1 Prólogo

"Vida y muerte, felicidad y tristeza, caos y armonía reinarán desde el principio, ahora y en la hora, por los siglos de los siglos, pues yo soy el creador, el único Dios, dueño de lo vivo y lo muerto, de lo bueno y lo malo, y juro que así será"

– Bismilah, textos sagrados (Iddun)

El mundo se encontraba sumergido en la oscuridad, los demonios habían roto la fina línea que los separaba del mundo humano, la guerra estalló en el primer instante en el que los demonios pisaron tierra, sin saber el por qué de su llegada, los humanos atacaron declarando así la guerra contra la raza demoníaca, el combate fue arduo y duradero, la gran sede de la humanidad, el centro de su existencia, el Imperio Orokin ya había movilizado a sus soldados, pero, las tropas fueron diezmadas obligándo a la humanidad a retroceder.

Los ángeles, seres casi divinos con un gran resplandor, responsables de las bendiciones y las gracias que caían sobre cada rincón del universo, ellos eran la última esperanza, para ello, Annan el capitán de la legión 3, junto a Alastor capitán de la legión 4 liderarían el primer contraataque.

- "Alisten al máximo de tropas posibles, debemos defender el santuario mientras Annan inicia con el pacto" diría Alastor.

- "Necesitamos reforzar los cielos, apenas los demonios sientan la energía vendrán en una sola horda, yo estaré debilitado durante un tiempo así que no podré pelear" añadiría Annan.

- Pondremos Orokins en la entrada, ellos serán la última línea, la primera serán los soldados, daremos uso a armas de energía, no necesitan matar a los demonios, solo detenerlos.

- La idea es impedir que avancen más allá de la primera línea de defensa, apenas el pacto termine necesitaremos de 2 minutos para que aparezcan los ángeles.

- Bien, alistaré las naves.

Annan y Alastor embarcan y van rumbo al santuario junto a la legión 4 y 3 y una gran cantidad de soldados.

Mientras tanto, los soldados se encontraban tensos por la misión, en la cubierta de la imponente nave se encontraba Romina, una mujer adulta y morena, su cabello era de color negro y tenía una estatura de 1.65, a su lado estaba Eijey, tenía el cabello en punta y una barba bien cuidada, en su frente tenía una cicatriz pequeña.

- "Es increíble la tranquilidad con la que los capitanes toman la situación" diría Romina.

- "Por algo están en el rango más alto del imperio, solo por debajo de los altos Orokin, apenas se les puede considerar humanos" respondería Eijey.

- Dan miedo, es un arma de doble filo.

Eijey reiría.

- Ya sabes cuál es la filosofía Orokin, "la mente va antes que las armas".

- Eso es algo bastante hipócrita por su parte, una fachada para poder controlarlos. Les hacen creer que están ejerciendo el bien con todas sus acciones.

- De todas formas ¿qué podríamos hacer tú y yo contra un Orokin? Esos miserables son muy fuertes, y ni hablar de los altos Orokin, no es de extrañar que alguien tan poderoso como Annan o Alastor sean perritos falderos del imperio.

- Ellos son distintos a los demás, son fieles a sus principios.

- A lo mejor solo es una fachada también, no puedes confiar en nadie durante éstos días.

- Respeta a tus superiores, Annan y Alastor son el futuro del propio imperio, en la última batalla masacraron a los demonios ellos solos; todo un ejército fue reducido a nada.

Eijey sacaría un cigarrillo y lo encendería, se mostraba más serio.

- No puedes contar con que siempre estarán salvándonos, mataron a todo un ejército pero aún así fuimos derrotados, ellos solos no pueden con todo.

- Y eso es lo que me asusta.

La nave llega al santuario y apenas todos desembarcan se eleva nuevamente para proteger los cielos. Cada quien toma su respectiva posición asignada, los Orokin entran al santuario para iniciar con el pacto. Arriba, en el techo, se mostraban ilustraciones antiguas, en ellas un ángel al lado de un demonio.

- "¿Qué es ésto?" Preguntaba Alastor sorprendido.

- "¿Un ángel y un demonio juntos?, a su lado 10 figuras... 7 más rodeando el sol que está en el centro" Annan se mostraba tan sorprendido como Alastor, no parecían entenderlo.

El silencio era cautivador y tenso al mismo tiempo, todos se miraban las caras al no saber lo que se avecina y Annan comienza con el pacto, saca un cuchillo y hace un corte profundo en su brazo dejando caer la sangre en las grietas que habían en el suelo, la sangre fluye hacia las runas y empieza el pacto; camina al centro del santuario mientras cierra su herida y entra en un estado de calma, empieza a meditar.

Alastor sale a la entrada del santuario para analizar el terreno y una fuerte onda de choque lo sacude, viene del santuario, el pacto ya ha iniciado.

- "Ya empezó, ahora solo falta la llegada de los demonios, todo saldrá bien, si llegan primero los de rango bajo no tendremos problemas, terminará el pacto y serán 2 minutos para la llegada de los ángeles, pero si llegan los de alto rango estaremos jodidos, no podremos acabar con todos" pensaba Alastor.

Al fondo del valle se veían siluetas de diferentes tamaños, eran los demonios, todos de bajo rango.

- Ganamos.

Diría Alastor con una sonrisa en su rostro.

Los soldados empezarían a disparar arremetiendo contra los más pequeños, salían de forma desordenada y sin estrategia aparente, los más grandes tomarían la delantera para hacer de escudo a los más pequeños. Demonios de 5 metros en adelante iban en carrera contra la primera línea, los disparos no les hacían nada, todos entraron en pánico.

- Mierda, mierda, mierda.

- ¡Tranquilízate Romina!

Eijey trataba de calmar a los soldados los cuales empezaban a temblar y gritar del miedo.

- Cada vez están más cerca, son demasiados y esos malditos monstruos ni se inmutan.

La nave disparaba a los que defendían a la horda, pero no recibían ningún tipo de daño, un aura oscura los rodeaba y sus ojos de color amarillo estaban fijos en Romina, unos ojos amenazantes, cuernos retorcidos y disparejos, Eijey dispararía un cañón de iones pero no fue suficiente, los demonios habían liberado su oscuridad para protegerse; parecía que todo iba a terminar, todo el esfuerzo puesto para llegar al santuario parecía ser en vano. Hasta que de repente se siente una gran presión, tan intensa que no permitía a los soldados moverse, la presión provenía de la montaña. Era Alastor quién había liberado su poder, alzaría su mano y un rayo se formaría, lo lanzaría al cielo y en unos instantes todo se había oscurecido, parecía una tormenta, los rayos empezaron a caer violentamente sobre los enemigos destruyendo a una gran parte de los demonios, todos sintieron alivio, las armas se movían a todos lados por lo nerviosos y asustados que estaban todos, Alastor dio la orden de retroceder, atacarían desde lo alto y dejarían los cañones abajo para una posible segunda horda, los demonios causaban pavor entre los soldados y Orokins por igual, las espadas, hachas y lanzas de los Orokin estaban en posición de ataque por si venían enemigos por los lados, pero nada, los rifles de carga, francotiradores y rifles de asalto estaban cargados, los rayos de energía se preparaban para atacar y la nave apuntaba hacia los demonios más pequeños, no parecía un ataque.

-Demonios de gran tamaño con una gran resistencia, una piel gruesa y áspera y una gran cantidad de demonios delgados y con poca inteligencia pero con gran velocidad de ataque, es una estrategia simple y estúpida, no creo que sean peones, están jugando cartas caras atrás, necrománticos al fondo y Juggernauts en el medio los Juggernaut eran seres de gran fuerza, tenían una especie de patas de araña en la espalda muy resistentes y miden 15 metros, por otra lado los necrománticos, tienen una gran conexión con la oscuridad y son capaces de crear no muertos, son muy resistentes a los ataques elementales y de energía con excepción a ataques de luz, miden unos 2 metros, también pueden poseer a las personas de débil voluntad, las túnicas que llevan no son aptas para el combate, un vestido grande, como una especie de apóstol, lo que me genera curiosidad son las calaveras que están por encima suya, de resto todo está en orden-

Todos se encontraban en las entradas del santuario, Annan estaba en el suelo, débil, el tiempo comenzaba a correr, solo debían aguantar 2 minutos antes de reducir toda la horda a cenizas

- "Los soldados se quedarán aquí, a partir de ahora los Orokin nos vamos a hacer cargo" diría Alastor.

- "¿Nosotros qué podemos hacer?" preguntaba Romina.

- Solo defiendan al viejo.

- Eres muy sobreprotector con éste anciano.

Alastor sale nuevamente junto a los Orokin, liberan sus armas y las impregnan de energía Alastor libera el alma de su lanza Raikiri y se imbuye en la propia energía del rayo

Todos arremeten contra los demonios más grandes mientras Alastor se adelanta hacia los Juggernaut de un gran salto, los demás Orokin atacan sin descanso a los demonios pequeños para liberar camino y llegar a los Necrománticos, atacan hacia todos lados, pareciera que los enemigos aparecían de forma infinita, caían rayos en todo el campo de batalla, cabezas rodaban de distintos demonios, los Orokin cortaban sus brazos y piernas pero éstos se regeneraban, la única opción era generarles una cantidad de daño con la cual su regeneración no tuviera efecto o cortar la cabeza, poco a poco avanzaban al epicentro dónde se encontraba Alastor el cual saltaba de un lado a otro asesinando demonios "con que éste es el reconocido Lobo Dorado" decía un Orokin mientras apreciaba la batalla de Alastor, se movía de un lado a otro, era difícil verlo, cada vez aumentaba su velocidad, los Necrománticos empezaron a atacarlo desde la distancia pero era demasiado rápido en menos de un segundo se había elevado al cielo.

- Liberación de arma viviente: Dios del trueno

Alastor arremetió contra el suelo generando una gran onda eléctrica la cual mató a todos los demonios a su alrededor Romina miraba impresionada el poder de Alastor y todos celebraban la victoria, faltaba 1 minuto, todos se encontraban en éxtasis, pero, de un momento a otro el cielo se tiñó de un color oscuro, el clima se sentía lúgubre, un cometa negro caía al campo de batalla.

Afgalapriet, el general de los demonios y mano derecha del mismísimo Señor de Hell, la oscuridad lo rodeaba, se veía como emanaba de su cuerpo, un ser corpulento, con ojos rojos los cuales mostraban poder por encima de todo, su brazo izquierdo era de color negro y el resto de su cuerpo era de un color gris, intimidaba, sus cuernos eran uniformes y gruesos portaba una especie de lanza con doble filo.

- "Tú no quieres luchar contra mí" diría Afgalapriet con una voz gruesa que mostraba imponencia

- Oh amigo, créeme que yo estaba a punto de decir lo mismo

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