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Hallazgo

Suena la campana y tanto Shi como yo nos levantamos, al igual que el resto de esclavos. No lo hacemos con prisa, no tenemos ninguna, pero tampoco podemos demorarnos.

Salimos del dormitorio y nos dirigimos a otro edificio parecido, el comedor. Los esclavos encargados se levantan antes para preparar nuestra única comida del día. Nos guardamos algunas galletas insípidas y pan duro para más tarde.

Los esclavos que están en la tercera etapa son los primeros, y los que reciben la mejor comida. O la menos mala. Después van los de la segunda, la primera y nosotros.

No hay esclavos de la cuarta etapa o por encima, excepto algunos esclavos personales que no están con nosotros. A partir de la cuarta llaman demasiado la atención a los estudiantes, y la envidia de algunos. Eso acaba siendo trágico, en especial cuando algunos de esos estudiantes pueden pagar por la muerte de un esclavo en la cuarta etapa. Estoy convencido de que hay esclavos que podrían llegar a la cuarta, pero tienen miedo de hacerlo.

Los que tenemos tareas asignadas nos vamos a hacerlas, el resto va a hacer cola ante los administradores. En eso tengo suerte, mi trabajo de la mañana es laborioso, pero no un infierno.

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Me he pasado la mañana copiando símbolos en papel caro, despacio, con mucho cuidado de no cometer un solo error. Luego el maestro Mu o algunos de sus aprendices aplicarán capas de qi, hasta completar la copia de otro manual de nivel bajo. Si alguien falla en el proceso, el manual se amontona con los que tienen que ser quemados. Me parece un desperdicio, algunos son en parte utilizables aunque no estén completos. Pero la palabra del maestro Mu es absoluta en el taller, y la de un esclavo irrelevante.

Tenemos que descansar durante cinco minutos cada quince, lo que hace que sea el mejor trabajo que tengo. No lo hacen por consideración a nosotros, sino para que estemos más descansados y cometamos menos errores. Es orden del maestro, y los aprendices también lo hacen. Está prohibido no descansar.

Aunque hay que prestar mucha atención, es un trabajo entretenido y no corremos el riesgo de recibir abusos repentinamente. Estamos seguros durante estas horas.

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Después de los manuales me ha tocado cortar leña. Mi segundo trabajo preferido. No suelen molestar en el bosque, y es una zona segura si llevas los talismanes que nos prestan.

Me hacen la zancadilla y caigo. Lo he visto y podría haberlo esquivado, pero es más prudente caer en su trampa, si no, luego sería peor. Los estudiantes se ríen. Yo me levanto, me disculpo y sigo mi camino. Llevo el talismán que indica que estoy trabajando, así que me dejan ir.

–Es uno de los esclavos de Mu. Mejor dejarlo tranquilo, si se lesiona, el maestro se enfadará con nosotros– avisa el más bajo de ellos.

–¿Tienes miedo Li? Eres un cobarde– le provoca el otro.

Empieza a ser preocupante. Llevan días molestándome y va a más, como si fuera una especie de reto. A ver quien se atreve a ir más lejos, pero no lo suficiente para que el maestro Mu pueda enojarse.

–¡Claro que no, Fen!– se defiende el primero, aunque está claro que lo tiene.

–Bueno, Fen habla mucho, pero tampoco hace nada. ¿No ibas a sodomizarlo? Mucho hablar, pero al final nada– provoca un tercero.

–Prefiero a una esclava.

–Ya, ya…– se venga Li.

–¡Mañana o pasado lo pillo! ¡A ver quién es el cobarde! ¿¡Lo haréis también o tenéis miedo!?

No les importa que los oiga, solo soy un esclavo. Se van bromeando con su pruebas de valor, aunque algunos están preocupados. Me daría igual si no fuera porque soy yo el que tiene que sufrir. No quiero volver a pasar por eso, aunque no puedo hacer nada para evitarlo, solo soy un esclavo, un objeto. O normalmente no podría.

Hace ya un tiempo que esto ha empezado, por lo que me ha dado tiempo de preparar algo impensable para un esclavo. Total, ¿qué es lo peor que puede pasarme? ¿Morir? Sería una liberación. De hecho, no podemos suicidarnos aunque queramos. Tenemos una restricción que nos lo impide.

El plan es arriesgado y puede que no lo consiga a tiempo, pero vale la pena probar. Además, planeándolo, me he sentido vivo por primera vez en mucho tiempo.

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Podemos ir más rápido cortando leña de lo que creen, pero todos lo ocultamos. De hecho, ahora mismo tengo leña escondida en una pequeña cueva. Si alguien la descubre simplemente perderé ese trabajo hecho. Si alguien me ve cogiéndola, simplemente diré que la he encontrado allí, aunque mejor que no me descubran, por si acaso.

Así, puedo descansar cuando lo necesito, o cortar más cuando estoy más descansado. Hoy me siento nervioso por la inminencia de mi plan, por sus consecuencias si falla o no llega a tiempo. Así que me doy una vuelta por las Cuevas del Tesoro, o así la llaman los estudiantes.

Hay varias leyendas de inmortales que escondieron allí tesoros. Algunos infames, otros virtuosos. Los estudiantes noveles suelen entrar y perderse en las cuevas, y hay que ir a rescatarlos. Por suerte ya ha pasado la fiebre de este año.

Es absurdo querer encontrar algo. Cada rincón ha sido inspeccionado cientos de veces. Pero los novatos son crédulos, y los viejos quieren que pasen por lo que ellos pasaron.

Conozco bastante bien los túneles, he entrado varias veces a rescatar a esos estudiantes. Me gusta pasear por ellos. El silencio me tranquiliza. Me resulta agradable el tacto de la piedra. Y el talismán crea el suficiente resplandor como para iluminar unos metros.

Me he detenido a acariciar la piedra fría. Por un momento no soy un esclavo, soy un visitante en este templo de piedra. De repente, un terremoto me desequilibra, casi caigo. Es fuerte. Maldigo haber ido precisamente hoy a las cuevas, podría quedar atrapado.

Rápidamente me muevo por los túneles para buscar la salida, rezando para que no se haya bloqueada y para que no haya otro temblor. Cuando hay uno, suelen haber más. Pero cuando tuerzo por un recodo me encuentro con una sorpresa, hay un túnel nuevo.

Mi primera intención es ignorarlo y salir de allí. Es peligroso estar más tiempo. Pero me dejo llevar por mi corazón. Es absurdo hacer lo que hago, pero también emocionante. Y muy pocas veces podemos hacer algo emocionante, algo por lo que nuestras vidas no sean solo una continua monotonía sin futuro.

He llegado al final y, como era de esperar, no hay nada, aparte de piedra. Bueno, ha sido un poco emocionante. Me vuelvo y empiezo a caminar deprisa. Mejor salgo rápido, antes de que haya otro terremoto.

Me detengo ante una grieta que no he visto antes. Es normal, era difícil de ver en esa dirección, la tapaba un saliente. Pero en sentido contrario puedo apreciar que hay algo dentro.

Saco de allí una extraña pieza. Parece una casa dibujada por un niño en la arena, pero el material es pulida y suave. Quizás sea un tesoro. O quizás no valga nada. Como sea, me lo llevo y salgo de ahí.

Ha habido un derrumbamiento y hay voces al otro lado.

–Joder, está bloqueado.

–Vamos, saquemos las piedras. Igual el terremoto ha dejado a la vista algún tesoro.

Son estudiantes estúpidos que no saben que están arriesgando sus vidas. Podrían quedar sepultados si hay otro terremoto. Aunque yo también he sido algo estúpido. De todas formas, he tenido suerte. Si no, me los habría encontrado y me hubieran quitado la extraña pieza. Puede que incluso me hubieran matado para evitar que pudiera contarlo.

Sigo otro camino. Hay un par de túneles medio bloqueados. Trepo por entre las piedras, rezando porque no haya otro temblor justo ahora. No lo hay y, finalmente, puedo encontrar una salida. Salgo con precaución, no vaya a ser que me encuentre a alguien. De hecho, hay más gente viniendo, pero puedo esconderme en el bosque y llegar a la cueva donde tenía la leña. Respiro aliviado. Ha sido peligroso, me tiembla todo el cuerpo.

Escondo el objeto al fondo de la cueva, donde también tengo escondida la bolsa que contiene mi plan, no sin antes examinarlo a la luz del día. Parece jade, aunque no estoy muy seguro, no soy un experto. Es de color rojo oscuro.

No tengo mucho tiempo para contemplar el único tesoro que poseo, ya comienza a ser tarde. Así que ato la madera a la plataforma que después me pongo en la espalda. Es pesada, pero estoy acostumbrado.

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Finalmente llego al dormitorio, después de un largo día. Ha habido algunos terremotos más y hemos tenido que rescatar a varios estudiantes. Solo hay heridos leves. Lástima.

Me he pasado toda la tarde en las cuevas y pensando en aquel tesoro Si no tiene ningún valor, no hay nada de que preocuparse. El problema es si lo tiene, y cómo averiguarlo.

Si se lo llevo a algún maestro para que lo examine, lo mejor que me puede pasar es que simplemente lo reclame para la secta. Lo peor, que decida que lo quiere para él y que es mejor no tener testigos.

Intentar venderlo es casi imposible para un esclavo. Si consiguiera ser uno de los elegidos para hacer compras en la ciudad, tendría mucha suerte si puedo venderlo cien veces por debajo de su precio real, si es que tiene un precio. Morir no es en absoluto descartable, si el tesoro tiene más valor que un simple esclavo. Podrían simplemente pagar por otro esclavo para evitar problemas.

Y, aun en el caso de obtener dinero, ese dinero le pertenece a mis dueños, poco podré hacer con él. Será muy difícil moverlo sin que me descubran, y muy peligroso para mí. Lo ideal sería comprar mi libertad con él, pero es casi imposible. Tendría que tener a alguien en quien pudiera confiar para hacerlo, y ese alguien no existe.

La verdad es que no se me ocurre nada mejor que dejarlo en su escondite, o enterrarlo en un lugar lejano. Quizás, cuando alcance la primera etapa, pueda averiguar algo más. Algunas reliquias se activan con qi. Sin embargo, tampoco me servirá de mucho, aunque sea un arma. Lo mejor será mantenerlo escondido. Suspiro.

Shi llega poco después. Cojea y aprieta los dientes. Ha tenido un mal día.

–¿Puedes traer el ungüento?– me pide.

Me levanto y asiento. No es la primera vez.

Cuando vuelvo, se ha quitado la ropa y está tumbada boca abajo. Son visible varias heridas nuevas y su piel enrojecida. La debe de tener muy sensible. No le pregunto que ha pasado. Me lo contará si quiere.

–Todo es culpa del gilipollas de Chen Duo– empieza.

Sé de quien habla. Es un estudiante que está en la etapa seis del reino del Génesis. Es atractivo y su familia tiene dinero. Es bastante arrogante.

–Estoy limpiando una mesa cuando no se le ocurre otra cosa levantarme la ropa y penetrarme. Así, sin más, sin preparación y en un lugar público. ¡Y encima se queja de que no estoy mojada y es incómodo! ¿¡Qué se cree que soy!? ¿¡Una fuente!?

Está enojada. Es cierto que somos objetos, pero no hay ninguna razón para maltratarnos gratuitamente. A veces me pregunto cómo lo aguanta. Solo de pensar en lo que me puede esperar en los próximos días me da escalofríos. He descubierto que no he superado del todo el trauma de mi niñez. Lo creía olvidado. También he visto varias veces la mirada vacía de otros que lo han sufrido. Ella es más fuerte que yo. Todas ellas.

–Y aunque se queja, no para. Les da igual que nos duela o que nos hagan daño, ellos siguen igual, metiéndola para satisfacerse. Y entonces viene la princesita. Se enfada con él, discuten, y al final la culpa la tengo yo. ¡Por seducirle! ¡Cómo si no tuviera nada mejor que hacer! Y claro, decide castigarme a latigazos. ¡Malditos idiotas!

Acabó de aplicar el ungüento mientras ella se desahoga. Es todo lo que puede hacer.

–Gracias– me dice algo avergonzada cuando acabo. Supongo que se siente culpable por hacerme escuchar sus quejas. No es que me moleste. Otras veces ella escucha las mías,

–De nada, descansa– le respondo con suavidad. Sé que hoy no hay sexo. Y puede que en varios días.

Ella no se mueve, hoy no puede dormir en otra posición y la ropa le molestaría.

Yo tardo un poco más en dormirme. Dejo de pensar en lo que he encontrado, por ahora no veo solución. Me centro en lo que debo hacer mañana para completar el plan. No puedo fallar nada, no creo que tenga una segunda oportunidad. Todo tiene que salir perfecto.

Ya he hablado con el administrador para que me dé tareas mañana. No es raro. Muchas veces lo hacemos cuando queremos estar ocupados y que algún estudiante se olvide de nosotros. Con un día de margen muchas veces se les pasa su enfado o capricho. Pero sé que esta vez no será así. Y el administrador sabe que, al hacernos un favor, con otro favor se paga. La semana que me toque a mí ser administrador, me podrá pedir él también trato preferencial.

Cultivo un poco. Si todo sale bien, puede que avance más pronto de lo previsto. Pero todo depende de los dos próximos días.