1 Una pequeña historia de oportunidad y muerte

No todo el mundo cree en la suerte. Para aquellos que piensan así, todo sucede por algo. Como suspender un examen porque o no has estudiado o el profesor lo ha puesto muy difícil o ambas cosas. O como cuando se te quema la comida porque no has estado prestando atención suficiente. O como el tiempo atmosférico que, aunque difícil de deducir, cada vez aparecen más métodos para predecirlo.

Todo el mundo puede pensar lo que quiera. Yo, sin embargo, quiero contar una pequeña historia en la que la suerte sí existe. Si la creéis o no, ya es cosa vuestra.

Ocurre en el siglo XX (no, por supuesto que no voy a empezar con 'pasó hace mucho tiempo', eso ya es demasiado cliché). Esa época era prácticamente igual a la de nuestro propio mundo o, al menos, en su apariencia. Porque había mucho más allá que estaba sucediendo que normalmente no puedes ver.

Detrás del mundo 'normal', existía uno mágico (y también otro, pero eso ya es para luego). La magia estuvo ahí desde el comienzo y antes no estaba tan oculta al ojo de los no mágicos. ¿No habéis escuchado de la magia a través de la historia? ¿Adivinar el augurio según distintos factores o convertir el plomo en plata? ¿No? Seguramente  pensáis que eran solo tonterías inventadas para controlar mejor a la población o algo por el estilo. Pero, en esta historia, es real.

No obstante, después de esas civilizaciones doradas como Egipto, Mesopotamia, Grecia y Roma, vino la Edad Media y la persecución de aquello que no podían entender.

La población mágica siempre ha sido una minoría, en ese entonces eso no cambió. Los primeros años, décadas, siglos, fueron horribles.

Así fue cómo los dragones disminuyeron en número (no podían enfrentarse cara a cara a ellos, así que iban a por la crías y a por los huevos. Los mágicos no ayudaron con su propia avaricia o su necesidad por materiales debido a que ellos también eran perseguidos), así fue cómo los duendes escavaron más profundamente sus cuevas y túneles y se ocultaron aún más (aunque, a decir verdad, a ellos no les afectó tanto. Fueron más listos y se ocultaron en menos de un año desde que empezó toda la caza. No querían inmiscuirse en los tontos temas de los humanos, y se referían a los humanos en general, mágicos o no mágicos), así fue cómo los altos elfos murieron o fueron malditos (estaban dotados de mucha magia, eran una de las razas favoritas, pero tenían una condición impuesta por la magia desde los comienzos de los elfos: no matar a otras razas a menos que ellos fueran atacados primero. Los elfos estaban cada vez más aterrorizados con la caza y decidieron atacar para prevenir daños, olvidándose de la advertencia de la magia. Fueron condenados a ser olvidados. La mayoría murieron y, los que no, fueron malditos a una forma inferior, obligados a necesitar magia externa para sobrevivir casi como parásitos, eso les condenó a la servidumbre y, con el paso del tiempo, a la esclavitud. Ya casi nadie recuerda lo que fueron en un entonces, su brillo y resplandor, los hijos favoritos de la magia, la más bendecida de las razas mágicas. Ni ellos mismos recuerdan que una vez fueron los hijos predilectos).

Y así, los seres mágicos se ocultaron y lo que antes eran muertes de mágicos, ahora eran personas no mágicas que morían por la propia idiotez de los de su gente. Más tarde se burlarían de que los no mágicos eran unos idiotas porque se cazaban entre ellos mismos, olvidándose de esos primeros siglos de pesadilla.

El tiempo pasó, y el siglo veinte llegó. ¿Estáis ya situados? ¿Ya sabéis un poco de la situación en el mundo del que hablamos? Pues muy bien. La historia puede comenzar de verdad ahora.

Va sobre un niño y su vida. En general, la historia de su vida tampoco era tan interesante. Nació en la Noble y Ancestral Casa de los Black, una familia humana de alta prominencia mágica. Creció en esa familia, cuyos miembros destacaban por su notoriedad mágica, su magia oscura natural y su tendencia a estar al menos un poco locos, unos más que otros. No era el primer hijo, el heredero. Ese era su hermano mayor. No, nada de eso. Nació siendo Regulus Arcturus Black, segundo hijo de la rama principal y hermano pequeño de Sirius Orion Black.

Su hermano tenía su propia historia, una mucho más característica de un héroe o, al menos, un sub protagonista del protagonista principal de otra historia. Habréis escuchado hablar de Harry Potter, ¿no? Pues Sirius fue el padrino de ese chiquillo.

Su hermano era el rebelde de la familia, la oveja negra, el Griffindor, el amigo de James Potter y un personaje importante en esa otra historia.

En cambio, Regulus era el segundo hijo y pronto, con la rebelión de su hermano, se convirtió en el favorito de sus padres. Siguió los pasos de la familia y eso le llevó a jurar lealtad a un ser desfigurado no tanto en físico sino en alma, que antes había sido un hombre brillante y de objetivos claros y decididos, pero ese hombre había sucumbido al miedo a la muerte y a la situación de su entorno y acabó convirtiéndose en lo que era ahora.

Sin embargo, en un cambio repentino de parecer y un pequeño rayo de luz que le hizo abrir los ojos, traicionó a ese ser, el Señor Oscuro de su época, cuando le encomendó que sacrificara a su elfo doméstico para ocultar un objeto de gran valor para él. Él tenía un gran apego a ese elfo doméstico y todo terminó en traición y el objeto robado. El Señor Oscuro no se enteró, pero Regulus pereció en esa cueva donde el objeto había estado oculto. Era un Horcrux y sería importante en esa otra historia.

Pero esa no es la historia que quiero contar. Quiero contar la vida de Regulus, sólo Regulus, no la de Rugulus Arcturus Black, el heredero aparente de la Casa Black debido al rebelde de su hermano mayor.

Todo empieza con su nacimiento. Regulus nació invisible. A ver, no literalmente, aunque a veces le hubiera gustado que fuera así. Era el segundo hijo, un año (escolar. En realidad se llevaban más de un año y medio, pero Sirius los cumplía más tarde en el año y Regulus más temprano, por lo que sólo era un curso escolar de separación) más pequeño que su hermano mayor, así que no heredaría su familia y seguramente tendría que buscarse un trabajo por medio de su familia que fuera lo suficientemente 'apto para alguien de su posición'. Lo único que tenía que hacer era quedarse en las sombras, no estorbar, no destacar más que su hermano, tener el decoro suficiente como miembro de la Casa Black y asentir con la cabeza a todo lo que le escribieran sobre cómo iba a ser su vida. El caso era que le hubiera gustado haber sido realmente invisible porque así habría una escusa de que fuera tan ignorado.

Creció en esa casa, pero sus padres no le criaron, ni siquiera su hermano a quien sus padres prestaban demasiada atención y le alejaban de todo, hasta de su hermano pequeño, hasta que explotó y se rebeló. Sirius no era tan malo, era sólo un crío que no sabía del mundo y que no entendía que tener un hermano era pasar más tiempo con él del que pasaba. De hecho, la mayoría de la culpa era de sus padres. Y, aún así, Sirius siempre encontraba algo de tiempo entre su apretada agenda para pasar algo de tiempo con su hermano pequeño, aunque sólo fueran unos minutos.

Pero quien le crió de verdad fue el elfo de la casa que tenían. Kreacher, se llamaba. Y era más que apego lo que tenía hacia ese elfo. No, no era amor romántico. Pero Krecher había sido su padre, su madre, su apoyo emocional, su profesor y su mejor amigo. Mierda, incluso fue Kreacher el que lloró de alegría cuando dio sus primeros pasos y dijo su nombre como primera palabra. Así que sí, quería mucho a ese elfo.

Le costó un poco, pero aprendió a hablar y a escribir antes de tiempo sin que sus padres se dieran cuenta. Al principio, copiaba a Kreacher al hablar porque ese era realmente su único ejemplo constante que podía copiar. Pero Regulus era atento, observador y listo y no tardó en usar esa invisibilidad impuesta por sus padres para espiarles entre las sombras y escuchar conversaciones detrás de las puertas para poder hablar mejor.

Cuando cumplió cuatro años, Regulus dejó de ser tan invisible. Sus padres, en su mayoría, seguían sin hacerle ni caso, pero habían decidido que ya tenía la edad suficiente como para aprender cosas básicas que alguien de su estatus debería saber. Primero 'aprendió' a hablar adecuadamente y a escribir. Ya sabía hacerlo, pero prefirió no destacar tanto porque algo le decía que si llamaba la atención, todo sería peor.

En eso no se equivocaba porque después de esas clases vinieron las de etiqueta, dadas personalmente por Walburga Black, su madre.

Su madre era una mujer muy obstinada y orgullosa que exigía con sólo su presencia que se la tratase con el mayor respeto. También era fría, despiadada y terca. No se le podía llevar la contraria y, en los confines de unas paredes lo suficientemente robustas como para que nadie más pueda escuchar sus palabras, gritaba como una arpía.

A lo mejor Regulus era un muy mal hijo por pensar eso de su madre, pero Sirius tampoco ocultó mucho su opinión sobre ella.

El caso era que a Walburga Black también le gustaba impartir castigos y Regulus no había podido nunca antes aprender algo tan minucioso como era la etiqueta de los sangre limpia. Esto llevaba a varios golpes y prácticamente tortura a base de hechizos. No llegaban a ser como la maldición Cruciatus, pero no quería decir que no dolieran.

Con el paso del tiempo, aprendió a ponerse máscaras. Tejer personalidades, entrelazar pequeños detalles, tintar el lenguaje corporal a base de lo que querían otros... Una vez empezó, se dio cuenta de que era algo mucho más fácil que aprender a leer por ti mismo o que esa dichosa etiqueta.

Pero, ¿sabéis algo? Las máscaras cansaban, especialmente cuando eran algo que no te gustaban. Una cosa era actuar un papel divertido para una escena y otra cosa muy distinta era actuar un papel en la vida real de una persona que detestas, especialmente cuando es para complacer a otra persona y no a ti mismo.

Su único refugio era su hermano mayor, a quien admiraba por su forma de ser. Sirius era alguien a quien no le importaba ser él mismo, era quien atraía todas las miradas y brillaba por sí mismo. Era carismático, sonriente y simplemente él. Además, una de las cosas que más le gustaba a Regulus de su hermano era que conforme crecían, pasaba más tiempo con él.

Eso era consecuencia de que Sirius cada vez más estaba en desacuerdo con sus padres y sus creencias y no le importaba decirlo en voz alta. Por un lado, era algo malo porque Walburga tenía una tendencia descargar su ira en Kreacher (en Regulus también, pero para él eso era mucho menos importante a pesar de lo que doliera). Pero por otro, Sirius pasaba cada vez menos tiempo con sus padres y el resto de la familia y prefería estar con su hermano pequeño que solo.

Incluso una vez le llevó a una calle muggle para explorar. Se habían escapado, Sirius con diez años y Regulus con nueve, y seguramente luego serían castigados severamente, pero ese fue uno de los mejores momentos de la vida de Regulus.

Tenía que admitir que, aunque no estaba de acuerdo con las opiniones de su familia por dentro, al crecer en esa casa había adquirido una reticencia por los muggles y sus hijos mágicos. Aunque eso no quitó que descubriera que el mundo muggle no era tan malo. Vestían ropa distinta (habían tenido que cambiarse a algo que no fueran túnicas), hablaban más toscamente en general y no había magia. Pero tenían cosas muy raras, como radios que no funcionaban con magia, algo llamado 'televisión' y...

Ahí fue cuando se separó de Sirius. Había bastante gente en la calle y con ambos estando anonadados con todas esas cosas nuevas, Regulus se separó de su hermano mayor. Sin embargo, a pesar de haberse dado cuenta, Regulus no estaba muy preocupado, estaba demasiado embobado viendo un objeto de dos ruedas. Fue amor a primera vista, se podría decir.

Sirius no tardó en encontrarle, estando un poco histérico al haber perdido a su hermanito pequeño. Con el susto, se apresuraron con las prisas a casa y, una vez calentitos y sin haber sido pillados por sus padres, Regulus se puso a contarle a su hermano sobre esa maravilla de máquina llamada 'motocicleta' con todo el entusiasmo de un niño pequeño. Era una vista muy extraña de ver debido a que Regulus siempre prefirió los lugares silenciosos y estar en las sombras, no le gustaba hablar mucho, pero ahora no podía parar de hablar.

Ese fue quizás uno de los últimos recuerdos más queridos que tenía con Sirius. Pocos días después, Sirius empezó a dar más su opinión y a enfrentarse más a sus padres en discusiones. Walburga cada vez estaba más enfadada y se desquitaba más con Regulus (al menos conseguía evitar que le hicieran daño a Kreacher en su mayoría). Lo peor era que no hacía nada malo, no fallaba ninguna respuesta que se le hacía y Regulus no sabía qué quería su madre que él fuera (lo cual era raro porque Regulus normalmente podía saber qué era lo que los demás quería, no tenía ni que mirarles para saber qué estaban sintiendo. Siempre fue un bicho raro).

Más tarde, Sirius empezó Hogwarts y fue sorteado en Griffindor. Sus padres, por supuesto, no se lo tomaron nada bien. Esos primeros días, meses, fueron los peores. Había gritos de Walburga por toda la casa, haciéndola retumbar estuvieras donde estuvieras y su padre tampoco se quedaba muy atrás. Regulus pasó noches acurrucado en su cama con las manos en los oídos para acallar los gritos.

La atención de sus padres no tardó en girarse al único otro objetivo que había en la casa, Regulus. Y, por una vez, Regulus prefirió ser invisible como había sido durante la mayoría de su vida.

El verano estuvo lleno de aún más gritos y en las vacaciones de invierno Sirius no vino.

Y, por fin, llegó el momento en el que Regulus se podría ir de casa. Era su primer año en Hogwarts. El Sombrero Seleccionador le dio a elegir entre tres casas. Bueno, en realidad más bien dos. Decía que encajaba en Ravenclaw pero que las otras dos destacaban más en él. Porque, al parecer, Regulus era muy leal con quien se ganaba su lealtad (dijo algo de que no todos abrazarían a un el doméstico, ni les curarían las heridas con el más sumo cuidado, ni les daba un beso de buenas noches sin falta, ni se pondrían a sí mismos en una posición en la que recibías daño antes de dejar que le hicieran daño al elfo). También le dio la opción de Slytherin.

Regulus eligió a opción obvia (aunque, ¿era una elección si no había realmente otras posibilidades?): Slytherin.

Intentó hablar con su hermano, aunque al parecer Sirius no quería hablar mucho con él. Regulus aceptó su decisión diciéndose a sí mismo muchas veces hasta convencerse de que era arriesgado hablar demasiado siendo de dos casas tan rivales y odiadas entre sí.

También entabló conversación con sus compañeros de casa. Pero no era lo mismo, también tenía que usar una máscara que era un poco más orgullosa de lo normal. Así, no tenía que hablar tanto con todos los demás si pensaban que Regulus era 'demasiado importante como para inmiscuirse en discusiones tan normales y mundanas'. Era un Black, así que ese comportamiento no era raro.

Todo se volvió un poco monótono los años siguientes. Era lo mismo. Ser mayormente ignorado por su hermano mayor en la escuela (prefería eso a cuando le dirigía esos comentarios que se le clavaban en el alma), estudiar, mantener la máscara y no hacer nada que manchara la reputación de la familia Black. En casa era siempre esconderse de sus padres y su hermano, especialmente cuando discutían, y evitar a Walburga aún más a pesar de que siempre conseguía pillarlo de todas formas. Lo único que le hacía sonreír de verdad era cuando volaba. No tardó en unirse al equipo de Quidditch, ocupando el puesto de buscador. Su madre no aprobaba expresamente el vuelo en escoba, pero poco podía hacer cuando Regulus estaba en la escuela. Unirse al equipo de Quidditch era en realidad sólo una escusa para volar, le daba igual no jugar con tal de estar ahí arriba en el aire, pero así nadie podía criticarle que volara cuando estaba 'entrenando para el partido'.

Fue cuando Regulus había acabado su cuarto año en Hogwarts que todo se hundió aún más.

Sirius llegó de la escuela y no tardó en discutir con sus padres. Era aún peor de lo normal y al quinto día ya se estaban lanzando hasta cualquier objeto que sus manos podían coger. Y, después de que pasara poco más de en mes de las vacaciones de verano, Sirius se fue de casa de una vez por todas. Walburga le tachó del árbol familiar y Sirius se fue con los Potter.

Regulus entendía que se fuera, todo el mundo querría irse de esa horrible casa, pero Sirius le había dejado atrás. No se llevó a su hermano pequeño con él fuera de esa horrorosa familia. Regulus pudo pillarlo a solas poco antes de irse y Sirius le dirigió una mirada de desprecio. Le dijo: 'ya no puedo estar en esta casa. Espero que mueras antes de convertirte en ellos, eso te hará un favor, hijo favorito'. ¿Qué le había hecho Regulus para que pensara así de él? ¿Qué le había hecho pensar que Regulus era el hijo favorito?

Era todo lo contrario. Sirius era el preferido. Él siempre fue al que habían deseado sus padres. Lo único de lo que se quejaban eran sus... opiniones. Porque Sirius era el hijo carismático, social y atraía a la gente con sólo su presencia. Era el que entraba a una fiesta y todos se giraban a verle, era el que hablaba y todos escuchaban. Regulus nunca tuvo esa chispa que su hermano tenía. Lo único que tenía Regulus era su buena elección de opinión, o lo que pensaban sus padres que era su opinión. Y, aún así, siempre se quejaban de que debería dejar de seguir a los demás, él era un Black y los Black no se inclinan ante nadie. Debería tener sus propias opiniones y aportar cosas nuevas a una conversación con una convicción que sólo un Black podía tener (aunque Regulus nunca había seguido a nadie, nunca se había dejado llevar por la opiniones de otros. Él sabía en lo que creía, la única diferencia era que también sabía en qué valía la pena luchar para él. Y Regulus luchaba por su libertad, aunque de una manera que no muchos lo hacían. Algunos tiraban con fuerza para librarse de sus cadenas y él usaba máscaras para que las cadenas se cayeran por sí solas. Otros pegaban puñetazos a sus esclavistas, y él observaba y analizaba a su oponente para irse sin ser visto. ¿Para qué crear más problemas que luego molestarían a sus seres queridos? En este caso, era Kreacher. Y a Sirius también porque mientras que Regulus fuera un reemplazo de heredero lo suficientemente bueno, Sirius podía ser libre y vivir como quisiera, ahora sólo tenía que encontrar una forma de escapar él también).

En el año escolar siguiente Sirius ya no le ignoraba, pero era mucho peor. Era como si al mirar a Regulus, viera a sus padres. ¿No se acordaba Sirius de las veces en las que jugaban solos en sus habitaciones a imitar el comportamiento de otros? Sirius siempre se había reído de su impresión de esos viejos ahogándose en sus tradiciones y prejuicios, tenía que acordarse de las veces que se había quejado Regulus sobre mantener una máscara tan parecida a esos asquerosos viejos, ¿no?

Por otro lado, sus padres ya no le dejaban pasar las vacaciones en Hogwarts, así que tuvo que volver para Yule, cuando sus padres celebraban un fiesta. Tenían planeado presentarle oficialmente como el 'heredero' (pero Regulus sabía que si alguna vez Sirius cambiaba de opinión, quitarían a Regulus sin pensárselo dos veces).

Al parecer, ser obligado a ir a esas odiosas fiestas de sangre limpia significaba que ahora Regulus era uno de esos mortífagos que iban matando a gente a diestras y siniestras según Sirius y sus amigos.

Fue días después de acabar su sexto año en Hogwarts que sus padres le pusieron bajo la maldición Imperius. A pesar de lo obediente y dedicado que fuera Regulus, ellos sabían que de ninguna manera iba a recibir la marca del Señor Oscuro bajo su propia voluntad, así que lo decidieron por él.

Regulus aún podía escuchar la maléfica risa del Señor Oscuro y ver las alegres caras de sus padres mientras que Regulus chillaba de dolor debido a la marca. No salió de su cuarto ese verano y a sus padres no les molestó tanto porque se habían salido con la suya.

Lo que ellos no sabían era que Regulus no se estaba ahogando a sí mismo en sus penas. Estaba Furioso como nunca antes lo había estado. Le acababan de robar su futuro, habían decidido lo que sería de él, le habían arrebatado su libertad. Y Regulus no iba a permitir eso. Decidió, esta vez por sí mismo bajo su propia y única voluntad, que alguien iba a derrotar a ese Señor Oscuro y que ese alguien iba a ser él. No tenía que ser directamente, podía ser otra persona la que blandiera el cuchillo, pero sería él la razón por la que el Señor Oscuro muriera.

Y así, el tiempo pasó y todos pensaban que Regulus estaba obsesionado con el Señor Oscuro. Tenían razón, pero no con las intenciones que tenía. Regulus investigó y escarbó cada trozo de información sobre el Señor Oscuro con el fin de descubrir cada uno de sus sucios secretos, incluidas sus debilidades.

La gente subestimaba mucho a Regulus, incluso el Señor Oscuro no había visto la necesidad de darle más poder en su jerarquía más allá de la de un mero mortífero normal. Pensaba que Regulus era leal y no dudaba de ello, pero no confiaba lo suficiente en sus habilidades. Era el heredero de la Casa Black pero no era lo suficientemente poderoso aunque tampoco débil. Era listo, por supuesto que sí, pero no más que otros como su hermano mayor. Porque Regulus siempre había estado en la sombra de su hermano, era inteligente pero su hermano lo era aún más a pesar de su actitud. Regulus era como una versión más callada, menos brillante y más Slytherin que su hermano.

Subestimarle sería su fin. Especialmente cuando descubrió su identidad. El Señor Oscuro era el heredero de Slytherin, pero había tenido que ir a una escuela para aprender. Podría haber tenido tutores, pero era poco probable. Los únicos descendientes de Slytherin eran los Gaunt y cualquier bastardo que éstos hubieran engendrado. Ahí estaba la pista, los Gaunt, o lo que quedaba de ellos, eran prácticamente Squibs. Así que ellos no podrían haber enseñado a alguien tan poderoso. Tendría que ser un bastardo, pero ese bastardo hubiera crecido lejos del mundo mágico. Regulus había investigado a esa familia y, al parecer, el último descendiente masculino había matado a una familia muggle cualquiera. El apellido Riddle se quedó grabado en su mente.

Más tarde investigó los últimos rumores de Hogwarts sobre algún heredero de Slytherin. Hacía unas décadas, alguien abrió la Cámara de los Secretos y una alumna murió. Se le culpó a Rubeus Hagrid, pero Regulus sabía que era una mentira. Un tonto idiota como Hagrid nunca hubiera hecho eso. Pero el caso era que los culpables tendían a señalar primero, lo más gracioso era que había aprendido eso de un libro muggle que leyó. Los muggles, de alguna manera, le habían dado una pista. Entre todos esos estudiantes de Hogwarts del año en el que se abrió por última vez la Cámara, había uno que destacaba bastante. Notas impresionantes, todo O en sus exámenes oficiales (había conseguido todos esos datos gracias a conexiones, favores y periódicos de esos días, además de una pequeña sala en Hogwarts llamada la Sala de los Menesteres), prefecto, Delegado... y Slytherin. ¿Su nombre? Tom Marvolo Riddle. Riddle como la familia muggle asesinada, Marvolo como uno de los nombres tradicionales de los Gaunt, y Tom como el último hijo de los Riddle e imagen casi idéntica de su hijo. Ahí estaba el Señor Oscuro.

¿Lo más gracioso? Que era un mestizo matando a la otra mitad de su herencia. Qué irónica era la vida a veces.

Tenía, además, otra pista: la cabaña de los Gaunt. No sabía lo que había allí, pero era algo que olía a muerte y hacía que Regulus quisiera vomitar. Se negó a entrar hasta que supiera qué había exactamente allí.

Regulus acabó graduándose de Hogwarts pero, sinceramente, a estas alturas ya le importaba. Se había sumergido a sí mismo entre los libros de la biblioteca Black. Sus padres no vieron nada raro, creían que estaba investigando algo para el Señor Oscuro. Era más bien para derrotar al Señor Oscuro. Cada pizca de saber, cada pequeño hechizo, podía ser lo que pudiera derrotarle.

No pasó mucho tiempo después de su décimo octavo cumpleaños cuando sus padres trajeron al hombre en cuestión, si es que se le podía seguir llamando hombre a esa... cosa. Vino con una sonrisa siniestra, como si estuviera a punto de hacer algo que le trajera gran placer. Regulus estuvo confundido cuando le pidió a su elfo doméstico. Sin otra opción, Regulus le 'dejó' tomar prestado a Kreacher, no sin antes decirle en secreto al elfo que regresara vivo.

Y Kreacher volvió. Pero sangrando y herido. El pobre elfo le contó todo lo que había pasado. Una cueva, siendo abandonado, tener que probar la seguridad para esconder algo... incluso le habló de los Inferi que había debajo de las aguas de la cueva. Lo que más le preocupaba a Regulus era el colgante que describió, el Guardapelo de Slytherin. Y Regulus, con tanta investigación y el recuerdo de la presencia de la muerte en aquella choza, no tuvo dudas de que se trataba de un Horcrux. Ese monstruo había partido su alma en dos... seguramente más de una vez. Normalmente, Regulus no esperaría que alguien fuera a partir su alma y mucho menos varias veces, pero ese monstruo era capaz. No sólo mataba a muggles, sino también a niños pequeños y a bebés. Sus fanáticos tampoco se cortaban. Fue mandado a una misión con Bellatrix una vez para matar a una familia importante de muggles y... ella mató a un niño pequeño que se escondía debajo de un tablón de madera para intentar escapar. Regulus vomitó esa noche y estuvo malo por varios días después.

Con todo ese descubrimiento, Regulus se dispuso a investigar más. Mientras que Kreacher mejoraba, Regulus cada vez se veía más como un esqueleto vivo. No adelgazó, tenía que mantener apariencias todavía, pero su piel se volvió aún más pálida y sus ojeras se pronunciaron.

Si el Horcrux era una reliquia importante y el Señor Oscuro tenía también una obsesión con los fundadores de Hogwarts (Regulus había oído hablar de otros mortífagos de varias misiones e información que el Señor Oscuro les mandaba buscar sobre los objetos de los fundadores), entonces los otros objetos posibles eran la Diadema de Ravenclaw, la Copa de Hufflepuff y la Espada de Griffindor.

La Diadema estaba perdida en el tiempo, la Copa la tuvo los últimos descendientes de Hufflepuff para luego desaparecer y la Espada estaba perdida también. Aunque Regulus estaba casi completamente seguro de que la Espada estaba libre de las zarpas de es monstruo porque también había escuchado que la última misión con respecto a la búsqueda de la Espada acabó con un Señor Oscuro muy enfadado y con un mortífago muerto (si solo la gente pusiera más atención en las pequeñas cosas que decían, había mucha más información en lo que decían unos viejos borrachos de lo que la mayoría pensaba).

Además, estaba la choza de los Gaunt y a lo mejor otro objeto. Regulus decidió escribirlo todo en un papel y dárselo a Kreacher para que lo escondiera en em escondrijo secreto de Reguluss, donde ocultaba todo lo que le era más importante, antes de partir.

Iba a ir a por el único Horcrux cuya localización conocía. Estaba seguro de que iba a morir y puede que en cualquier otro momento de su vida eso le hubiera aterrorizado, pero ahora no podía sentirse más tranquilo. Iba a morir y, de alguna manera, lo había aceptado. Debía morir, porque si no, si el Señor Oscuro descubría quién había cogido su Horcrux, iría a por su familia. Sus padres le daban igual, pero Sirius... odiaba a su hermano, le había abandonado y la mayoría que recordaba de él ahora eran insultos y malas miradas... pero era su hermano, ese que alguna vez le había escondido de sus padres, ese que le dejaba entrar a su habitación cuando tenía una pesadilla... ¿Había algo mal en Regulus por quererle todavía? Kreacher se las podía apañar solo, le había dado instrucciones en el caso de que fueran a por él y Regulus sabía que Kreacher priorizaba a Regulus por encima del resto de su familia. No se dejaría atrapar. Pero Sirius era de los que corrían hacia el peligro por delante, iba a ir corriendo a su fin.

Cuando Regulus muriera, alguien iba a tener que destruir todos esos Horcrux. Y él era el único que sabía de su existencia, si alguien fuera a destruir el Guardapelo, también necesitarían más información sobre los otros. También le ordenó a Krecher que, cuando tuvieran el Guardapelo, le mandara una nota a Albus Dumbledore que Regulus había escrito sin que le pillaran. No confiaba en el director de Hogwarts, era demasiado manipulador y priorizaba lo que él creía que era el bien mayor por encima de las vidas de otros, aunque a Regulus le preocupaba más la vida de Sirius y la de Kreacher.

El plan fue un desastre y un logro a la vez. Tenían el Guardapelo, pero las defensas eran más potentes de lo que había previsto. Le ordenó a Kreacher que se fuera con el Guardapelo, que lo destruyera. Era poco probable que pudiera destruirlo, pero estaba seguro de que lo guardaría hasta que alguien viniera a destruirlo. Si alguien venía a por el Horcux a la cueva, sería para destruirlo (Regulus conocía al Señor Oscuro más que cualquier otra persona, no volvería buscando su Horcrux teniendo defensas tan buenas, podría revelar su ubicación si lo hacía), y encontrarían la nota de Regulus. Ese alguien seguramente tendría conexión con Dumbledore y él era uno de los que tendrían más posibilidades de descubrir quién fue el que robó el Horcrux. Ese era el plan.

Una vez que Krecher se fue, Regular miró a los Inferi que surgían de entre las aguas. Sonrió. ¿Quién hubiera dicho que ver a la muerte a la cara no era tan terrorífico?

Y así, Regulus Arcturus Black murió, ahogándose por las incontables extremidades de miles de Inferi no sin antes llevarse a varios por delante con un Fienfyre. Regulus murió entre el fuego y el agua, entre la presencia de tantos muertos y el lugar de reposo de un Horcrux.

Aquí es donde entra el factor de la suerte en esta historia. Había una posibilidad, una entre un infinito, que no dependía de hechos científicos ni leyes de la física. La muerte no conocía dichas leyes, después de todo, y ese lugar apestaba a muerte entre tantos cuerpos, la reciente presencia de un Horcrux y una sola persona muriendo de verdad.

En muchas otras posibilidades, Regulus Black hubiera muerto ahí y se hubiera quedado muerto.

Aunque, esta vez, en esta historia, una posibilidad entre un infinito sucedió. Regulus murió... y volvió a vivir en otro lugar del mundo y en otro tiempo. La muerte tampoco conocía el tiempo, después de todo.

De esta manera, nadie vio el fuego morado entre las llamas del Fiendfyre en la cueva, nadie vio el pequeño fuego naranja entre las llamas moradas que era tan diferente al Fiendyre. Nadie vio cómo apareció un bebé repentinamente en la puerta de un orfanato, un bebé con pelo y ojos morados como las llamas que desató en un futuro. Nadie vio cuando los ojos del bebé se abrieron por primera vez en ese tiempo y tenían a la vez una mirada más vieja e inteligente y un brillo que sólo podía ser el de un niño inocente.

Ese niño, sin nombre al nacer, sonrió a las estrellas del cielo nocturno mientras que nadie sabía de su presencia. No recordaba nada, sólo vagos recuerdos y presentimientos por el momento. Pero las estrellas le alegraban, especialmente la estrella más brillante del cielo. En ese momento, no sabía que aquella estrella fue llamada Sirius, de la constelación Canin Maior.

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