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Capítulo 6 - Oh, a ese lo mató el duende, no hubo nada que pudiéramos hacer. Qué lástima. - Parte 1

1

—¡¿Qué fue eso?! —Mira Inovatio no cabía en sí misma—. ¡¿Quién es esta persona?! —no podía evitar alzar su voz mientras volvía a su residencia.

Su cara estaba completamente iluminada, sus mejillas rosadas. Nunca había tenido una interacción así en su vida. Nunca había conocido a nadie que la lograra descolocar de semejante manera, sin hacer uso de herramientas como el poder o la autoridad. Estaba emocionada, estaba desesperadamente ansiosa. Quería ver lo que el chico iba a hacer. Quería ver dónde la podría llevar. ¿Quién hubiera dicho que su curiosidad la llevaría a semejante descubrimiento? Su satisfacción era similar a la de uno que se encuentra por casualidad en un casino, hace una apuesta y consigue el premio mayor de manera inesperada. Lo quería. Lo necesitaba. Necesitaba ver hasta dónde llegaban sus aptitudes.

Un pensamiento atravesó su mente en un destello: "¿Y si recupera sus memorias?"

Se detuvo en el medio del camino, bajó la cabeza e hizo un puño para apoyar su mentón. Necesitaba ver eso. Necesitaba saber todo lo que podía hacer sin esas migrañas y esa confusión de obstáculos. Estaba en sus mejores intereses que él consiguiera sus recuerdos, incluso si eso significaba que su lealtad por ella mermara. Valdría la pena, aunque sea solo para resolver este misterio increíble. La única persona de la que Mira sabía que famosamente portaba el pelo moreno era el "Rey campesino" que alguna vez formó la república de Kiokai. ¿Y si él era un descendiente del histórico rey? Mira tembló ante la posibilidad. No había descendientes conocidos del rey, se dice que fue alguien que se sumergió en una profunda privacidad una vez terminado su mandato; pero se sabía que tenía múltiples esposas, por lo que, que no haya dejado descendencia era casi improbable.

—Excepto que haya sido infértil —pensó en voz alta.

Bueno, por el momento, tenía otras cosas que hacer. Faltaban los últimos preparativos y todo lo que decidió hacer en este pueblo llegaría a su clímax. Además, estaba lo que vino a hacer para empezar. Insertó la llave en su puerta y se hizo paso en la entrada.

—¡Yoi! ¡Meshi!

—¿Sí, señora? —La sirvienta fue la primera en llegar, por supuesto.

—Yoi, necesito que tengas a mano equipo para sanar heridas graves. No podemos estar del todo seguros de lo que le sucederá allí.

—Ya veo, señora. De inmediato.

—¿Meshi? ¿Meshi, dónde estás?

Justo cuando Mira comenzó a irritarse por la impuntualidad del criado, el hombre apareció.

—Aquí estoy, señorita.

—Encarga otra audiencia con el cacique.

—Señorita Mira… ¿Está segura?

Mira puso los ojos en blanco. El hombre había servido a la familia desde antes de que ella nazca y por eso tenía la tendencia de subestimarla.

—Meshi…

—¡Discúlpeme, señora! ¡Enseguida me encargo! —El hombre se dirigió hacia la puerta, pero entonces, Mira la cerró de manera inesperada.

—Meshi… Hablaste con él, ¿no? —le dijo la joven, sin mirarlo.

El asistente de los Inovatio en el pueblo comenzó a sudar la gota gorda.

—Señorita… Es que…

—No lo hagas nunca más.

—Entiendo señora, discúlpeme. —El hombre salió a las apuradas por la puerta.

Debería haber sabido que los ojos de Mira podían ver todo.

2

La maleza era insoportable en esta parte del bosque. Los árboles y arbustos se mezclaban y estorbaban el movimiento de los pies. También había varios insectos, que obstruían el camino periódicamente en nubes. Todo era bastante molesto, y el nerviosismo de todos los guardias que me acompañaban solamente empeoraba la situación.

Teníamos una formación. Sen iba por delante, Han detrás de él, yo detrás de Han, y por último Aíto en la retaguardia. Era una formación de fila. Supongo que no teníamos suficientes personas como para rodearme, y a la vez, eso sería algo que realmente desagradaría a Sen; por lo que lo mejor que se les ocurrió fue esto. Esta formación no era mala. Era especialmente útil para recorrer el bosque con todos sus obstáculos; ahora, con respecto a su efectividad para cazar… Eso estaba por verse.

—¿Nunca estuviste en un bosque? —preguntó Aíto a mi espalda, en un volumen suficiente para que los otros dos nos escuchen.

—Estuve. Cuando aparecí en el río y cuando volví a buscar esas bayas aoíras que quería el vendedor. No sabía que había duendes, obviamente. Y además de esos dos momentos, no puedo recordar ninguno. Tampoco me siento especialmente experimentado con recorrer la naturaleza, por lo que dudo mucho que en mi vida pasada haya sido un cazador o algo así.

—Por supuesto que no sabe cazar. Mira sus manitas y su pielcita bien cuidada. Incluso sus músculos parecen delicados. —respondió Han enfrente mío.

—Es basura noble de otro reino, o quizás realeza minashita como esa mujer. No me sorprende que alguien así sea tan inescrupuloso para asesinar a otro hombre a sangre fría—habló Sen al frente.

—No lo halagues. El idiota será malvado, pero sangre fría no tiene. Entró en pánico en todo momento que no estaba acompañado por la Inovatio; ciertamente un comportamiento de nobleza—debatió Han.

—¿No recuerdas a tu familia? —preguntó Aíto, supongo que le agarró curiosidad por la conversación.

—No. No recuerdo mi nombre ni siquiera. Pero tengo mi colgante; es lo único que tenía cuando desperté.

—¿Puedo ver el colgante? —Estiró su mano hacia mí.

—Sí —Me quité el cacho de metal del cuello y se lo entregué. Pude escuchar los sonidos del guardia manipulando el artefacto para analizarlo más profundamente. Se había puesto la lanza en su axila para sujetarla. La imagen de Aíto con una lanza era ciertamente… algo.

—¿Una flor?

Parecía que cuando alguien más abría el colgante, veía eso. Realmente estaba perdiendo los estribos

—No sé qué flor es.

Menguante Divino. Loto transformativo —dijo.

—¿La conoces?

—¿Hablas en serio, Aíto? —preguntó Han.

—Es una interpretación antigua de esa flor. El loto cambia de color y apariencia durante todo el año, no florece de forma natural; por lo que se le representó de distintas maneras a lo largo de la historia. Los pétalos adicionales en los extremos y en el centro se presentan durante dos momentos diferentes del año, pero en esta representación se mezclan. Hoy en día simplemente se utiliza la forma que tiene durante el solsticio de verano.

—¿Y de dónde es la flor? —Quizás, por primera vez, tenía una pista de dónde venía.

—Esa es la parte interesante. Que yo sepa, el único lugar que posee esta flor es Choura.

—¿Qué?

—En el templo, en la cima de la colina, detrás del altar, hay una laguna. Esa laguna tiene un buen número de estas flores. No se sabe si las trajeron de algún lugar, o si provienen de allí. Bueno, para el pueblo son sagradas.

—¿A quién le robaste la joya, extranjero?

—Sen, ya sabes que nadie en el pueblo puede hacer algo así. Esto tiene que ser un tesoro de hace mucho tiempo. Toma —Aíto me devolvió la joya y la colgué en mi cuello.

¿Entonces qué? ¿Un pueblerino me secuestró y me tiró este pendiente encima? ¿Cuál era el sentido de todo esto?

—¿Tienes una idea de dónde pudo haber salido esto? —le pregunté a Aíto, pero no me molestaba si alguien más contestaba.

—La verdad no tengo idea. ¿Tú, Han?

El hombre negó con la cabeza.

—Se dice que el loto protege al pueblo desde el altar, por eso la aldea sobrevivió tanto tiempo en su lugar, sin ningún animal que se atreva a acercarse. El loto no muere, no envejece, y se multiplica solo. Es un protector sagrado. El menguante divino —esa reflexión increíblemente provino de Sen. Estaba acostumbrado a escucharlo gritar, por lo que el tono calmado fue algo nuevo, para variar.

—¿Por qué tengo, yo, esto? Ni siquiera soy de aquí.

—Nunca vi una joya así. Si no supiera mejor, diría que eres un enviado divino —respondió Aíto a mi espalda.

—¿Dices que lo envió Balance? Se encargó de traer a alguien bien inútil, en ese caso —dijo el guardia más grande.

—¿Balance?

Han suspiró, pero Aíto me respondió:

—El templo es para él. Es el dios protector de la aldea. Otorga balance y equilibrio a la vida de las personas y de las naciones. Nos gusta pensar que a la de las aldeas también.

—Es la razón por la que tu empleadora está aquí, para que lo sepas —añadió Han.

—¿Mira?

—Sí. Está aquí para rendirle culto a Balance. Es algo que los Inovatio hacen desde hace décadas. Tenemos un Inovatio visitando el pueblo cada año.

—¿En serio? —Esta vez no fui yo el que preguntó.

—Sí, Sen. En serio —le respondió, cansado, Han—. Lo que sucede es que, en general, no hacen un espectáculo de sí mismos. Son discretos. Esta niña está haciendo un escándalo…

—Mierda. Eso solo me enoja más —dijo Sen, partiendo la maleza con un corte especialmente violento—. Escúchame, extranjero. Intentas algo, lo que sea, y no dudaré en matarte, ¿entendido?

—No intentaré nada.

—Ya veremos…

¿Qué podía intentar? ¿Acaso él pensaba que apuñalaría a Han rápidamente, me daría la vuelta para pegarle una patada desestabilizadora a Aíto, y lanzaría mi cuchillo en dirección de Sen, antes de correr a la mayor velocidad que pueda? Ya lo pensé. Como mucho, tendría un 2% de probabilidades de que todo resultara bien. Ridículo. ¿Por qué tenía que soportar las sospechas infundadas de este hombre? En cualquier caso, eso lo utilizaría como último recurso.

Me tropecé con una rama sobresaliente del suelo, me desbalanceé de un lado a otro, pero finalmente la bolsa en mi espalda fue tan pesada como para no permitirme caer de frente. Una vez me estabilicé y miré adelante, encontré algo.

—¡Ah! ¡Un carpincho!

El famoso roedor americano, reconocido por su naturaleza afable, estaba mostrándome su tierno posterior mientras reposaba en un pequeño claro dentro de la vegetación. Quería acariciarlo, quizás, incluso, podía decir que necesitaba acariciarlo. Cuando lo miré por unos emocionantes segundos, el idiota, tonto, zopenco, bruto, torpe, zoquete, tarugo de Aíto colocó una mano cruel entre mi palma ansiosa y las peludas posaderas que buscaban ser manoseadas.

—No te acerques —me dijo—. Son inofensivos, pero al morir liberan un olor intenso que atrae a todos los animales en la cercanía.

—…

—Concéntrate en el encargo. Tenemos que encontrar el chaeki; probablemente se resistirá.

—…

—¿P-por qué me estás mirando así?

—Hm —mascullé esa pequeña vocalización de entendimiento y me adelanté con el bolso en la espalda.

Han inhaló un par de veces, luego dijo:

—Huelo algo malo… Realmente no quiero encontrarme con un waruki hoy. Me dieron los escalofríos peligrosos.

No entendí nada de lo que dijo, pero creo que los otros dos sí.

—¿Tú dices, Han? La verdad es que todo está extrañamente silencioso de mi lado. —reportó Sen.

—Hmm… Yo también siento que algo está mal. —Aíto fue el último en dar su opinión; dejando un perfecto 3/3 en banderas levantadas, no sabía qué era un "waruki", pero probablemente estaba a segundos de conocerlo.

Entonces escuché el sonido del vapor a presión, como una tetera con agua hirviendo. Por primera vez, podía decir que Sen me había impresionado. Yo pensaba que eso de chiflar como una locomotora cuando se estaba muy enojado era algo reservado exclusivamente para las caricaturas. Pero mira, ahí el hombre hizo posible lo imposible. No tenía una vista clara de él, pero probablemente estaba echando vapor por sus orejas.

—¡Idiota, agáchate! —Aíto me gritó desde atrás y me bajó la cabeza hasta el suelo con un manotazo bien puesto en la nuca. Atrás, él me sostuvo desde el suelo, agachado.

El vapor surcó por encima de nuestras cabezas.

—¡Hanemis! —Gritó Han.

Al instante, extraje el cuchillo de mi cinturón con mi mano derecha, mi mano mala. El pánico me invadió y me costó mucho sostenerlo con firmeza. Me di la vuelta, Aíto ya se había levantado. Sostuvo su lanza con una posición extremadamente rígida y algo osada, desechando la idea de defensa para optar por una amenazante extensión de su brazo.

El sonido se escuchó de nuevo, entonces lo vi. Algo que parecía una rata, pero definitivamente no era. No era una rata, porque su tamaño era casi como el de un perro grande como un Pastor Alemán o un Akita. Tampoco tenía las proporciones normales de la rata común, en el aspecto de su anchura algo redondita y no tan despareja a su longitud. Lo que esta "rata" tenía, en cambio, era una complexión casi raquítica, su músculo y carne era fácilmente visibles a través de su fina piel. Su pelaje era gris, escaso e irregular. Estaba erguida en sus patas traseras, su cabeza inclinada hacia atrás, mostrando sus incisivos sobre-desarrollados. El sonido de vapor pareció llegar a su cenit y entonces el "animal" nos saltó encima a una velocidad terrorífica. Cerré los ojos.

Lo primero que escuché fue un sonido húmedo. Lo primero que sentí fueron pequeñas gotas de líquido aterrizando en mi rostro. Abrí los ojos y me encontré con la lanza levantada de Aíto empalando totalmente a la rata desde su boca abierta.

—Cúbrete —me avisó. Bajó la lanza hasta el suelo y desconectó el animal de su arma con un pisotón.

—¡Me agarró en la pierna! —gritó Han. Aíto corrió en su dirección, pero el trabajo ya estaba terminado. Han aplastó la rata con su tobillo aún en la boca.

Sen, detrás, seguía luchando con la rata, pero de una esquivada, y una estocada, también terminó su enfrentamiento. Sin embargo, el sonido se escuchó de vuelta. Esta vez Aíto no estaba a mi lado.

Levanté mi cuchillo en la dirección general del sonido, cerré los ojos y apreté la boca. Pero el sonido nunca llegó. En cambio, fue reemplazado por un chillido y el sonido de una hoguera. ¿Una hoguera? ¿De dónde salió una hoguera?

Abrí un ojo con cuidado y fue como si mi nariz se hubiera percatado de lo que captaron mis ojos. Un fuerte hedor de azufre me asaltó; y junto a eso, apareció una imagen indescifrable.

—… ¿Eh?

—Aíto, cuidado con eso, estamos en medio del bosque.

—Iba a saltar encima de él. Tuve que hacerlo. El fuego no se esparcirá tan rápido.

—Mejor déjalo a su suerte…

Un incendio. Una rata enorme. Un cuerpo quemado, chamuscado. Convulsionando en el suelo, sin detenerse. El olor era intenso y no se detenía incluso cuando me tapaba la nariz.

—¿Q-qué? ¿Qué? ¿Qué pasó?

¿Un incendio? ¿Gas? ¿Llama? ¿Un lanzallamas? ¿Un rayo? ¿Molotov? ¿Combustión espontánea?

Aíto se acercó al cadáver y le dio pequeños pisotones hasta apagarlo.

Mi boca seguía temblando e intentando vocalizar algo, se sentía desconectada del resto de mi cuerpo, tenía voluntad propia y necesitaba entender qué fue lo sucedió. Se sintió como ver uno de esos videos de errores en la realidad, con excepción de que esto definitivamente no estaba editado; simplemente pasó. En ese sentido, probablemente acababa de entender a los bebés y animales que aún no habían desarrollado la conciencia de permanencia de objeto.

—Levántate. Ya no hay más —Aíto me dio su mano y yo la tomé, aun con la boca abierta.

—¿Qué te pasa? —me preguntó uno de los guardias.

—¿Q-qué acabó de ocurrir?

—Aíto lo encendió. ¿Cuál es el problema? —contestó Han, como si pudiera entender a qué se refería.

—¿Qué?

Influencia. Aíto puede usar Influencia. Somos un pueblo chico, pero tenemos personas con habilidades. No nos subestimes.

—Solo somos el anciano y yo, no lo engañes, Han.

—In- ¿Influ- qué?

—Influencia- ¿Cómo que Influ-qué? ¿Extranjero, te hiciste daño en la cabeza?

—¿Qué es eso?

¿Era un tipo de… lanzallamas o algo así?

—No hagas el tonto. Perdiste tus memorias, pero no es como que olvidaste todo.

—No, no. En serio no sé qué es eso. No entiendo qué sucedió.

Aíto se acercó a mí.

—Esto —levantó el dedo índice de su mano derecha.

Entonces el dedo se prendió fuego.

Me alejé como si me hubiera explotado una granada al lado

—¡Ehh! ¡Ehhheehhhh! ¿¡¿¡Qué pasó!?!?

—¿Esto es en serio? —preguntó Han sin creerme aún.

Ah. Ahhh. Ya entendí… Ok…

—Es… ¡Ilusionismo! ¡Tenías un encendedor detrás del dedo! ¡Qué tonto soy!

—¿De qué estás hablando?

—No sabía que hacían ese tipo de cosas en el pueblo. Wow. Creo que nunca vi una ilusión tan realista.

—¿Realmente no sabes lo que es la Influencia? ¿De qué clase de familia noble provienes? ¿Ignorantis? —dijo Han.

—¿P-por qué le llaman así? Es magia, nada más.

—¿Magia? No es magia, es Influencia.

Aíto encendió su dedo de nuevo.

—¿Ves? Es solo Influencia —di un paso hacia atrás, me tropecé con una rama y caí de trasero—. ¿Qué te sucede? —me preguntó, como si no tuviera un dedo prendido fuego.

—¿C-cómo haces eso?

¿De dónde había sacado semejantes trucos un pueblerino retrógrado?

—¿En serio? —preguntó Aíto mientras agitaba su dedo de un lugar a otro. Apuntó hacia el frente y extendió la llama—. Tranquilo, es una habilidad. Lo puedo controlar, no ocurrirá nada.

El dedo no tenía nada. Solo se prendía fuego, sin quemar la piel. No podía entender qué estaba sucediendo.

—Aíto, deja de hacer eso, lo estás espantando.

El joven acató la orden, apagó su dedo y se fue caminando a su posición.

Acababa de ver algo imposible. Mi cerebro intentaba racionalizar lo ocurrido, pero era simplemente imposible. No fue como un truco de magia, en donde te esconden lo importante y solo te permiten ver una parte. El hombre rotó, giró, agitó, e hizo todo movimiento con su dedo desde cualquier ángulo. Exceptuando el caso de que los aldeanos de este pueblo remoto hayan logrado controlar la combustión espontánea a su voluntad; lo que había visto, recién, fue algo imposible.

No pude evitar largar un fuerte quejido de dolor.

—¿Qué te pasa? —Aíto se acercó rápidamente a mí.

Pero no podía pensar, no podía formar un pensamiento. Me acababa de chocar a toda velocidad con la barrera que limitaba los recuerdos de mi mente. Mi mente no me ardía, me quemaba; no, se estaba corroyendo desde su interior; como si le hubieran lanzado una granada ensordecedora y una de termita al mismo tiempo.

Me caí al piso. No podía controlar bien mis extremidades. Mi cerebro no se daba abasto para mandar las órdenes adecuadas. No podía escuchar bien, el pitido era demasiado fuerte; apenas podía ver. Uno de los guardias comenzó a manipular mi cuerpo en el suelo. Solo escuchaba los gritos que se lanzaban entre sí. Mierda, eso no ayudaba en nada.

Tenía que mover la mano. Empecé a agitar el brazo hasta que conseguí un leve control, y entonces estiré los dedos para llegar a mi colgante. Por unos tortuosos segundos, luché contra la hendidura de metal. Eventualmente, lo logré abrir.

—¡Ahhh! —tomé una bocanada enorme de aire cuando me deslumbró la luz de la joya.

Pintado de un intenso color gris, el collar me estaba retando, amonestando. "Deja de pensar", era lo que me quería decir; estaba claro. Más que hechizado, este collar estaba maldito.

—¿Qué te pasó? ¿Estás bien? —El primero en recibirme de vuelta al mundo fue Aíto.

Me levanté un poco embobado del suelo y entonces me coloqué de rodillas.

—Solo son migrañas que tengo desde que perdí la memoria…

Sen habló:

—Aíto… Este hombre está completamente loco —exclamó en un tono de asombro.

—Calla, Sen —Aíto lo reprendió y me ayudó a ponerme de pie.

—Solo… Terminemos con esto…

El pequeño berrinche del aparato en mi cuello me había dejado mentalmente exhausto.

—Tenemos que volver al pueblo-

—Aíto —Han le dio una advertencia sin decirla. Sen, por su parte, se contentó con dejarle una mirada asesina.

—N-no hace falta… Solo terminemos con esto lo más rápido posible, por favor —mis palabras casi sonaron como una súplica.

—Extranjero, cálmate de una vez y pásame el bolso, lo necesito un segundo.

Hice lo indicado porque no tenía nada mejor que hacer que obedecer la primera orden que arrojaban en mi dirección. El hombre grande extrajo de la bolsa un frasco con algún tipo de líquido que regó reservadamente por la herida en su tobillo.

—¿Te vendarás? —le preguntó Aíto.

—¿Qué soy? ¿Una nena? Solo es una herida superficial pequeña. Limpiar un poco es suficiente.

Me entregó el frasco de vidrio y lo guardé en su lugar específico.

Quiero que alguien me dé a Rin de Konosuba en el Karuta.

1 - Rin

2 - Aqua

3 - El resto.

El_Pukicreators' thoughts