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Cap 3

En lo más alto del cielo, Ignus, con sus alas desplegadas y ojos resplandecientes, cargó un poderoso ataque. Las llamas se acumularon en su boca, listas para ser liberadas con una fuerza que desafiaría la misma esencia del bosque que había sido su campo de batalla. En un instante, el rugido del dragón resonó, y la explosión de energía desató una destrucción descomunal, consumiendo árboles y criaturas por igual.

El bosque, antes vibrante y lleno de vida, quedó reducido a escombros chamuscados y cenizas que flotaban en el aire. La fuerza del ataque de Ignus había dejado una marca indeleble en el paisaje, una huella de poder y desolación.

Cerca de ese lugar, en un territorio limítrofe, un Rey Dragón, uno de los 7 monarcas alados, sintió la perturbación en el equilibrio natural. El rugido de Ignus y la destrucción resultante llamaron su atención, y con una agilidad majestuosa, se dirigió hacia la fuente del tumulto.

Ignus, mientras tanto, percibió la presencia del Rey Dragón. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, consciente de que la llegada de tal ser no pasaría desapercibida. Con la velocidad del viento, Ignus se lanzó al cielo, tratando de distanciarse del desastre que había desatado.

La figura imponente del Rey Dragón se perfilaba en el horizonte, sus alas desplegadas como un manto real. El brillo de sus escamas anunciaba la magnificencia de su linaje. Ignus, volando lo más rápido que sus alas le permitían, sentía el peso de la responsabilidad sobre él.

El Rey Dragón, descendiendo con majestuosidad, observó la destrucción que yacía debajo. Sus ojos penetrantes se posaron en Ignus, quien intentaba escapar de la inevitable confrontación. El aire temblaba con la presencia de dos dragones poderosos, cada uno llevando consigo su propia carga de historia y elecciones.Ignus, con sus alas batiendo frenéticamente, intentaba escapar de la inminente confrontación con el Rey Dragón llamado Seek. Sin embargo, el aura de autoridad y poder que emanaba del Rey Dragón dejaba claro que la fuga sería inútil. Seek, con ojos penetrantes, observaba cada movimiento de Ignus mientras descendía lentamente hacia la tierra devastada.

La destrucción a su alrededor no pasó desapercibida para Seek. La magnitud del caos provocado por Ignus despertó su curiosidad y asombro. Preguntándose cómo un dragón tan joven podía desatar tal devastación, Seek se preparó para obtener respuestas directamente de Ignus.

Con un rugido que resonó en todo el lugar, Seek se acercó a Ignus, bloqueando cualquier posible ruta de escape. La expresión en los ojos del Rey Dragón mezclaba curiosidad con un atisbo de desaprobación. En ese momento, Seek decidió abordar directamente al joven dragón:

—Ignus, ¿cómo es posible que un dragón tan joven haya causado tal destrucción en este bosque? ¿Qué motivó semejante despliegue de poder?

Ignus, en su intento de explicar, se encontraba atrapado entre la tensión del momento y la necesidad de justificar sus acciones. Buscó las palabras adecuadas mientras sentía la mirada escrutadora de Seek sobre él. La responsabilidad de sus actos pesaba sobre Ignus, quien ahora enfrentaba no solo las consecuencias de su poder, sino también la evaluación de un Rey Dragón.

Ignus, sintiendo la mirada escrutadora de Seek, respondió con un toque de arrogancia en su tono:

—Sí, fui yo. ¿Acaso esperabas menos de un dragón como yo, capaz de desatar tal poder? — Ignus mantuvo la mirada desafiante, aunque su interior reflejaba una mezcla de orgullo y nerviosismo.

La sorpresa parpadeó en los ojos de Seek, un Rey Dragón acostumbrado a manejar situaciones con más calma y control. Sin embargo, la afirmación directa de Ignus había captado su atención de manera inesperada.

Seek, sin perder su serenidad, pronunció con voz firme:

—Mocoso, tú vendrás conmigo.

Ignus, cuestionando la razón detrás de tal decisión, preguntó:

—¿Por qué debería ir contigo?

Seek, con una autoridad que dejaba poco espacio para la negociación, simplemente respondió:

—Te llevaré a mi territorio. Hay cosas que necesitas aprender, y no será en medio de la destrucción que lo logres.

La mirada de Seek indicaba una mezcla de determinación y una sabiduría que solo los dragones más antiguos poseían. Ignus, aunque resistente a la idea de seguir a otro, se encontraba intrigado por la oportunidad de aprender de alguien de tan alto rango en la jerarquía de dragones.

Entre la tensión y la curiosidad, Ignus asintió, aceptando la decisión de Seek.

Ignus, bajo la atenta mirada de Seek, descendió junto con el Rey Dragón en el vasto territorio dragón. Desde las alturas, Observó con asombro la presencia de varios dragones, cada uno con su majestuosidad y poder. La pregunta inquieta escapó de los labios de Ignus:

—¿Qué hacen todos estos dragones aquí? ¿Y dónde me quedaré?

Seek, con una expresión serena, respondió:

—Este es nuestro territorio, donde los dragones comparten conocimientos, experiencias y, lo más importante, aprenden a controlar sus poderes. Te quedarás conmigo.

Ignus, con una mezcla de resistencia y curiosidad, siguió a Seek hacia una cueva imponente, resguardada en las profundidades de la tierra dragón. La entrada amplia revelaba pasillos intrincados y cámaras que resonaban con el eco de las voces de otros dragones.

Al llegar al interior, Seek señaló un rincón de la cueva, indicando que sería el lugar donde Ignus residiría durante su estancia. Las quejas no se hicieron esperar por parte de Ignus, quien expresó su descontento ante la perspectiva de estar bajo la atenta mirada de Seek.

—¿Por qué debería quedarme aquí contigo? —cuestionó Ignus, revelando una vez más su naturaleza indomable.

Seek, con calma, explicó:

—Aquí aprenderás a controlar tu poder y a comprender el equilibrio que se requiere para ser un dragón sabio y fuerte. No estás solo en esto, Ignus. La sabiduría de aquellos que te rodean te guiará en tu camino.

A pesar de las quejas y resistencias de Ignus, Seek dejó claro que esta experiencia sería fundamental para su desarrollo. Ignus, junto a Seek, avanzó más profundamente en la cueva hasta llegar al lugar donde descansaba el imponente dragón, Eris, de color azul. Su mirada se encontró con la de Ignus, quien observaba con una mezcla de curiosidad y desconfianza.

Seek, al acercarse a Eris, le dedicó unas palabras cariñosas, acariciando sus escamas con ternura. La presencia de Ignus no pasó desapercibida, y Eris, notando al joven dragón, preguntó con curiosidad:

—Seek, ¿quién es este pequeño?

Seek, con la confianza de un líder, explicó a Eris las acciones de Ignus y lo que lo había llevado hasta allí. Mientras tanto, una segunda dragona de color azul oscuro, Aris, se aproximó sigilosamente, al mismo nivel de Ignus en edad y altura.

Aris, con voz juguetona, exclamó:

—¡Papi, has vuelto!

Ignus, ya molesto por la situación, observó cómo Seek acogía con afecto a Aris. La dinámica familiar se desarrollaba ante sus ojos, pero lo que vendría a continuación lo desconcertaría aún más.

Aris, al notar la presencia de Ignus, se dirigió a él de manera provocativa:

—¿Y quién es este? Parece que ya tienes un pretendiente, Ignus.

Seek, con una mirada seria, reprendió a Aris y le recordó que mirara a Ignus con respeto. Eris, de manera más jocosa, comentó:

—Oh, mi pequeña niña, parece que ya tienes a alguien que te presta atención. Ignus, te presento a Aris, nuestra traviesa hija.

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