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El abisal

Caí en lo más profundo de un vertedero de lágrimas... de conocimientos. No importaba cuánto me esfuerce por subir a la superficie, la corriente me quería en el fondo. Pero el momento de desesperación solo duró hasta que una luz danzante paso a mi lado y se adentro en las profundidades. Sin pensarlo, dejé de luchar contracorriente y comencé a seguirla.

La densa oscuridad en aquel mar no me permitía ver más allá que a mi mismo y una vaga luz de los soles, pero aún tenía la sensación de que algo me rondaba. Tal vez no era el único siguiendo aquella luz. Y si así era, debía de llegar primero.

Nadé y nadé con cada aleta en mi cuerpo, pero aquello que me seguía era más veloz y ágil que yo. Sus garras, clavadas con frecuencia y desesperación en mi espalda, hacían notar a más de una criatura molesta, o peor... hambrienta.

La luz, que ahora lograba ver su fantástico rostro de sirena, atravesó una gran abertura hacia el abismo. Deprisa continué detrás de ella, y aquellas criaturas que nos perseguían desaparecieron... al igual que la luz de la superficie.

Al contrario de lo que habría creído, el abismo estaba rebosante de vida y brillo. Una escultura era la cara de aquel bajo mundo. En ella estaba plasmada la historia de una guerra cruel y despiadada. 

Las sirenas eran las controladoras de la superficie antaño, cuando la plaga no existía. Con una cultura pacífica y una civilización prósperas, gobernaban los arrecifes más hermosos. Sin embargo, su poco desarrollada inteligencia no pudo hacerle frente a la oscuridad cuando fue liberada del abismo, y la gran mayoría pereció. Pero hubo quienes se mancharon de aquella oscuridad logrando sobrevivir, pero a un alto precio. 

Sin lugar al que escapar, los más desesperados no dudaron en aceptar la ayuda del dios abisal, también considerado un demonio al que muchos culpaban de la masacre del arrecife. Pero todo aquello fue cuestionado al ver la disposición de la deidad al permitirles estar bajo su cuidado, aunque al principio estuvo la duda de si no terminarían siendo un simple desayuno.

Por otra parte, también existía una profecía que aterraba a cada ser vivo bajo el cuidado del abisal: "Algún día la divinidad abriría su barrera protectora, y aquellas criaturas volverían a su hogar". Esto les permitía tener la tan deseada paz, pero no sería para siempre, algún día debían luchar por aquello que tanto querían. 

Mi visión comenzó a nublarse, y la desesperación invadió mi cuerpo.