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A New Beginning in Another World

Ethan es un chico que fue enviado a un orfanato tras la prematura muerte de sus padres pero fue echado tiempo después junto con otros niños ya que el edificio no tenía el dinero suficiente para albergar a tantos huérfanos. Él se ganó la vida como ladrón durante un tiempo pero todo eso cambió cuando conoció a un anciano que tiempo después pasó a convertirse en amigo y familia. Actualmente trabaja en el puerto de la ciudad pero todo eso cambia cuando es despedido injustamente. Los trabajadores que no tuvieron estudios son explotados y tratados como esclavos y él se niega a volver a pasar por lo mismo. Decide acabar con su vida ya que no puede soportar la idea de volver a la vida criminal pero de repente despierta en un lugar desconocido…

Khatzel · Fantasy
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10 Chs

Capítulo 4 - Historias del Pasado

Estaba de camino a Olmir junto con Daniel, estoy en un pequeño vagón que iba llevado por dos caballos, estaba acompañado de varias cestas de legumbres y frutas. Mientras el vagón avanzaba yo iba observando el inmenso paisaje a mí alrededor, mis ojos recorrían torpemente la inmensa zona del campo, los rayos del sol se colaban entre la fina tela que cubría el vagón y un fresco aire rozaba mi cabello, era un ambiente tranquilo y hermoso en todos los sentidos. De donde vengo, era imposible pasear en un entorno así, el cielo siempre estaba cubierto del humo que desprendían las fábricas y los tubos de escape de los autos haciendo que eso fuera lo único que se podía percibir del aire; aquella ciudad era de un tono grisáceo y amargo.

Parecía un niño emocionado por cosas tan simples como estas pero no todos los días se puede viajar de esta forma, de una forma tan antigua como elegante; si bien no es un carruaje es espléndido vivir estas experiencias porque que de dónde vengo ya están extintas por obvias razones.

Daniel iba al frente del vagón, sentado y dirigiendo el recorrido de los caballos pero no parece tan emocionado como yo y no es de sorprenderse ya que él seguramente ha hecho este recorrido un montón de veces.

Habían pasado algunas horas y la noche nos estaba cubriendo, el sol se ocultaba en el horizonte haciendo que el cielo se coloree de un tono rojizo y naranja.

En el trayecto había visto varias cabañas, algunas con niños afuera corriendo por los alrededores mientras los adultos hablaban entre ellos y disfrutaban del ambiente a su alrededor; mientras estaba sentado por mi mente se colaron varios pensamientos aleatorios, uno de ellos fue el de tener una casa a las afueras de un lago, viviendo mis días y envejeciendo felizmente. Una idea bastante lejana ya que tal vez no me podía permitir tal cosa al no tener dinero ni trabajo, además si llegara a conseguir uno tendría que trabajar toda la vida para tener una vida así, al menos, espero que no se quede en un simple sueño y pueda conseguirlo algún día.

Observando el cielo sentí un pequeño cosquilleo en mi estómago y segundos después comenzó a rugirme deseoso de comida, ya es de noche y muero de hambre pero no traje nada para comer en el camino, siempre he sido algo despistado y justo ahora estaba pagando el precio por no traer algo para comer.

—Oye, Daniel. —Lo llamé con la esperanza de que haya traído algo de comida. — ¿No tienes un poco de hambre?

—Un poco, sí. —Respondió sin perder los ojos del camino. — ¿Por qué?

—Bueno, tengo hambre, ¿no tendrás algo por ahí que pueda comer?

Ladeó la cabeza intentando recordar si había traído la cena.

—Creo que sí, revisa en la parte de atrás, cerca de las cestas debe de haber unos almuerzos que preparó mi papá. —Indicó.

Busqué un poco en la parte de atrás del vagón y encontré cuatro tarrinas de comida, su padre fue considerado al hacernos algo para el viaje; gracias a él no moriré de hambre.

—Aquí están, vamos a comer.

—Claro, déjame detenerme cerca de aquí para descansar y darles de comer algo a los caballos.

Nos detuvimos debajo de un árbol de roble que estaba en el camino, Daniel bajó un poco de avena y agua para los caballos y yo me encargué de encender una fogata. Al terminar de alimentar a los caballos Daniel y yo nos recostamos en el duro y áspero tronco para comenzar a comer. El padre de Daniel, el doctor Henry; nos había preparado un poco de arroz con pollo a la plancha y algunos vegetales y mientras comíamos veíamos pasar a otros mercaderes que seguramente también iban a Olmir para trabajar.

Mientras masticaba veía las estrellas y escuchaba el canto de los insectos. Los caballos ya habían comido y estaba acostado junto al carruaje en el que viajábamos.

—Daniel, ¿podrías decirme cómo es Olmir?

Rompí el silencio con una pregunta casual, Daniel seguía observando su plato de arroz mientras llevaba pequeñas porciones de comida a su boca.

—Es una ciudad no muy grande, es reconocida más que todo por su comercio, algunos viajeros pasan por ahí para conseguir suministros para sus viajes. Es un buen lugar, también está aumentando los trabajos para los Seirs.

Algo en la respuesta de Daniel llamó mi atención, aparte de conocer un poco sobre la ciudad a la que iba él mencionó el término "Seirs". Como era de esperarse, yo no conozco absolutamente nada de este mundo, soy un completo inútil porque mis conocimientos de mi mundo no me sirven aquí, en este lugar se rigen por leyes que ignoro completamente, además el término de la magia es absolutamente extraño para mí, la primera vez que la vi me fue difícil procesar tal suceso, aquel monstruo que me atacó y el sanar en poco tiempo varios huesos rotos era algo imposible de hacerse en mi mundo, pero aquí era posible. Hay tanto por descubrir que quizás no esté preparado para conocer todo lo que tiene este lugar para mí.

— ¿Seirs?—Enarqué una ceja de interés. — ¿Qué es eso?

— ¿No lo sabes?—Daniel alzó la mirada de su plato para luego fijarse en mí. —Son aquellos que nacen con poder mágico y derrotan a las bestias alrededor del mundo. —Dijo, señalándome con la cuchara en la mano. —Son estupendos. —

Lleve una pequeña cucharada a mi boca mientras escuchaba la declaración de Daniel.

—Pues no, no los conozco, ¿acaso son alguna especie de cazadores o algo así?—Pregunté con indiferencia.

—Digamos que sí. Se habla mucho de ellos y hay varias historias de sus orígenes; algunos dicen que son enviados por dios, o qué han existido desde los inicios del mundo. Aunque no he escuchado mucho al respecto

— ¿Cómo se descubre que alguien nace con poder mágico?—Pregunté mientras cortaba un trozo de pollo con la cuchara.

Daniel volvió su mirada a su plato.

—Cuando un niño cumple diez años su poder mágico florece y es disparado de manera descontrolada. Es en ese momento en el que los padres descubren su habilidad.

—Un momento, ¿acaso no es necesario que los padres tengan magia para que su hijo nazca también con esa habilidad?

—No siempre es el caso, padres que no tienen poder mágico pueden tener un hijo que si lo tenga.

— ¿Eso es posible?—Quise saber.

—La verdad no lo sé. —Pude percibir verdad en sus palabras. —No tengo idea de cómo funciona la magia ya que nací sin ella.

Esto llamó mi atención. Dejé mi plato en el suelo y me puse de pie para bajar la comida. Daniel seguía concentrado en su plato, llevando pequeñas porciones de comida hacia su boca.

—Humanos con magia… debe de ser asombroso tenerla. —Comenté casi para mí mismo.

—Sí. Debe de ser genial. —Compartió mi opinión con entusiasmo.

— ¿Y cómo viven? ¿Cómo ganan dinero?

—Ellos aceptan misiones que la gente ofrece a cambio de dinero pero no es la única forma de ganarlo.

— ¿Hay otras formas?

—Venden las partes valiosas de las bestias que cazan; pieles, colmillos, todo que sea rentable vender.

En nuestro intercambio de palabras escuchaba el sonido del viento rozar con el pasto, y las hojas de los árboles bailaban con la fría brisa que transitaba por la zona. La madera de la fogata estaba ya bastante consumida y oía el crujido de las ramitas al romperse con las fuertes brasas del fuego. Daniel ya había terminada de comer y recogió los recipientes y los guardó en una pequeña canasta.

—Bien. —Murmuró. —Es hora de dormir, hay que madrugar para seguir con el viaje.

—Sí, tienes razón. —Acepté. —Ojalá y lleguemos pronto.

Pasaron los minutos, Daniel y yo estábamos recostados en el césped con una manta que nos protegía del frío abrasador de la larga noche. Entre pensamientos recordé que durante en la aldea no había visto a la madre de Niki, se me hizo extraño no verla, se me pasó por la cabeza el hecho de que estuviera ausente lejos de la aldea, o por el contrario, que le hubiera pasado algo hace tiempo.

—Oye Daniel. —Murmuré. — ¿Sabes dónde está la madre de Niki?

—Hmmm, tal vez. ¿Por qué lo preguntas?

—No la vi en la aldea y me pareció curioso.

—Ella no está en la aldea.

Me reacomodé en el césped mientras abrazaba la manta para suprimir el frío.

— ¿Está de viaje?

—Tampoco.

Con lo que dijo Daniel pude intuir que algo le había pasado, no obstante, le pregunté nuevamente para cerciorarme.

— ¿Entonces en dónde está?—Insistí.

—Ella murió hace años. —Reveló con voz indiferente.

Me quedé estático ante su respuesta, quería seguir indagando sobre lo que le sucedió pero me sentía extrañamente incómodo, como si hubiera preguntado algo que no debía.

— ¿Murió? ¿Cómo?

—Fue hace varios años, cuando Niki aún era una niña. —Contestó, aún con voz indiferente.

— ¿Puedo saber?

— ¿El qué?

—Cómo murió. —Repetí. — ¿Fue algún accidente?

—Lo recuerdo perfectamente, casi como si hubiera sido ayer. Ella se llamaba Abby. —Empezó a relatar. —Era una mujer llena de energía y siempre se le podía ver con una gran sonrisa en su rostro. Era alguien que amaba profundamente a su familia, ella daría su vida para protegerlos. Solía irse de caza con Félix, le encantaba ayudar a su esposo siempre que podía y siempre traían grandes presas para toda la aldea. —Daniel hizo una pequeña pausa, tomando una bocanada de aire. —Un día apareció una fuerte tormenta. —Continuó, aclarándose la voz. —Ese día Abby y Félix habían salido de caza como tenían de costumbre, Abby había dejado a Niki al cuidado de una amiga. Pasaron varios días sin que se supiera nada de ellos, toda la gente estaba sumamente preocupada, lo único que pudimos hacer fue rezar. Era difícil enviar un grupo de rescate ya que nadie conocía el trayecto que recorría Félix pero semanas después él apareció solo. —Daniel puso sus brazos detrás de su cabeza para usarlos como almohada. —Tenía varias heridas y también estaba desnutrido. —Siguió contando. —Cuando lo vimos lo primero que hicieron fue atenderlo, parecía vacío, no tenía expresión alguna. Sus ojos estaban opacos y su mirada era la de alguien trastornado. Tardó varios días en recuperarse, Niki y algunas personas más fueron a visitarlo, cuando llegaron la primera palabra que soltó fue "Niki, lo siento". Nadie entendía lo que estaba pasando hasta que le preguntaron qué fue lo que había pasado. —Daniel puso su mirada en mí, en sus ojos se reflejaba el fuego de la moribunda fogata. —Él dijo que en el día de la tormenta un rayo había caído cerca de un árbol que estaba cerca de Abby. Ella quedó atrapada, sin comida ni agua no tenían muchas posibilidades. Félix intentó sacarla pero era inútil. Lo único que la mantenía con vida era las bayas que le habían llevado su esposo y el saber que él estaba junto a ella en todo momento. Él no podía abandonarla y regresar a la aldea por ayuda ya que estaban lejos y ella moriría de hambre. Una vez pasada la tormenta una manada de lobos los habían rodeado y Félix ya no tenía balas para defenderse. Abby le suplicó que él deje, que huya mientras ella hacía de carnada para que pueda regresar con su hija. —Daniel se sentó en el césped y alzó su mirada al cielo estrellado que nos cubría esta noche. Por mi parte, yo seguía atento a su relato, no aparté la mirada de él en todo el tiempo que estaba hablando. —Entre llanto y súplica Félix aceptó sin más, forzó a sus piernas a moverse para alejarse de la zona mientras los lobos devoraban a Abby. Mientras corría él vio por encima de su hombro como los lobos la despellejaban viva, entre la grotesca escena él pudo ver una media sonrisa en el rostro de Abby, una sonrisa de alivio al saber que su hija no estaría sola. Ella dio la vida por su familia, dio la vida por su hija. Niki rompió en lágrimas al saber lo que le pasó a su madre. Tardaron varios años en recuperarse de aquel día.

—Qué horrible, perder a un ser querido de esa forma… —Susurré.

—Pienso que ellos aún no se recuperan del todo. —Dijo Daniel mientras volvía a su posición inicial. Recostado en el césped. —Aunque se los vea felices y tranquilos aún les pesa la muerte de Abby pero quizás no hacen mención de ello para que nosotros tratemos de olvidar ese día.

— ¿Eso crees?

—Tal vez esa sea su intención. —Intuyó. —Bueno, será mejor que durmamos. Mañana nos espera un día agitado.

Luego de eso no dije nada más y simplemente me acomodé para poder conciliar el sueño pero el relato de Daniel se repetía en mi mente como un disco rayado. Mis padres murieron cuando yo era un niño así que no tengo casi ningún recuerdo suyo así que no me puedo imaginar el dolor que debieron sentir Félix y Niki. Quizás Rob y Martin hayan tenido el mismo dolor al perderme, me cuesta imaginar sus caras llenas de dolor y desconsuelo. Pienso que fui egoísta al pensar sólo en mis problemas y no medí las consecuencias de mis actos, ahora la única familia que tuve debe de estar llorando y lamentándose sobre mí tumba y preguntarse el porqué de mi decisión, pero ya es tarde para pensar sobre eso, lo hecho, hecho está. Sólo me queda vivir mi nueva vida sin errores ni arrepentimientos para compensar la vida de mierda que tuve en el pasado.

Cerré mis ojos lentamente mientras veía como las últimas llamas desaparecían de la fogata para dejar sólo las cenizas de lo que una vez fueron grandes y resplandecientes flamas.

Mientras entraba al mundo de los sueños podía oler el aroma de los leños quemados y humo.

Al día siguiente me desperté con el ruido que había alrededor, era Daniel que estaba preparando todo para volver a partir.

—Al fin despertaste. —Dijo él. —Ayúdame a guardar las mantas y a ponerle las correas a los caballos.

Me levanté con pereza del suelo dando unos pequeños estiramientos para quitar el sueño que aún cargaba.

— ¿Desde cuando estás despierto?—Susurré con un tono cansado en mi voz.

—Hace poco me levanté. —Contestó. —Rápido, ven y ayúdame que quiero partir rápido para que no nos agarre la noche. —Me apresuró.

Recogimos las cosas que usamos y alimentamos a los caballos para que estén listos para el viaje. Antes de partir Daniel contó la mercadería del vagón para comprobar si alguien había tomado algo mientras nosotros dormíamos pero por suerte todo seguía ahí. Los caballos comenzaron su marcha; con Daniel en el asiento del frente guiando el recorrido hacia Olmir.

Pasó el tiempo y yo simplemente estaba recostado en las tablillas del vehículo viendo el techo de manera distraída hasta que una pregunta de Daniel me regresó a la tierra.

— ¿Sabes que harás cuando llegues?

Di un respingo ante la repentina pregunta de Daniel.

— ¿Eh? La verdad no lo sé. —Contesté. —Pensaba encontrar un trabajo apenas llegue pero no tengo idea por dónde comenzar. —Dije, analizando mis opciones.

—Puedes preguntar en el gremio. —Comentó él.

— ¿Gremio? ¿Cuál gremio?—Alcé una ceja de curiosidad.

—Allí tal vez puedas encontrar algo, aunque el gremio sólo da misiones para Seirs así que no estoy muy seguro. —Me recomendó.

— ¿Crees que pueda encontrar algo ahí?— Pregunté con inquietud.

—No pero, ¿Qué opciones tienes?

Me levanté de mi sitio y me acerqué a la parte trasera del transporte, sin pensarlos dos veces salté fuera del vagón. Quería estirar un poco las piernas y además estaba aburrido sin hacer nada ahí dentro. El vagón iba a un ritmo en el que yo pude trotar al lado de éste sin problemas.

—Tal vez deambule por la ciudad buscando algo. —Contesté.

—Puedes ser mendigo. —Se mofó. —No es una mala idea. —Dijo mientras se reía entre dientes.

—Qué gracioso, ¿Por qué no trabajas de comediante?—Dije en un tono sarcástico.

—Mientras me ejercitaba un poco vi a un pastor con sus ovejas caminando por la zona y al pasar lo saludé con un pequeño gesto de mano; Daniel hizo lo mismo. Media hora después y agotado de trotar decidí volver al carrito para descansar y para hidratarme un poco. Ya era medio día y tal vez llegaremos a Olmir al anochecer.

—Oye, Daniel. —Lo llamé. —Tomaré una siesta. Me despiertas cuando lleguemos, ¿sí?

—Como quieras. —Fue lo único que dijo.

Sin más que hacer me inmergí en mis sueños para que las horas pasaran volando para que la espera no sea tan larga.