COMPASIÓN: NO TODO ES FELICIDAD

Voy por el camino, pensando en cosas que puede pensar un chico de 22 años. Doy la vuelta en una de las calles para llegar a mi destino, desde lejos veo a un niño sentado sobre la banqueta de una casa; algo elevada, pues vivimos en una ciudad donde somos literalmente amigos de los cerros: Tijuana.

Paso algo cerca del niño y lo primero que pienso es: ha de estar descansando... normalmente la gente por estos lados se asolea muy fácilmente. Pero escucho una voz, y era el. Me hace una pregunta, ¿que domicilio es este? Iba sacar mi celular para ver en el mapa pero recordé que era Calle Azteca, note que no era lo que quería saber entonces le dije nuevamente Mariano, me desconcertó por que se notaba que tampoco quería saber eso. Nuevamente me hace una pregunta al instante. ¿Es tijuana? Yo solo le dije si es Tijuana. Llegue a mi casa y me quede pensando que era lo que pudiese estar pasando con ese chico, se miraba muy pequeño como para andar perdido, lamentablemente no supe que hacer en ese momento, y me hace sentir mal que no haya pensado que poder hacer. Me decepcione de mi mismo que algo tan fácil me suela resultar muy difícil: Comunicarme con empatía, sin importar la timidez.