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Cap 13

Ignus, tras la masacre de los dioses, se dirigió al reino celestial de una manera que desafiaba las leyes cósmicas. Abriendo una entrada violeta, permitió que otros dragones oscuros ingresaran, desatando una invasión sin precedentes en el reino de los dioses.

La batalla que siguió fue épica, con dragones oscuros enfrentándose a las fuerzas celestiales en un conflicto que estremeció los fundamentos de la realidad. Ignus, ahora más que nunca imbuido de su dualidad, lideraba a sus compañeros de escamas hacia la conquista del reino celestial.

Tras la victoria, Ignus se enfrentó al dios más antiguo del panteón celestial. En un enfrentamiento mental, Ignus se adentró en la mente del dios, explorando sus pensamientos y recuerdos. Fue en ese momento que descubrió información crucial sobre Dreik y el motivo de su sellado.

Hace unos 30,000 años, Dreik, un Archidragón con un poder descomunal, buscaba destruir el mundo. Ignus vio el evento en el que Dreik fue sellado, comprendiendo la amenaza que este representaba. La visión reveló un lugar donde se encontraba el sello de Dreik, información que podría cambiar el curso de la historia.

Determinado a obtener más poder y desentrañar los secretos de su linaje, Ignus se embarcó en una búsqueda para encontrar el sello de Dreik. Su viaje lo llevaría a lugares desconocidos y a enfrentamientos que desafiarían incluso su nueva forma celestial. Ignus, guiado por la información obtenida en la mente del dios celestial, se adentró en un viaje intrincado y peligroso para localizar el sello de Dreik. La búsqueda lo llevó a través de dimensiones inexploradas y reinos olvidados, enfrentándose a criaturas cósmicas y desafiando las leyes mismas del universo.

En su travesía, Ignus se encontró con guardianes ancestrales y acertijos místicos que protegían el acceso al sello de Dreik. Cada desafío superado fortalecía su conexión con la dualidad que llevaba consigo, fusionando aún más la oscuridad de Dreik con el resplandor celestial de Euan.

El viaje también puso a prueba la moralidad de Ignus, ya que se enfrentó a decisiones difíciles y tentaciones que surgieron en su búsqueda de poder. El conocimiento antiguo y las revelaciones cósmicas llenaron su mente, exigiendo discernimiento en cada paso que daba.

Mientras Ignus avanzaba, la cueva, enraizada en su esencia desde el nacimiento, vibraba en sintonía con las energías cósmicas que emanaban de su búsqueda. Los dragones que compartían el vínculo con Ignus, aunque lejanos físicamente, sentían la resonancia de su odisea.

Finalmente, Ignus llegó al lugar indicado en la visión: un reino etéreo donde el sello de Dreik se mantenía en un equilibrio precario. La confrontación con la oscuridad de Dreik, mezclada con la determinación de Ignus, dio lugar a un enfrentamiento cósmico que desafió incluso los límites de la realidad.

El desenlace de esta búsqueda tendría ramificaciones no solo para Ignus y los dragones oscuros, sino para el tejido mismo del universo. La cueva, como un testigo silencioso a lo largo de los eventos, aguardaba con una expectación tensa mientras Ignus se enfrentaba al siguiente capítulo de su destino cósmico.Ignus, guiado por la información obtenida en la mente del dios celestial, se adentró en un viaje intrincado y peligroso para localizar el sello de Dreik. La búsqueda lo llevó a través de dimensiones inexploradas y reinos olvidados, enfrentándose a criaturas cósmicas y desafiando las leyes mismas del universo.

En su travesía, Ignus se encontró con guardianes ancestrales y acertijos místicos que protegían el acceso al sello de Dreik. Cada desafío superado fortalecía su conexión con la dualidad que llevaba consigo, fusionando aún más la oscuridad de Dreik con el resplandor celestial de Euan.

El viaje también puso a prueba la moralidad de Ignus, ya que se enfrentó a decisiones difíciles y tentaciones que surgieron en su búsqueda de poder. El conocimiento antiguo y las revelaciones cósmicas llenaron su mente, exigiendo discernimiento en cada paso que daba.

Mientras Ignus avanzaba, la cueva, enraizada en su esencia desde el nacimiento, vibraba en sintonía con las energías cósmicas que emanaban de su búsqueda. Los dragones que compartían el vínculo con Ignus, aunque lejanos físicamente, sentían la resonancia de su odisea.

Finalmente, Ignus llegó al lugar indicado en la visión: un reino etéreo donde el sello de Dreik se mantenía en un equilibrio precario. La confrontación con la oscuridad de Dreik, mezclada con la determinación de Ignus, dio lugar a un enfrentamiento cósmico que desafió incluso los límites de la realidad.

Ignus, envuelto en una danza cósmica con la oscuridad de Dreik, se acercó al sello que mantenía encerrado al Archidragón oscuro. La dualidad dentro de Ignus resonaba con fuerza mientras enfrentaba la esencia de su antepasado. La cueva, aunque lejana geográficamente, vibraba con la intensidad de la confrontación cósmica.

El sello, un remanente de antigua magia y poder celestial, respondió a la presencia de Ignus. La conexión que compartían, la sangre que corría por sus venas, creó una interacción única entre el dragón actual y el Archidragón sellado.

En el clímax de la confrontación, Ignus se vio inmerso en visiones ancestrales. Recuerdos de Dreik, su furia desenfrenada y su deseo de destrucción, se entrelazaron con momentos de claridad y sabiduría. Ignus comprendió la complejidad de su linaje, una mezcla de luz y oscuridad que lo definía.

El sello cedió ante la presión cósmica de Ignus, liberando a Dreik en un resplandor oscuro y majestuoso. La cueva, como si estuviera conectada a este acontecimiento transcendental, tembló ante la liberación de una presencia tan antigua como el tiempo mismo.

Dreik, ahora liberado, se manifestó en toda su magnificencia. Su forma oscura y colosal se alzaba ante Ignus, creando un contraste impresionante. Sin embargo, en lugar de la furia destructora que se esperaba, Dreik miró a Ignus con ojos que reflejaban sabiduría y reconocimiento.

La dualidad dentro de Ignus se mezcló con la esencia liberada de Dreik. En lugar de una lucha interna, encontraron un equilibrio único que sorprendió a los dos dragones oscuros. La cueva, como un eco lejano, resonó con la transformación cósmica que estaba teniendo lugar.

Juntos, Ignus y Dreik, dos generaciones separadas por milenios, contemplaron un futuro donde la oscuridad y la luz podían coexistir en armonía.