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Belleza Oculta

Kim Seokjin, primogénito del rey, anhelaba adentrarse en el mundo que le brindaban esos árboles infinitos de aquel bosque que le era prohibido y conocer cada una de las bellas y mágicas criaturas que albergaba en su interior, incluyendo a su protector. Kim Namjoon quería conocer el mundo que le brindaban esos nuevos sentimientos que nunca antes experimentó, que afloraban en su ser con tan solo ver al futuro rey. Sentimientos tan extremos, obsesivos, tóxicos, y de alguna masoquista manera, adictivos. Era peligroso, sí, pero era exquisito.

Just_smile48 · Music & Bands
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Capítulo 2

Jin solía ser un chico muy trabajador, pero cuando escuchó que su maestra de piano había enfermado y no iba a poder darle lecciones ese día, realmente sintió ilusión al pensar que podría relajarse aunque sea por una vez y jugar un rato. No lo malentiendan, él amaba el piano, pero descansar uno que otro día de dicho instrumento no le haría daño. Sin embargo, cuando escuchó la voz de su mamá llamándolo e interrumpiendo su huida a su habitación, supo que debía deshacerse de las pequeñas esperanzas que había permitido que lo invadieran.

-¿Sí mami? -preguntó lo más cortés que pudo, intentando no demostrar su fastidio. Su mamá era una mujer muy dulce y flexible, pero cuando se trataba de sus clases y lecciones era bastante estricta.

-Cariño, tu profesora no podrá asistir hoy porque está enferma, así que quiero pedirte que practiques las partituras que te ha estado enseñando ¿de acuerdo?

-Está bien ¿cuánto tiempo?

-El mismo que emplearías en una clase normal, amor.

Dos horas tocando el piano él solo, fantástico.

Se limitó a asentir y recibió gustoso el beso que su mamá le dio en la frente. Suspiró dejando a la vista su pequeño puchero una vez se encontró solo, caminó hacia el piano y cuando iba a comenzar a practicar un poco escuchó el sonido de un saxofón, dándole a entender que su hermano ya había comenzado con sus respectivas clases, escuchar las pequeñas desafinaciones que de vez en cuando se le escapaban a Taehyung fue lo único que logró subirle el humor.

Así transcurrieron aproximadamente treinta minutos, (aunque se durmió sobre el piano durante quince minutos, pero eso no tenía porqué saberlo nadie) hasta que escuchó unas fuertes y sonoras pisadas acercándose al salón donde se encontraba.

-La verdad esperaba que no fuera en serio hijo, pero conozco a tu madre, así que no debería sorprenderme. -el rey ingresó a la habitación y tomó asiento al lado de su primogénito, riendo ante la cara de cansancio que este tenía. -¿Estás aburrido, Jinnie?

El menor asintió a las palabras de su padre, recostándose en el hombro de este.

-Tu mamá se encuentra ocupada con unos asuntos, los cuales involucran mascarillas y dormir, así que no notará si salimos unos minutos ¿Tú que opinas Jin? ¿Te gustaría salir a dar una vuelta con tu viejo padre?

El menor saltó emocionado mientras asentía rápidamente, corrió a tomar la mano del mayor y empezó a tironear de ella.

-¡Vamos, vamos papá!

-Está bien, está bien, no te aloques -rio.

El rey miraba enternecido como su hijo ayudaba a recoger las naranjas que se le habían caído a una señora, pensando en que lo había criado bien y apreciando como la mujer agradecía al niño y este le restaba importancia al asunto, cuando el menor se acercó trotando hacia él lo felicitó y lo incitó a continuar.

-Vamos principito, aún tenemos mucho que ver.

Caminaron entre algunas tiendas, sonriendo a todas las personas que saludaban y se inclinaban al verlos, y haciendo una que otra parada cada vez que Jin corría a jugar con cualquier perro que veía. Entraron a una tienda de ropa que le gustó al menor, quien se probó varias de las prendas mostrándoselas a su padre, el rey reía ante las poses graciosas que hacía su hijo, y alagaba como le quedaba cada una de las cosas que le enseñaba. Al final terminó comprándole una sudadera y gorra rosadas, distintos tipos de lentes, una camisa a rayas, entre otras cosas; cada vez que salía con él le encantaba consentirlo, ya que no era algo que hicieran a menudo, y Jin lo sabía perfectamente por lo que aprovechaba cada una de esas oportunidades para comprar todo lo que quisiera.

Fueron a buscar un regalo para la reina, después de debatirse mentalmente entre comprar esencias aromáticas o un perfume, el rey terminó por elegir una crema para el rostro, elección del menor. El mayor compró una serie de dulces y caramelos, bajo la promesa de que al llegar a casa Jin le daría la mitad de cada uno a Taehyung, a lo cual su hijo aceptó con un pequeño puchero en sus labios. Al final terminaron viendo una juguetería, en la cual decidieron comprar un tren de juguete el cual sabían que le encantaría a Tae, y un avión para Jin. El rey esperaba pacientemente a que su hijo terminara de ver cada una de las cosas que había en la juguetería, pero cuando vio la hora se alarmó, recordando que tenía una reunión a la cual ya iba quince minutos tarde.

-¡Jin! Lo lamento pero ya debemos irnos.

-Pero pa -se quejó el castaño -aún no quiero irme, aquí es divertido, un ratito más porfa.

Consciente de que no tenía tiempo para negociar, y a sabiendas de que ese era un lugar seguro, tomó una decisión.

-Está bien, puedes quedarte un rato más, pero necesito que regreses antes de que se cumplan cuarenta minutos ¿me prometes que lo harás?

-Sí papi, te lo prometo, respondió emocionado el más bajo.

El rey se irguió y conectó miradas con el dueño de la juguetería, un hombre de bigote blanco y cabello canoso peinado hacia atrás que los observaba con una pequeña sonrisa, el mismo hombre que de niño lo vio hacer esas escenas con su padre muchos años atrás.

-No se preocupe, su majestad. -dijo el señor amablemente- yo me encargaré de vigilarlo, aquí está a salvo.

-Muchas gracias. – respondió gentil, asintiendo con la cabeza y acariciando por última vez los suaves cabellos de su hijo antes de retirarse apresuradamente.

El hombre observó como Jin miraba fascinado los juguetes, sacó algunos para que pudiera apreciarlos mejor y le enseñó algunos antiguos que tenía de colección, le contó historias para entretenerlo y miraba sonriente como el niño miraba una y otra vez las vitrinas notando alguno que otro juguete que no había visto a primeras.

A Jin le agradaba mucho el hombre mayor, pero empezaba a aburrirse y no quería volver al castillo porque sabía que eso significaba seguir con sus clases de piano, lo cual no era algo que se le apeteciera hacer, decidió que salir a dar una vuelta por el pueblo era la mejor opción, sobre todo porque había varias zonas que no recorrió con su papá. El problema era que el señor no le quitaba los ojos de encima, así que cuando la visión del contrario sobre él se vio obstruida por un montón de niños con sus padres que empezaron a llegar, aparentemente porque era el cumpleaños de uno de ellos, dedujo que era su oportunidad para escapar.

Se escabulló rápidamente y corrió lejos de ahí, buscando algo nuevo con lo que divertirse.

Empezó a darse por vencido cuando, después de visitar varias tiendas, ninguna había captado su atención, comenzó a alejarse poco a poco, caminando inconscientemente cada vez más cerca del bosque, cuando levantó la vista notó que había una cabaña mucho más alejada de todo, que estaba en un punto medio entre el bosque y el pueblo, comenzó a caminar hacía ahí curioso, con cuidado de que nadie lo descubriera. Después de correr por un rato, Jin llegó jadeando un poco y recuperando el oxígeno perdido, miró la puerta de madera con curiosidad, el lugar parecía un poco antiguo, empolvado y sucio, tocó la puerta un par de veces y al no escuchar respuesta alguna quiso entrar a investigar, así que tragándose todos sus nervios y miedos, giró la manija con lentitud, sorprendido ante lo fácil que esta cedió.

Al ingresar notó que el interior no era nada parecido al exterior, ya que por dentro la cabaña se encontraba perfectamente limpia y ordenada, excepto por uno que otro libro tirado en el piso. Observó con curiosidad una serie de objetos hechos de madera, los cuales lucían bastante rústicos, había una alfombra rojiza con varios bordados decorando el suelo, siguió avanzando, había varios estantes que iban desde el piso hasta el techo y todos ellos se encontraban repletos de libros, observo algunos dibujos y un mapa que estaban pegados en las paredes, se asomó aún más y encontró a una mujer anciana encorvada observando algunos de los libros y moviéndolos de un lado a otro. Su cabello de color blanco estaba atado en dos largas trenzas que llegaban hasta su cintura. Asustado, estaba a punto de salir de ahí al descubrir que el lugar no estaba deshabitado cuando escuchó la suave y ronca voz de la mujer hablarle, sin que ella se hubiera volteado a verlo si quiera.

-¿Qué haces aquí, niñito? ¿Acaso te perdiste?

-N- no señora, lo siento, pensé que no había nadie aquí y-

-¿Cómo te llamas? -preguntó con un tono tan tranquilo que logró relajar al contrario.

-Yo soy Jin -se presentó haciendo una reverencia, mientras observaba a la mujer acercándose a él -Kim Seokjin, un placer.

-Vaya, que pequeño tan educado. -rió enternecida -mi nombre es Lee Hyunmin, encantada. -comentó inclinándose igual que el menor.

-Lamento haber irrumpido en su morada, -continuó Jin abochornado- en seguida me retiro.

-Oh, no jovencito, por favor, necesito un poco de ayuda si no es mucha molestia.

-¿Ayuda? -preguntó el castaño.

-Así es, quisiera que me ayudes a buscar algo, no tomara mucho tiempo, lo prometo.

El niño, inseguro, se acercó a la mayor asintiendo.

-¡Muchas gracias! -comentó haciendo una leve inclinación la cual el niño correspondió rápidamente. -Mira, estoy buscando un libro de tapa verde con letras doradas, es de este tamaño aproximadamente -dijo, mostrándole al infante otro libro – es bastante grueso, en realidad no entiendo como siendo tan grande se me pudo haber perdido -murmuró pensativa, observando el techo.

- ¿Desea que lo busque en cualquier habitación?

-En realidad preferiría que me ayudes con esta primero, estoy casi cien por ciento segura de que aquí lo dejé.

-Está bien -aceptó, acercándose a los estantes y comenzando a revisar uno por uno. La mujer solo le sonrió cálidamente antes de seguir con lo suyo. Jin sacó cada uno de los libros de color verde que veía, pero ninguno era el que la mujer buscaba, fueron a la otra habitación, la cual parecía ser la habitación de la mayor, ya que en el centro había una sencilla cama con un velador al costado, e igual que en toda la cabaña, había estantes repletos de libros.

Cansado soltó un jadeo, estaba acostumbrado a que los demás hicieran el trabajo pesado por él, a pesar de que en ocasiones se resistía, así que su cuerpo no se encontraba en condiciones de estar bajando y subiendo esa pequeña escalera para bajar libro tras libro, uno más pesado que el otro. El pensamiento lo hizo ruborizarse, ya que al observar de reojo a la mujer, quien se encontraba detrás de él, notó que ella no parecía cansada en lo absoluto. Sin embargo, notó un pequeño detalle, la mayor se encontraba sentada en el piso, y aunque había una gran pila de libros a su costado, no la había visto ni oído levantarse en algún momento. La observó fijo unos segundo, esperando su siguiente movimiento solo para saber la razón de su silencio, la vio levantar la mano hecha puño, a excepción de los dedos índice y medio los cuales estaban extendidos en su totalidad, la acción le resultó extraña, pero antes de que pudiera terminar de observar, la dulce voz de la mujer lo asaltó.

-¿Ya terminaste de revisar ahí, cariño?

Jin se alarmó, volteó un segundo para darle una rápida chequeada a su trabajo y volvió a observarla.

-S-sí -asintió- no encontré nada, lo lamento.

-No te preocupes -sonrió, al notar las pequeñas gotas de sudor que caían por el rostro del pequeño y lo rojas que se encontraban sus manitas por el reciente esfuerzo, le regaló una tierna sonrisa llena de ternura, pues a pesar de su evidente cansancio el menor no se había quejado en lo absoluto. – Debes estar agotado, hay un poco de jugo en la refrigerador, puedes tomar cuánto quieras.

-¡Muchas gracias señora! -exclamó feliz, bajando de la escalera de un salto y corriendo hacia la cocina.

Al llegar, el castaño se paró sobre la punta de sus pies para abrir la puerta del congelador y con mucho cuidado sacar la jarra llena de refresco con ambas manos. Cogió el primer vaso que encontró, lo lavó por precaución y se tomo dos vasos de la bebida. Una vez sintiéndose repuesto, se echó un poco de agua al rostro y caminó de regreso a la habitación, relamiéndose los labios por el buen sabor que le había quedado.

Cuando estaba a punto de ingresar, parado bajo el marco de la puerta, Jin observó un libro gordo de color verde debajo de la cama, uno del cual no se habían percatado antes, así que entusiasmado se aproximó, siendo lo más silencioso posible para darle la sorpresa a la mujer mayor. Se inclinó y metió su bracito debajo del mueble para alcanzar el libro, lo sacó con cuidado, le dio la vuelta y vio en la tapa de este, el título grabado en letras doradas que citaba ''La magia del bosque''. Se levantó entusiasmado con el pesado objeto entre sus manos, y cuándo estaba a punto de exclamar emocionado que lo había encontrado, la escena frente a él lo dejó perplejo.

Un libro verde delgado flotó del estante y bajó lentamente hasta estar a la altura de la cabeza de la anciana, a un lado de esta, quien tranquilamente estiró un brazo para tomarlo y revisarlo, chasqueando la lengua fastidiada al ver que no era lo que buscaba.

Jin abrió sus pequeños ojos enormemente, al igual que su boca la cual se amplió hasta formar una perfecta ''o'', sus extremidades perdieron la fuerza por unos segundos causando que sus dedos tiemblen y dejaran caer el libro que sostenían. Como consecuencia la mayor volteó alarmada a observarlo.

-¡Niño! ¿en qué momento regresaste?

Al ver el estado de shock del infante, la peliblanca se levantó con cuidado, intentando no ser muy brusca con sus movimientos para no asustarlo, sin embargo, los ojos del menor permanecían clavados en el objeto que había visto descender en el aire por sí solo.

-¿Có-cómo? -intentó preguntar -¿usted hizo eso..? -preguntó confundido.

--Jin -habló suavemente -¿Tu crees en la magia?

-Mi papá dice que la magia no existe y que creer en eso es muy tonto -murmuró entre dientes, retrocediendo un poco al ver a la mayor aproximarse a él.

-¿Y tú Jin? ¿Tú qué opinas? ¿También te parece que la magia es algo tonto? -cuestionó lo más suave que pudo.

-N-no lo s�� -masculló nervioso -¿u-usted hizo eso... con magia? -preguntó, apuntando al libro.

La anciana solo se limitó a sonreírle, miró el reloj y soltó una pequeña risa.

-No quiero alarmarte pequeño, pero solo te quedan diez minutos para regresar a tu hogar, corre antes de que tus padres se enojen -advirtió cálidamente -tendremos que continuar esta conversación otro día, gracias por tu ayuda.

Jin sintió como su cuerpo se movió contra su voluntad hasta terminar fuera de la cabaña, la puerta se cerró frente a sus narices dejando al pobre niño aturdido y perdido, parpadeó un par de veces para recuperarse, retrocedió un par de pasos perplejo, sacudió su cabeza y empezó a correr alejándose de aquel lugar.

Mientras regresaba a casa, Jin decidió que no le contaría a nadie lo que había visto en esa cabaña, ni siquiera a su hermanito, no sabía si le creerían, además, quería saber más sobre lo que había ocurrido ahí, y lo averiguaría él solo.