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PROLOGO: EL SECUESTRO DEL PRINCIPE

La caravana no tardaría en llegar a su destino. Oyendo la potente marcha de sus escoltas, el joven príncipe de Egipto sacó su calva cabeza con un largo mechón de cabello negro a un costado de entre las rojas cortinas que cubrían el dorado palco en donde él viajaba, con intenciones de ver a sus alrededores solo para ser metido a la fuerza por su fiel guardaespaldas y Matrona de las Doncellas Del Nilo.

-          Cuidado príncipe- le pidió aquella mujer de larga cabellera blanca y armadura dorada- no es seguro el mostrar su cabeza en mitad del camino- con un tono severo le contó- un buen tirador podría clavarle una flecha en ella si lo llega a ver a la distancia

-          Nadie es tan bueno para poder hacer eso- se quejó el Joven Príncipe a lo que la Matrona le contestó con una sonrisa divertida

-          ¿Estás seguro?

-          No, no lo estoy- afirmó el Principe bajando su cabeza en señal de pesar- lo siento Harus, es que sentí curiosidad por saber si estábamos cerca o no

-          Te comprendo- sonrió Harus calmando su tono y cambiándolo a uno más maternal- has estado fuera de la ciudad por mucho tiempo y extrañas a tu padre, pero quiero que comprendas que fue por tu seguridad

-          Debido a la invasión Nubia, lo sé- asintió el joven Principe que respondía bajo el nombre de Pitsem- deseo ser cómo él, Harus. Papá no se inmutó ante la amenaza enemiga y gracias a Agath pudo acabar con la reciente invasión. No sé si en su lugar yo podría haber hecho lo mismo

-          Tienes el valor dentro de ti muchacho- sonrió Harus, viendo cómo aquel pequeño aun peleaba en su interior por superar sus miedos y ser como su padre- solo que aun no estás listo, todavía te falta practica

-          Quizás debería practicar junto a tus muchachas- sonrió con picardía Pitsem- posiblemente me haría un gran guerrero cómo lo son ellas

-          Los deberes de un Faraón no solo están en las habilidades de pelea pequeño- rió Harus al oír aquello- sino también en la fuerza interna y en la constancia junto a la sabiduría. No todo Faraón puede ser un guerrero Pitsem y no todo guerrero puede ser un Faraón

-          ¿Y qué dices de mí?- le preguntó Pitsem angustiado- ¿Tú crees que podré ser un gran Faraón en el futuro?

-          Con toda honestidad- le contestó Harus cerrando sus ojos y sonriendo- yo creo que serás el mejor faraón de todo Egipto

Desde la distancia se podía ver a esa caravana acercarse, que imbéciles eran los poderosos, haciendo eco de su ostentación creyendo que por ello serían amados y admirados cuando en realidad eran envidiados y odiados. El dorado resplandor de aquel palco que llevaban solo hacía más evidente su presencia y la postura de poder de quien iba dentro. Aquellos soldados reales no se habían percatado de su presencia porque ellos no lo estaban gritando a los cuatro vientos. Cubiertos por la caliente arena del desierto mientras llevaban ropajes del mismo color, Aquellos jóvenes rebeldes esperaron con paciencia a que esos estúpidos estuvieran más cerca. 

Harus los oyó a la distancia. Su rostro adoptó una seriedad tan terrible que asustó al joven Príncipe al punto de preguntarle:

-          ¿Qué… qué ocurre?

-          No salgas de aquí, sin importar lo que ocurra ¿Entendido?- le ordenó Harus saliendo hacia afuera

-          S…sí- asintió Pitsem sintiéndose nervioso mientras la veía salir

-          Bien- susurró Harus saliendo del interior del palco y acercándose a las tropas a las que les ordenó- ¡Alto!

-          ¿Qué sucede Harus?- le preguntó el sargento, deteniendo a sus tropas

-          Estamos rodeados por el enemigo- le contestó Harus colocándose en postura de batalla

Los habían divisado, no sabían cómo pero lo habían hecho. Sabiendo que no tenían muchas opciones, los rebeldes se levantaron de la arena y con sus arcos y flechas comenzaron la emboscada.

Los soldados recibieron los primeros disparos mientras el sargento gritaba:

-          ¡Pónganse a cubierto!

Sin embargo de nada sirvió aquello porque los rebeldes con cimitarras se hicieron presentes. Las tropas combatieron con fiereza, pero las flechas de los enemigos los atacaban por sorpresa y aquellos rebeldes no eran unos simples barbaros o salvajes sino verdaderos profesionales. Harus fue la que mejor combatió acabando con varios de los enemigos, sin embargo un enorme hombre que llevaba el cráneo de un camello se hizo presente.

-          Harus, Doncella del Nilo y una de las mejores en su momento, según tengo entendido- la halagó aquel soldado con cráneo de camello

-          Eso fue hace mucho tiempo atrás- le aseguró Harus dispuesta a pelear contra él- sin embargo aun tengo mis habilidades intactas

-          No lo dudo- sonrió aquel hombre con cráneo de Camello- por esa razón te reto a un duelo a muerte por él- señalando al Joven Príncipe, quien había salido del palco con intenciones de ayudarlos solo para ser capturado al poco tiempo- ¿Qué dices? ¿Aceptas la oferta o eres una cobarde?

-          ¿Acaso tengo otra opción?- le contestó Harus con sarcasmo preparándose para la batalla

-          Por supuesto que no- sonrió aquel monstruo que llevaba una larga capa hecha con pieles de camello junto a un taparrabos blanco- por favor, déjame presentarme, mi nombre es Cramer, señor del desierto y tu verdugo

-          ¡Eso lo veremos!- rugió Harus comenzando la batalla.

Ambos peleaban con gran destreza, la habilidad de Harus aun se mantenía intacta a pesar de su avanzada edad, pero de nada servía contra la fuerza y rudeza de Cramer quien podía esquivar los ataques de Harus sin importar cuán vistosos estos fuesen. Aquello era imposible, pensaba Harus viendo cómo su enemigo podía confrontarla con tanta facilidad, nadie podía esquivar aquellos ataques o devolverlos a menos qué… su rostro palideció a darse cuenta de la cruda verdad. Sin embargo no había momento para las sorpresas porque Cramer logró enterrar su espada en su vientre y, de un solo movimiento, pudo destriparla. Cayendo de rodillas mientras oía a su joven protegido gritar su nombre, Cramer se acercó a ella y le dijo:

-          Supongo que ya sabes la verdad, ¿No?- Harus alzó su mirada y lo vio con horror al comprender que tenía razón

-          Mi nombre es Cramer, hijo del Rey del Desierto y de Harat, la Doncella del Nilo a la cual ustedes traicionaron y apuñalaron por la espalda, dejándola en el desierto, dándola por muerta- riendo, añadió- que fortuna que mi padre estuvo ahí cerca y la salvó a tiempo, ganando su amor al hacerlo- alzando su espada, finalizó- esto es por mi madre

 

Con un solo movimiento de su cimitarra, Cramer cortó la cabeza de Harus, y luego la sostuvo con sus manos en señal de victoria. 

Riendo, los guerreros del Desierto se retiraron con el joven príncipe a quien tomarían cómo rehén a cambió de un jugoso rescate.  Mientras ellos se iban dejando el campo lleno de cadáveres, una fuerte tormenta de arena cubrió sus siluetas junto a todo dejando el desagradable color marrón claro cómo única imagen visible.