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El que oye consejos…

Mañana de domingo. Con todo y una resaca de los mil demonios, la rubia se levantó temprano de la cama y se puso una sudadera para cumplir con su rutina… Trotar ocho kilómetros hasta la casa de su madre para visitarla, comer unos ricos pastelillos y volver trotando mientras se lamenta de ser tan glotona.

-Ahh… esto es cada vez más difícil. Un estúpido cigarrillo y mi estado físico se va al traste. No sé qué me dirá mamá cuando le cuente sobre Mei.

Casa de Ume Aihara

La amable Ume Aihara ya tenía listo todo para la acostumbrada visita de su hija: una botella de Gatorade, pastelillos de fresa y paciencia para escuchar las ocurrencias de una mujer adulta con alma de niña.

-Hola mamá- la rubia abrazó a Ume con afecto -¿Cómo vas con el trabajo?

-Bien hija, ya casi concluimos… pero antes de hablar de mí, tres cosas:

Se supone que habías dejado de fumar, estás sudando nicotina.

Bebiste anoche más de lo necesario, supongo que con Harumi y Matsuri.

Me vas a decir ahora mismo el motivo de las dos anteriores.

-¿Acaso todas las madres tienen poderes psíquicos? porque yo aún no percibo los míos- contestó la rubia sabiéndose atrapada.

-Experiencia y amor mi niña, y aún te falta la primera- abrazando a su nena -Mejor habla ya.

Yuzu caminaba de un lado al otro de la sala mientras explicaba:

-En estos dos últimos días, todo se ha puesto de cabeza para mí. Al fin le hablé a Kenji sobre mi orientación sexual, todo iba bien, él se lo tomó con mucha calma… pero todo se complicó cuando conocí a su novia…

-No me digas que te gustan las jovencitas.

-¡Cómo se te ocurre! El problema es que conocí a su madre.

-¿Y qué con eso?

-La novia de Kenji es tu nieta política… la hija de Mei.

En ese instante, Yuzu volvió a ser la niña de diecisiete años que le confesó a su madre, con lágrimas en los ojos, estar enamorada a un punto peligroso de su hermanastra

-¿Qué se supone que haga mami? Por un lado quisiera abrazarla y pedirle una oportunidad para intentarlo de nuevo. Pero por otro me dan ganas de abofetearla por estos años de tortura.

-¿Hablaste ya con Mei?- dándole un abrazo de esos que solo mamá sabe dar.

-Mi niña, tal vez todo esto está pasando para que ambas tengan el chance de sanar y terminar el ciclo de dolor y distancia que las ha dañado.

-Por ahora, ten calma. Recuerda que Mei no es buena para decir lo que siente. Sólo deja que las cosas fluyan, que te vea abierta pero sin presión. Tal vez así ella se anime a iniciar la conversación que debieron tener hace más de veinte años.

-Pero por encima de todo… Mantén a Kenji y su novia alejados del problema. Ellos no tienen la culpa de los pecados de sus madres.

Ese día estaba terminando con normalidad para Ume, quien después de despedirse de Yuzu, estaba concentrada revisando unos planos, cuando escuchó que un auto se estacionaba frente a su casa.

Del vehículo bajó una mujer a quien vio por última vez hacía muchos años.

-Mamá… ¿Puedo pasar?

-Adelante hija… sabía que algún día volverías.