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Prólogo

La batalla se desencadenó a mi alrededor, una sinfonía caótica de rayos, truenos y el estruendo de la guerra. Mi corazón latía con una intensidad feroz mientras sostenía mi bastón de combate de Ataraxio, una herramienta cargada con el poder del Flujo Universal. Los Vaxiones, nuestros enemigos alienígenas, habían invadido nuestro continente, y estábamos decididos a defenderlo.

Las naves enemigas surcaban el cielo, lanzando rayos destructivos que arrasaban con todo a su paso. Me encontraba en medio de la tormenta, el viento silbaba en mis oídos mientras avanzaba hacia el frente de batalla. Mi mente estaba enfocada en una sola cosa: detener esta invasión a toda costa.

El Flujo Universal fluía a través de mí, una energía antigua que se originaba en los rincones más profundos del universo. Con cada paso que daba, sentía cómo mi conexión con esta fuerza se fortalecía. Sabía que tenía que usar todo mi poder para proteger a mi pueblo y a mi hogar.

En un momento de claridad, levanté mi bastón de Ataraxio hacia el cielo nublado. Los relámpagos danzaron alrededor de la gema en su extremo, como si estuvieran ansiosos por ser liberados. Sabía que lo que iba a hacer requería un sacrificio, pero no había otra opción. Mi esposa, Clara, había caído en esta batalla, y estaba dispuesto a darlo todo para vengar su muerte y proteger lo que quedaba de nuestro mundo.

Con un grito de determinación, canalizé todo mi poder del Flujo Universal y lo dirigí hacia las naves enemigas. Un torrente de energía pura salió disparado desde mi bastón, envolviendo a una de las naves en un estallido de fuego y electricidad. La explosión fue espectacular, pero sabía que no era suficiente. Tenía que hacer más si quería detener a los Vaxiones y vengar a Clara.

Mientras la batalla continuaba rugiendo a mi alrededor, mi mente no podía evitar volver una y otra vez a mi hijo, Thandaren. Era apenas un niño cuando partí hacia esta guerra, y no podía evitar pensar en el futuro incierto que le esperaba si no lográbamos detener la invasión de los Vaxiones.

Thandaren era un joven valiente y curioso, siempre dispuesto a aprender sobre el Flujo Universal y las antiguas artes de combate que habían sido transmitidas en nuestra familia durante generaciones. Recordaba su rostro, sus ojos llenos de admiración cuando observaba mis prácticas con el bastón de Ataraxio.

Pero ahora, mientras luchaba en medio de este caos, mi corazón se llenaba de angustia por su seguridad. Esperaba con fervor que en algún lugar de este campo de batalla, mi hijo estuviera a salvo, lejos de esta carnicería. Pero también sabía que no podía permitirme distraerme demasiado. La batalla aún estaba lejos de terminar, y tenía un deber que cumplir.

Con un grito de rabia, volví a enfocar mi energía en la lucha, lanzando rayos y descargas eléctricas hacia los Vaxiones. Thandaren era mi razón para seguir adelante, mi motivo para usar todo mi poder del Flujo Universal en esta batalla desesperada. La venganza por la muerte de su madre y la esperanza de un futuro mejor para él me impulsaban a seguir luchando, sin importar el costo.

En la cima de una colina empapada por la lluvia, el Comandante Alexander Mirren observaba con una mirada sombría la ferocidad con la que el General Lucían StormKirin luchaba contra los invasores Vaxiones en el campo de batalla. A través del aguacero y los destellos de los rayos, podía ver al General StormKirin canalizando el Flujo Universal con un coraje y una determinación inquebrantables.

Alexander Mirren había compartido muchas batallas con Lucían y sabía que era un líder excepcional, pero también comprendía que esta batalla era diferente. Tenían una última misión importante que cumplir antes de que la victoria fuera posible.

Con el sonido atronador de la guerra de fondo, Alexander Mirren sacó una carta protegida por una funda de cuero de su cinturón. Era una carta escrita por el propio Lucían StormKirin, destinada a su hijo Thandaren. En la carta, Lucían compartía sus palabras finales, su amor y sus esperanzas para el futuro de Thandaren.

Alexander sabía que esta misión era de la máxima importancia. Debía entregar esa carta a Thandaren y asegurarse de que su mensaje llegara a su destino, sin importar los peligros que acechaban en el camino. Era una promesa que había hecho a su amigo y líder, y estaba dispuesto a cumplirla a toda costa.