19 Capítulo 19: Pequeño hogar

Evan dejó la bolsa de compras sobre la mesa, se retiró la chaqueta de mezclilla, dejándola en una de las cuatro sillas de madera para entonces comenzar a guardar la despensa en la alacena sobre el fregadero.

Tras subir las mangas de su suéter y lavarse las manos tomó lo necesario para preparar el desayuno, volvió a la mesa en unos cuantos pasos, el área de la cocina era restringida, a pesar de que solo había una estufa y mesa allí junto al fregadero, esas eran las únicas cosas que había incluido el departamento en renta. Aún no tenía el dinero suficiente para electrodomésticos o muebles. Una de las habitaciones servía como dormitorio, la otra como cocina y sala de estar. Aunque el lugar era pequeño, estaba en buenas condiciones, en una zona relativamente segura cerca de una estación del subterráneo que hacia fácil su viaje al trabajo. Cumplía una semana de haberse mudado a ese edificio de departamentos luego de poco más de un mes de trabajar en el hotel.

En todo ese tiempo, Nate no había vuelto a aparecer. Eso era algo que lo tranquilizaba, pero al mismo tiempo inquietaba. No parecía el tipo de hombre que se diera por vencido, no con el odio que había mostrado, sin embargo, quizás no era lo suficientemente importante para él y que lo buscará solo había sido un hecho aislado. Ojalá fuera así y solo hubiera pensado demasiado las cosas por el miedo del momento. Nate había sido una de las razones por la que se esforzara en dejar el albergue.

Evan vacío el huevo y mantequilla sobre el sartén y revolvió, tostó piezas de pan sobre otro sartén antes de servir y colocar todo sobre la mesa. Se dirigió hacia la otra habitación y arrodillándose sobre un tipo de futon movió una cobija para descubrir la cabeza de Chris sobre la almohada. Recostándose a su lado movió el cabello castaño desaliñado, enternecido vio al niño comenzar a parpadear, lo vio fruncir el ceño y removerse bajo las cobijas.

—Chris… despierta —dijo en voz baja, inclinándose para obtener su cálido y lechoso olor—. Me pediste te despertara.

Chris abrió los ojos, al ver a Evan mantuvo sus ojos abiertos sin parpadear.

—Si —murmuró, luego de algunos segundos se alejó de Evan para sentarse y comenzar a limpiar sus ojos.

—El desayuno esta listo. ¿Quieres ir al baño?

—No —respondió, saliendo de las cobijas por su propia cuenta.

Se sentó y abrió sus manos.

—¿Te llevo?

Chris negó con la cabeza, sin mirarlo. Evan se sintió un poco decepcionado, pero había entendido Chris era un niño independiente que no le gustaba ser mimado, aún así, había notado que en las últimas semanas Chris había comenzado a levantar un muro, manteniendo afuera a Evan. Sin abrazos, sin besos, parecía casi culpable ante cualquier muestra de cariño. Se preguntó si ese comportamiento tendría que ver con el otro Evan, o solo con que Evan no fuera su verdadero padre y eso por fin lo hubiera hecho sentir incomodo. Inevitablemente se sentía preocupado por eso. No entendía que había provocado ese cambio, surgido de la nada.

Luego de sentarse a la mesa, destapó una cajita de leche y se la entregó. Comenzaron a comer su desayuno, uno sentado frente al otro.

Chris era responsable, muy inteligente, serio, también muy maduro para su edad, era realmente un niño muy fácil de cuidar, pero pensar en porque había necesitado ser así siempre conseguía afligirlo. Deseaba darle una buena infancia, con alegría, estabilidad y cariño, con todas esas cosas que un niño normal debería tener al crecer, cosas que él no había tenido al crecer en un orfanato.

Lo vio comenzar su desayuno seriamente.

—¿Hay algo que quieras para navidad? —tomó su taza con café.

—No.

Asintió, dado el carácter de Chris no había estado esperando otra respuesta.

—Tengo suficiente tiempo para ahorrar y comprarte algo.

—Ya has gastado demasiado. No necesitó nada más.

—Que tal si vamos al parque, a jugar.

—Es tu día de descanso, descansa.

Sonrió suavemente, sintiéndose conmovido y divertido.

—Chris, no estoy cansado.

El niño lo miró, obviamente sin creerle, Evan sabía se veía agotado, pero a pesar de eso no se sentía así. El esfuerzo había valido la pena, aunque el lugar era pequeño, era un hogar, su hogar.

—¿Seguirás haciendo turnos dobles?

—No. Tomaré un horario normal desde mañana. Te recogeré por la tarde de la casa del señor Cheng, lamento acortar tu tiempo con él, sé que te gusta estar allí.

Era un omega de mediana edad que cuidaba a los niños, era padre de Ana, quien vivía cerca del edificio de Francis. Aún así, le preocupaba dejar a Chris demasiado tiempo al cuidado de otra persona por más confiable y amable que esta había demostrado ser.

—Me agrada. Tiene muchos libros.

—El siempre me felicita por enseñarte a leer, me da vergüenza confesar el merito no es mío.

—Tampoco es de mi… del otro Evan.

—Lo sé —dijo con cuidado, viendo la mirada que por un segundo había pasado por el rostro del niño—. Me apresurare a enviarte al jardín de niños pronto.

Chris dejó la cuchara y lo miró con ojos serios.

—No quiero ir allí.

Parpadeo con sorpresa tras su taza.

—¿En serio? Creí que te entusiasmaría ir a la escuela.

—Estoy sobrecalificado para el jardín de niños.

Sonrió entretenido, viendo su lindo mohín.

—¿Sobrecalificado, eh? Es verdad, quizás podamos averiguar si puedes ir directamente a la primaria. Pero solo puedes adelantarte un año.

—Bien puedo adelantarme hasta secundaria.

Evan rió, al notar hablaba en serio, se detuvo y lo miró con seriedad.

—No te saltarás tantos grados escolares, no es bueno para tu desarrollo.

—No estoy de acuerdo.

Chris frunció el ceño, claramente enfurruñado. Evan resistió el impulso de alcanzarlo para tocar sus mejillas infladas.

Se sentía sorprendido ante su firmeza, podría verse como su primer comportamiento puramente infantil. Su primera rabieta o intento de ella.

Hubo un toque en la puerta, probablemente Matt o Elena quienes vivían en el mismo edificio, se puso de pie.

—Si terminaste ve y lava tus dientes —pidió.

Chris tomó su plato para llevarlo al fregadero.

—Discutiremos sobre esto después, Evan.

Miró su pequeña y decidida espalda desaparecer en la habitación.

—Por supuesto que lo haremos —murmuró.

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Durante la fría madrugada, Evan se encontró con Elena y Matt para subir a un autobús junto a los niños, los niños tan bien abrigados a punto de no poder caminar, Mango se había vuelto prácticamente una bola dentro de sus cobijitas, dormía en brazos de su padre. Poco después bajaron en su parada, encontrando a Francis esperándolos con las gemelas dentro de una tienda de conveniencia, luego de más saludos de buenos días, siguieron la rutina de caminar hacia el edificio de departamentos donde Ana vivía.

Al llegar, entregó a Chris al señor Cheng y vio salir a Ana para ayudar a entrar a los otros niños.

—Se bueno —pidió Evan, como siempre hacía.

Chris asintió.

El señor Cheng le sonrió con ojos amables.

—Nos vemos por la tarde, que tengan buen día.

Se dirigieron a la entrada del subterráneo a pie.

—Chris no quiere ir a la escuela —comentó, ocultando su boca y nariz dentro de su bufanda azul. Metió las manos en su abrigo negro y avanzó sobre la acera.

—¿Tenemos otra Ari en el grupo? —dijo Francis con tono cansado.

Ana rió, sus oscuros y amables ojos tan parecidos a los de su padre brillando con diversión ante el tono de Francis, ella sacó su largo cabello negro de su bufanda.

—Estoy sorprendida, creí que un niño como Chris estaría entusiasmado de ir a la escuela.

—No quiere pasar por el jardín de niños —aclaró.

—Ah —susurró Elena, sonriendo—, Marco me había comentado algo.

Matt se quito el gorro de su chamarra.

—¿Esta mal? Ciertamente su nivel no es el de un niño de kinder. ¿Qué no es superdotado o algo así?

—Es inteligente, solo eso, pero saltarse grados no es bueno para él. Él piensa debería ir directamente a secundaria —contó divertido.

—Oh, demasiado —rió Francis.

—Marco también piensa lo mismo. Pero dado que es algo que Chris le dijo, Marco cree es la mejor idea de todas —dijo Elena, divertida.

Evan la miró y asintió. Chris y Marco se habían vuelto casi inseparables, aunque eso era más resultado de la búsqueda de Marco que de la disposición de Chris. Algo que había sorprendido y alegrado a Elena, ver a su hijo abrirse cada vez un poco más, comportándose más como un niño feliz debería hacerlo.

—Chris es un niño inteligente, entenderá si le explicas —aconsejó Francis.

—¿Quieres le diga a papá hablé con él? —preguntó Ana— Parece respetarlo mucho.

—No, gracias, hablaré con él. De hecho Chris quiere discutirlo.

Una parte de él estaba curioso sobre conocer que argumentos usaría para intentar convencerlo.

—¿Será este su primer berrinche? —dijo Matt— Ya era hora sufrieras como el resto de los padres normales.

Evan sabía no sería un berrinche como tal, pero aun así, sospechaba sería una conversación difícil, Chris había parecido tan serio y resuelto.

Cuando estaban apretados en medio de un grupo de personas en el vagón de tren dejaron de hablar. Tiempo después bajaron en la parada correspondiente, se separaron tras pasar las puertas para personal en el hotel y registrar su entrada.

Luego de ponerse su uniforme, pantalones y camisa larga de color azul oscuro con bolsillos en la parte inferior de esta, cerró su casillero. Ato su cabello y salió hacia la sala de suministros, allí tomó y revisó su carrito para saber que cosas necesitaba, justo como Elena y sus otros compañeros de trabajo hacían.

Vio a James, uno de sus compañeros de trabajo entrar apresurado por la puerta. Evan comenzó a llenar y registrar que ponía en su carro.

—Escuche por el personal de cocina que Rogers esta realmente nerviosa por un huésped importante —dijo James, a otros dos compañeros de trabajo cerca de Evan.

Sin prestarle atención a la conversación, colocó la última toalla blanca doblada en su carrito para salir e ir hacia uno de los elevadores. Bajó al llegar al piso que le correspondía primero, empujó su carro de limpieza en el elegante pasillo de habitaciones. Pisos de mármol, paredes azul cálido y puertas electrónicas negras que daban a lujosas suites.

Mientras revisaba la lista de habitaciones que necesitaban limpieza, escuchó una de las puertas abrirse a su espalda.

—Huésped, ¿pidió limpieza? —preguntó. Dejó la lista y entonces dio media vuelta.

Encontró a un atractivo hombre rubio de ojos azul pálido que usaba únicamente pantalones de chándal grises.

—Así es —contestó, su inquietante mirada fija en Evan.

Retrocedió un paso de forma inconsciente debido a la sorpresa. Ya había visto a ese hombre antes, y al igual que aquella vez en esa tarde de otoño, durante unos segundos sus sentidos parecieron llenarse de su aroma.

Frente a él estaba el alfa que había agitado a Chris lo suficiente como para hacerle prometer a Evan que no se acercaría a ningún alfa. Un hombre que había descartado de sus pensamientos.

Desvío la mirada y con calma le dio la espalda para tomar sus cosas de limpieza. Si se demoró unos segundos de más al hacerlo fue debido a un intento de mantener a raya la confusión que lo embargaba. Al regresar frente a la puerta su mirada se encontró una vez más con la del otro.

Con un rostro inexpresivo el rubio se hizo a un lado.

—¿Vas a entrar o no?

Evan paso junto al alfa, sintiendo su opresiva mirada a cada paso. Dentro de su pecho, su corazón pareció tensarse cuando el hombre cerró la puerta a su espalda.

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