webnovel

Corey Valkyries, Zafiro 1956

Corey ha sido perseguido toda su vida debido a sus poderes tan inusuales, por lo que, para ocultarse, aprovecha su apariencia andrógina y se hace pasar por una bruja ordinaria. Sin embargo, para sobrevivir deberá tomar una decisión que lo obligará a revelar su identidad: aliarse a un grupo de mercenarios o perecer en completo abandono. Junto a ese grupo de mercenarios, conocidos como Oro-Gris, encontrará un libro mágico de las leyendas de Zafiro, y descubrirá que algo más oscuro sucede alrededor de aquella sociedad mágica que lo ha buscado por tantos años. Ahora Corey tendrá en sus manos una oportunidad para destruir o salvar al mundo entero...

Kiritomo_Deeh · Fantasy
Not enough ratings
17 Chs

Capítulo nueve

Los mercenarios dispararon una especie de arma que lanzó una bola de fuego; el dragón intentó cubrir el ataque, pero era hostigado por varios frentes. Por una parte, el líder comandaba con maestría a los guerreros pesados: Marty, Hilda y Rebecca; mientras que el resto cargaba la ballesta de madera.

El arma tenía un apartado donde se posaba el Libro del Sello; era una especie de apertura que parecía conectar como un alimentador. Era muy probable de que el arma succionaba la magia arcana que el libro emanaba y por esta razón las balas, de tipo cañón cubiertas de fuego, eran capaces de dañar al dragón.

Corey evitó a los mercenarios y se colocó frente al monstruo; daba la espalda a la bestia y creaba circunferencias enormes con simbología única. Las bolas de fuego se desintegraban al cruzar por la barrera mágica que el adolescente había creado.

—¿Corey? —Hilda preguntó sorprendida; había detenido su ataque.

Acto seguido, Corey activó todo su potencial y conjuntó la energía del dragón que residía en el cristal bajo su poder. El cielo se oscureció de forma antinatura, el aire comenzó a soplar con furia y la nieve fue forzada a caer con rapidez. Incluso el dragón de escamas cristalinas había detenido sus movimientos; ahora movía sus alas y se mantenía elevado.

—Corey —Raymond pronunció con sentimentalismo—, volviste.

Corey suspiró e ignoró su sentir al escuchar la voz del joven; ya no toleraría su propia lástima hacia su persona. Se recordaba que Raymond lo había engañado, al igual que el resto de esos mercenarios; Corey había sido visto como un error porque él lo había permitido.

Entonces, al liberar el hechizo, todo el perímetro fue azotado por huracanes pequeños que caían desde el cielo; levantaban la nieve del suelo, apabullaban a los árboles, golpeaban las rocas y generaban caos. El arma de los mercenarios no resistió y se descuartizó por la violencia de la naturaleza. Los mercenarios se sujetaron de lo que pudieron para no ser arrastrados por el poder. Solamente la posición de Corey y el dragón permanecía en calma. A continuación, la tormenta cesó, pero ahora la tierra tembló y se cuarteó con brutalidad; bolas oscuras aparecían de ésta y se expandían a toda prisa.

—¡Corey! ¡Nosotros no somos el enemigo! —Raymond dijo con desesperación al notar la magia—. ¿Has olvidado que deseamos capturar al dragón?

—No —susurró Corey—, no lo he olvidado. Pero yo no he venido a ayudarles a atrapar a una bestia que no les ha hecho nada, y que no es el trofeo de nadie.

Las bolas oscuras generaron electricidad y lanzaban rayos por todo el terreno; árboles, animales y los mercenarios eran electrocutados una y otra vez. Pero Corey no se detuvo; movió las bolas de magia y trazó un nuevo círculo con runas de una brujería que había aprendido durante su niñez. Las esferas cesaron los rayos y ahora se contrajeron y se unieron en un sólo punto. Acto seguido, hubo una especie de destello oscuro que traspasó todo a su alrededor.

Corey respiraba con rapidez y sentía a su cuerpo cansado; era como si todas las heridas resientes se abrieran y los golpes en su piel ardieran sin reparo.

"Magia de Tiempo," sonó una voz rasposa y fría.

Corey volteó hacia atrás y contempló al dragón; la bestia ya estaba sobre la tierra y su cabeza alargada como un lagarto estaba a unos centímetros del adolescente.

"La última bruja capaz de usar Magia de Tiempo murió hace más de trescientos años…"

—N-No lo sabía —dijo Corey agitado.

"¿Por qué no me has atacado?"

—Nadie… Tiene el derecho a… encarcelarte sólo por tu origen… o por quien seas…

"Podría matarte, mago".

—Pero no lo has hecho…

"Tampoco pienso agradecerte".

—N-No busco eso…

Con lentitud, Corey elevó la mano izquierda y mostró el cristal oscuro.

—E-Es… —Corey tosió un poco y continuó—: uno… de los tuyos, ¿no?

El dragón movió un poco la cabeza hacia el costado y observó el cristal.

—Llévalo contigo… por favor…

"Si nos volvemos a encontrar, ¿pelearemos?"

—S-Sí… si decides atacarme, entonces me defenderé.

El dragón cerró los ojos y asintió con la cabeza; luego se irguió, usó la garra delantera y tocó el cristal. Ahora una especie de humo entre negro y gris se aglomeró y un nuevo monstruo apareció. A diferencia del dragón azul, éste era muy delgado, con el cuerpo enroscado como una serpiente y alas medianas, tenía cuernos y la tez gris con manchas negras.

Esta nueva bestia se acercó a Corey y lo observó con detenimiento.

En los alrededores comenzaron a aparecer estruendos rojizos y morados; aunque todo parecía como una imagen congelada, Corey sabía que su hechizo no soportaría más.

"Algún día seremos libres," opinó una voz jovial y suave, "y quizás nos venguemos de la raza humana".

—E-Estoy seguro… de que tomarán la decisión correcta… Y que el mago o bruja que los libere s-será… la clave más importante en n-nuestra sociedad…

"Y tal vez será asesinado por nosotros una vez quedemos fuera de este maldito sello," agregó la voz rasposa.

—Ah… —Corey cayó al suelo de rodillas e intentó calmar el dolor—. B-Buena… suerte…

Los dragones se movieron hacia el cielo y volaron en dirección al oeste con rapidez.

Corey se puso de pie, se acercó al trozo de la ballesta que contenía el Libro del Sello, pero volvió a caer al suelo. El hechizo se deshizo y todo regresó a la normalidad.

Los mercenarios se movieron y contemplaron los alrededores; ya no había tormentas mágicas, ni bolas oscuras, ni mucho menos había rastros del dragón azulado.

—¡Corey! —Raymond corrió hacia la posición del adolescente y se detuvo junto a él—. ¿Estás bien? ¿Y el dragón?

—Lo dejé ir —reveló el menor con un tono más tranquilo.

—Maldita sea —ahora repuso Chad al acercarse a su hijo y Corey—; ¿tienes idea de lo que nos costará?

—No, y no me interesa saberlo.

Corey tomó el libro y se incorporó; notó que los mercenarios estaban a su alrededor.

De pronto, Donovan apuntó con su pistola de pólvora, luego Rebecca y Julien hicieron lo mismo.

—¿A dónde crees que vas con ese libro, basura? —Donovan cuestionó con molestia.

Corey sonrió con seguridad y contempló a Donovan. Ignoraba la sensación cortante que su magia había dejado en su cuerpo.

—No te incumbe —Corey retó.

—Corey —Raymond habló con rapidez—, ese libro es nuestro. Al haber perdido al dragón, no podemos llegar con las manos vacías con Von Werff.

—Quizás habría considerado no tomar este libro, si ustedes no me hubieran arrojado como un perro y abandonado con Ignatis Magika… O si tal vez, no me hubieran violado —Corey pronunció con acidez al mirar a Donovan de frente—; o si no me hubieran mentido y usado como un juego de experimentación —ahora se dirigió a Raymond.

—¿Q-Qué? —Chad indagó sorprendido.

—Sí, Chad —Corey prosiguió con certeza—, tu hijo y yo cogíamos. Claro, yo fui un idiota al creer que él sentía algo por mí, y que realmente le importaba; me salvó del imbécil de Donovan, por eso le creí. Pero me quedó muy claro que no era así… Sólo fui un cuerpo, también, justo como lo fui para tu amigo, ¿verdad, Raymond?

—¡¿Cómo te atreves a decir eso de mi hijo?! ¡Raymond no es un maldito enfermo!

—¿Quieres que te lo muestre, Chad?

A continuación, Corey usó un pentagrama y unas runas curveadas; el símbolo se colocó frente a Raymond y tomó de su mente imágenes del pasado. La proyección era como una especie de rectángulo que permitía ver memorias con nitidez. Todas las ocaciones que Corey y Raymond habían interactuado sexualmente aparecían con un ritmo constante.

—¿Lo ves, Chad? —Corey compuso con honestidad—, tu preciado hijo es un "enfermo", como nos has llamado… Una lástima que para ustedes ese sea un impedimento. Para mí no lo es, y no voy a dejar que por gente como ustedes mi vida sea un infierno. Si quieren pelear, con gusto los enfrentaré.

Por unos minutos no hubo respuesta. Chad observaba con disgusto el hechizo de las memorias, mientras que Raymond sólo estaba con el rostro agachado. Los demás, por su parte, aguardaban expectantes y confundidos.

—P-Papá, yo… —Raymond se atrevió a hablar.

—No… No quiero escuchar nada. Me has decepcionado —Chad reprochó con severidad. Suspiró y sacó su arma de su saco grueso; luego apuntó hacia Raymond y dijo—: lo único que mereces es la muerte.

Sin previo aviso, y con rapidez, Chad tiró del gatillo y mató a su propio hijo al dispararle en la cabeza. Corey no pudo reaccionar a tiempo y no fue capaz de crear un conjuro de protección para Raymond; no había esperado esa reacción del líder de los mercenarios.

—¡Mátenlo! —ordenó Chad al disparar hacia Corey.

Corey logró cubrir la bala con el Libro del Sello y ésta rebotó hacia el hombre. Los demás se prepararon y comenzaron el ataque. Corey usaba la nieve para congelar a los enemigos, y aprovechaba el terreno arenoso para crear una barrera de cristal reforzado.

Rebecca era muy ágil y esquivaba los bultos de nieve sin problemas; se acercaba con profesionalismo y usaba las dagas para perforar la barrera. Marty empleaba una especie de mazo pesado y dotado de magia por alguna reliquia; así que golpeaba la nieve y avanzaba hacia el adolescente con un paso firme. Por su parte, Donovan se escudaba con los árboles; ya había sacado a Chad de la arena de combate debido a la herida que había recibido por la bala en la pierna, pero disparaba sus pistolas sin titubear. Sin embargo, Hilda era la única que sólo hacía maniobras evasivas y no atacaba.

Los mercenarios conocían cómo funcionaba la magia: de acuerdo al límite del alma de cada individuo. La mayoría de los magos requerían de artefactos como báculos, varitas, guantes, joyería u objetos impregnados de magia para canalizar su energía. Además, sus almas eran como tanques de combustible invisible, pero medible; por lo que los hechizos variaban y decaían con el uso constante de la magia. Sin embargo, también dependía de la herencia de los hechiceros, por lo que Corey tenía un límite superior al común.

Corey permanecía en su posición, rodeado, y creaba cuantos conjuros podía; pero ya había empleado demasiado poder con la Magia de Tiempo, así que estaba agotado y sin capacidad para usar una brujería más letal.

—¡Sólo un poco más! —Rebecca informó al dar un salto acrobático y arrojar otras dagas hacia el cristal.

De pronto, Marty embistió la barrera con todo su cuerpo y el mazo, y rompió el vidrio. Corey se movió hacia atrás, pero se topó con Rebecca. Parecía el fin, ya que incluso Donovan corría hacia su posición.

Corey hizo un último intento y dibujó un círculo, pero su magia no reaccionó.

Desde su posición, Chad contemplaba la escena y mostraba un rostro seguro.

Mierda, Corey pensó sin ánimos.

—Desde el momento en que te aliaste a nosotros fue un error —Rebecca opinó; gozaba de su posición amenazante frente al adolescente.

—Una verdadera lástima —Marty opinó al permanecer expectante.

—¿De verdad creíste que tendrías una oportunidad contra nosotros, marica de mierda? —Donovan dijo con burla al apuntar hacia Corey.

—Ustedes son los que están mal —Corey contrapuso con un tono agotado; miró hacia el cuerpo de Raymond—. No tenían el derecho de matar a un camarada… a un hijo.

—¡Guarda silencio! —Chad gritó con enojo.

—El verdadero error fue que yo creí que yo… era quien debía ocultarse —Corey cerró los ojos.

Alrededor del adolescente un aura rojiza se hizo presente. Usaba lo último de sus poderes.

—¡No lo dejen usar su magia!

Los ataques se reanudaron, pero Corey creó una protección transparente; era como una cáscara de huevo que ´solo él podía detectar al romperse. Había dado su mejor esfuerzo y se sentía satisfecho por haber salvado a los dragones. Si moría, lo haría con ese sentimiento de liberación que ahora lo acompañaba.

Cuando la barrera se rompió, el cuerpo de Corey fue perforado por una bala en el hombro derecho, una daga en la espalda y había caído al suelo; el último golpe provino de un objeto pesado que terminó por destrozar su brazo derecho.

—A un lado —Chad habló al moverse cojeando hacia Corey; sacó su arma y apuntó hacia el menor.

Corey abrió los ojos; todavía sostenía el Libro del Sello en su mano izquierda. Su respiración estaba entrecortada y la sangre salía con rapidez de las heridas.

—¿Lo comprendes ahora, mocoso estúpido? —Chad agregó con satisfacción—, esto te pasa por meterte con nosotros.

Sin embargo, unas balas atravesaron el cuerpo de Chad y luego hubo gritos cercanos. Los mercenarios reaccionaron y cubrieron ataques de espadas y pistolas de pólvora.

De entre la conmoción, un joven salió junto a más enemigos; daba pasos seguros y su rostro mostraba una sonrisa característica que solía poner.

—Chad —dijo el joven al llegar hasta dónde yacía Corey y el líder mercenario—. Eres un imbécil, y es la gente como tú la que debería ser perseguida y castigada. Mira nada más la porquería que has hecho; mataste a tu propio hijo y casi asesinas a este mago que ha demostrado ser mejor que cualquier otro soldado de Ignatis Magika.

—F-Fabian… —Chad dijo entre jadeos.

—Tus hombres morirán por tu necedad.

—¡P-Por favor… Espera…! —sonó la voz de Hilda entre el combate que ella reñía contra tres piratas.

—¿Disculpa? —Fabian se incorporó y miró a la joven rubia.

—Y-Yo no quiero… morir… Yo…

—¿Y, qué? No hiciste nada. Dejaste que atacaran al chico y no te opusiste a la muerte de tu camarada.

—D-Demmogh —Chad intentó hablar.

De forma segura, Fabian sacó su pistola, retiró el seguro y apuntó hacia Chad. Empero, no disparó; sintió en su bota derecha el tacto de alguien. Miró al suelo y vio a Corey intentar detenerlo.

—P-Por favor… —Corey consiguió articular con su voz seca y apagada. Estaba al borde de la muerte, pero continuó—: n-no… los mates… S-Si lo que q-quieres… es el libro —ofreció y levantó con lentitud el tomo—; p-puedes tomarlo…

Por unos instantes no hubo movimiento por parte del pirata; sólo contemplaba al adolescente con incredulidad.

—Joder, niño, ¿no ves lo que te han hecho? —recriminó Fabian.

—La h-humillación… de… de haber p-perdido… contra mí… d-de perder a su presa… el l-libro… y a su hijo… es el c-castigo que… este h-hombre merece… —Corey pasó saliva con lentitud—. Esa… esa es mi v-venganza.

Fabian sonrió, guardó el arma y se inclinó de nuevo.

—¿Sabes lo que eso significa?

Corey negó con la cabeza. Cerró los ojos y sintió que la energía se desvanecía.

—Mierda —susurró Fabian al tocar la frente del adolescente—; no puede esperar más.

El pirata se puso de pie, tomó a Corey entre sus brazos y dejó el Libro del Sello en su regazo.

—¡Nos vamos!

La batalla cesó y los piratas iniciaron la retirada.

***

Una calidez invadía el cuerpo de Corey; el dolor aparecía como punzadas intermitentes pero era tolerable. Había algo suave que estaba debajo de él y permitía el descanso.

Al abrir los ojos, el adolescente encontró un techo bajo y de madera; podía percibir un movimiento leve como si todo el sitio se meciera. Había sonidos como si el agua rodeara el exterior. Se incorporó y se quejó; descubrió que todo su torso y brazo derecho estaban vendados, aunque el brazo estaba colocado en una posición recta a su torso gracias a más vendajes.

Con lentitud, salió de la cama y pisó el suelo alfombrado. No portaba sus botas, sólo su pantalón pescador. Dio unos pasos hacia el frente y contempló la especie de habitación. Había una mesita junto a la cama, un escritorio cercano a un estante y unos bancos acolchonados en el extremo opuesto; mientras que la luz provenía de unos candelabros de pared que iban acorde a las paredes de madera.

De forma sorpresiva, la puerta elegante se abrió y la figura de Fabian apareció; no paraba la gabardina usual, sólo una camisa un poco holgada y con algunos holanes en la parte final de las mangas.

—¿Cómo te sientes? —Fabian cuestionó.

—¿Q-Qué… estoy haciendo aquí? —Corey preguntó con seriedad.

—No te iba a dejar morir después de la determinación por recuperar el libro, o porque salvaste a dos dragones.

—¿C-Cómo? Usé un hechizo de Tiempo.

—Soy un mago, aunque no tan poderoso como tú. Pero poseo esto —Fabian divulgó y sacó un cristal púrpura con un centro ennegrecido; era idéntico en forma al que Corey había obtenido en la prisión—. El dragón de la Piratería, el tesoro más importante de mi gente y nuestro protector.

—Entonces… ¿lo viste todo?

—No, sólo vi cuando detuviste el Tiempo; íbamos camino hacia los bosques nevados para recuperar el libro, y después tu hechizo apareció. A mí no me afectó, debido a mi poder y el poder de Piratería; pero vi a dos dragones salir volando hacia las montañas, así que supuse que los salvaste. Cuando llegamos, casi te matan esos mercenarios de pacotilla…

Corey agachó la mirada y recordó el incidente con Raymond. Él había provocado su muerte, a pesar de que esa no había sido su intención, y ahora se sentía responsable.

—Voy a preguntarte de nuevo, Valkyries —Fabian dijo con un tono tranquilo; se acercó a Corey y prosiguió—: ¿por qué no matar a esos cabrones que te hicieron tanto daño?

—Te lo dije —Corey contestó y levantó el rostro para encarar al pirata—; mi venganza es dejar a ese hombre con el sufrimiento de lo que yo causé… Incluso Donovan vivirá con el temor por el resto de su vida al saber que su propio líder, que ha sido como un padre, lo matará si descubre que sexualmente podría involucrarse con hombres como lo ha hecho con mujeres.

—Joder. —Fabian sonrió y se alejó hacia el escritorio. Se sentó en la mesa y admiró la figura de Corey—. Eso es una venganza letal. Casi podría decir que eres como nosotros.

—¿U-Un pirata?

—A diferencia de otros grupos, nosotros tenemos reglas; un código que nos guía. Por eso, cuando se trata de nuestros enemigos, somos… crueles. La muerte es demasiado piadosa, así que jugamos con ellos; por eso robamos el Libro del Sello, porque Ignatis Magika nos provocó.

Corey suspiró. No tenía idea de que esperar de ese joven.

—Descuida, niño, aquí nadie te hará daño —Fabian reveló; se acercó a Corey y acarició su cabeza como un mimo—. Porque primero pasarían por mí antes de juzgarte.

¿Qué quiere decir con eso?, Corey indagó en su mente.