cogieron las armas y se acercaron donde se había derrumbado la muchacha.

-¿Se encuentra bien?- le preguntó uno de los soldados antes de agacharse junto a ella.

- ¡Me persiguen!- gritó entre sollozos señalando a la maleza.

- ¡Vamos!- le dijo a su compañero.

- No me dejéis sola, por favor- suplicó cogiéndole del pantalón.

-Tranquila solo vamos a echar un vistazo- Le susurro mientras se acercaban a los matorrales. La joven se incorporó lentamente y sacó un cuchillo de su túnica antes de dirigirse hacia los soldados sin hacer ruido.

-Sea lo que sea ya se ha ido señori... -la joven le cortó el cuello con un rápido movimiento de muñeca antes de apuñalar varias veces al otro en el pecho.

Tras asegurarse de que estaban bien muertos silbó. Entre los arboles comenzaron a aparecer sombras que se acercaron al camino velozmente.

-¡Vamos!- Les ordeno cuando ya estuvieron todos. Las figuras se dirigieron hacia el muro a toda velocidad caminando por este hasta llegar arriba.

La vista era magnífica, una enorme ciudad llena de farolillos de colores y bañada por la luz de la estrellas y la luna. La alegre música llegaba hasta allí.

-¡Empecemos! -Murmuro extendiendo la mano y haciendo aparecer un pequeño tarro lleno de agua. -"Ayul deia op serpeio"- Susurró acariciando la tapa antes de destaparlo y salir corriendo hacia el borde de la muralla donde lo esparció.

El agua se quedó flotando en el aire antes de convertirse en pequeños cristales y esparcirse sobre la ciudad. Todas se la quedaron mirando expectantes

- Esta es la venganza de las brujas- Murmuró mientras una lágrima se deslizaba por su rostro.

De los cristales comenzaron a salir enormes bestias que se precipitaron sobre las calles. La música fue sustituida por gritos de terror y dolor.

Unas horas después

-¿Qué ha pasado aquí?- Murmuro el caballero mientras recorría las desoladas calles.

- Brujas, esas zorras son peor que las bestías acaban con todo mujeres, niños, ancianos incluso he oído que algunas se dedican a cazar a las de su propia especie - le explicó su superior mientras evitaba pisar los cientos de cadáveres que había esparcidos por las calles.

Muchos edificios se habían desplomado o estaban en llamas.

- Creí que teníamos un acuerdo- Dijo el caballero.

- Deberías saber que esas perras no respetan nada- Le recordó su superior buscando algún superviviente, tarea ardua, todo estaba devastado.

-Vamos, donde te has metido niño, ven a jugar vamos- Mascullaba la criatura arrastrando sus manos enguantadas en dos cabezas por el suelo dejando un rastro de sangre que se perdía por el tétrico y escalofriante pasillo.

Un chico rubio de ojos negros y ropajes ensangrentados contemplaba esto desde un armario cercano mientras trataba de calmar su agitada respiración para eludir a la criatura.

- ¡Eric, vamos o se te enfriara la cena!- una voz femenina resonó por todo el pasillo llegando hasta sus oídos causando que un intenso calor inundara su pecho. Era su madre. El muchacho no se lo pensó dos veces y salio de su escondite con los brazos abiertos, antes de sentir un escalofrió cuando descubrió a una criatura delgada y jorobada en su espalda había un enorme cráter del que comenzaron a brotar cientos de cucarachas, cuyo rostro estaba oculto bajo una máscara confeccionada con cientos de trozos de carne humana. Eric se volvió a encerrar en el armario a toda velocidad perseguido por la aberración la cual dejo caer las ensangrentadas cabezas antes de tratar de destrozar las pequeñas rejas del armario con sus pútridas y largas uñas llenas de sangre y de gusanos que saltaban dentro del armario con cada nuevo ataque acompañado de un grito desquiciante. El muchacho lloraba mientras trataba a duras penas de mantener la vieja puerta cerrada.

- ¡Sal cachorro jugaremos a las muñecas!- Le gritaba colando su fina lengua llena de pequeños agujeros por las rejas de este comenzaron a brotar pequeñas arañas que inundaron el armario. Eric las sentía corretear por sus brazos y después por su ropa causando que su angustia aumentara.

-¿No te enseñaron que no hay que jugar con la comida?- Este comentario no tardó en llegar hasta los oídos de la aberración que paró el frenético ataque solo para mover la cabeza a la derecha topándose con un hombre alto rubio de ojos negros que llevaba unas pequeñas gafas. El individuo lucía una gabardina del mismo color de sus ojos es más todos sus ropajes a excepción de sus guantes repletos de lineas rojas formando un extraño símbolo.

La criatura se disponía a retirar la mano cuando sintió un intenso dolor en la muñeca.

- Te he hecho una pregunta- Le dijo el hombre antes de golpearle en la otra mano con un palo rompiéndole la muñeca en el acto. - ¿Que ha pasado aquí?- le preguntó sin moverse del sitio mientras miraba de reojo a la alimaña.

-Brujas, mis hermanas, junto con mis señoras han pacificado y vengado a todas nuestras hermanas-Le explico con un tono desquiciante -¡Hay que tener cuidado con lo que se desea, humano!- Le grito antes de sacar ambas manos de las pequeñas rejas y tratar de cortarle la garganta con un rápido movimiento de muñeca mientras arrastraba el otro brazo pero antes de que pudiera llegar tan siquiera a rozarlo un cuchillo le atravesó la garganta a la vez que el desconocido de rompía la mano de un puntapié contra la pared. La bestia cayó de rodillas mientras trataba de pronunciar unas últimas palabras que fueron sofocadas por el burbujeo de la sangre.

- Lo tenía controlado- Le aseguro mientras mantenía su semblante sombrío.

-Los jóvenes de hoy no pensáis, aun me extraña que no nos hayamos extinguido- Le explicó un hombre de cabello cano uniformado mientras bajaba las viejas escaleras disfrutando de un puro.

El hombre ignoró las palabras de su superior para comenzar a caminar hacía el armario pasando sobre el cadáver de la criatura llenando sus botas de sangre y provocando pequeños crujidos al aplastar a las cucarachas que surgían del cráter de su espalda. El hombre se detuvo justo frente al armario.

- Ya ha pasado pequeño- Le dijo amigablemente mirando de reojo a su compañero. Este permanecía en la escalera fumando. La puerta se abrió levemente dejando entrever a un niño de apenas doce años con los ojos llorosos y ropajes ensangrentados.

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Espero que os guste, trataré de subir todos los jueves y los domingos si os gusta dejen su estrellita y un comentario de que les pareció o si se podría mejorar algo

Hasta la próxima

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